Pasaron tres años de su fallecimiento y aunque parezca poco tiempo su ausencia entre nosotros causa un dolor que no merma. Se lo extraña en cualquier rincón de Pergamino, sin embargo sus recuerdos por momentos suelen transforme en un bálsamo para amortiguar el pesar de la pérdida física de un grande. Lamentablemente Juan Miguel Echecopar se fue joven, pero su sabiduría, honestidad, bondad y capacidad de trabajo, serán recordados por todos aquellos que estuvieron cerca de un hombre que a pesar de haber conseguido innumerables títulos importantes dentro y fuera de una cancha de fútbol (campeón de la Copa Libertadores del América y campeón del mundo con Estudiantes de La Plata; fue el técnico de Douglas Haig en el ascenso al Nacional B en 1986, además de jugar en el Real Murcia y Granada de España). Juancito exhibía como principal trofeo la conformación de una maravillosa familia y su infinito amor por su ciudad natal.
Con tan solo nombrarlo en algún encuentro que jueguen pincharratas y fogoneros los simpatizantes de ambas instituciones miran al cielo y lo invocan como un gran maestro. Ese que con simpleza resolvía problemas complicados, brindaba generosamente sus conocimientos y ayudaba a quien lo necesitaba. A Juan se lo sigue extrañando y cada anécdota que sus muchos amigos y familiares cuentan, siempre lo tienen como protagonista de una linda historia.
En un nuevo aniversario de su partida, solo es oportuno decir un: Hasta siempre maestro y expresar que su ausencia se siente, aunque sabemos que desde el cielo, con la claridad que demostró durante su extensa y rica trayectoria, nos estará conduciendo por los buenos caminos, aquellos por los cuales el siempre transitó para transformarse en orgullo de una ciudad.