Editorial

Aprender a defendernos de los abusos de los mega negocios


Los supermercados vuelven a dar la nota, en medio de una espiral inflacionaria de alimentos que ellos mismos fomentan permanentemente, con promesas de mantener los precios sin alteraciones hasta diciembre en 1.300 productos, como anunció el gigante del rubro, la multinacional Carrefour. Y es probable que cumplan con esta estrategia de marketing (porque de eso se trata, como veremos), ya que la proyección inflacionaria de acá a fin de año apunta a no más de un cinco por ciento. Pero no se trata de un acto de fe en el gobierno. La verdad es que, bajo la excusa de un dólar que se disparó la semana anterior a las Paso, ese cinco por ciento ya fue cargado al precio de la mercancía (de modo que lanzan una oferta donde no perderán un peso, mientras siguen vendiendo los productos con un cien por ciento de sobreprecio, teniendo en cuenta los precios de los mayoristas donde es claro que ya está cargada una ganancia. Además los precios se congelan solo para los productos de la marca propia que tiene el supermercado, es decir para un stock propio ya producido y abonado por la firma, con los costos prorrateados según los números de meses pasados.

Carrefour los llamó “precios corajudos” y seguramente otras cadenas de supermercados buscarán equilibrar con otras ofertas sorpresas esta propuesta, como ya hemos visto: “llevás tres y pagás dos”, segunda unidad al 50 por ciento u otras por el estilo, siempre en la búsqueda de que los clientes se mantengan e incluso retornen aquellos que han fugado ante los constantes incrementos de precios que registran. Estas ofertas, dicho sea de paso, no dejan de llamar la atención, sobre todo cuando se ofrecen varios productos y se paga por menos, porque al fin no sabemos si antes pagábamos de más o ahora el super nos está “regalando” algún producto, lo que claramente no resulta creíble.

El abuso de estos mega comercios, principales formadores de precios, es tan importante que el primer semestre de este año ya no fue bueno para los supermercados. La caída de las ventas muestra que muchos consumidores han terminado por comprender que la comodidad de ir a un solo lugar para hacer todas las compras se estaba transformando en una trampa, ya que se terminaba pagando mucho más de lo que cuestan los mismos productos en un almacén, una carnicería y una rotisería. En el caso de las frutas y verduras el abuso era mayor ya que se recargan los costos en 200 y 300 por ciento el valor de la compra. Lo mismo ha comenzado a suceder con los productos de limpieza que últimamente también habían comenzado a explotar en sus precios, aunque en este caso la variedad de marcas es mayor que en otros rubros y por tanto la dispersión de precios también.

Lo cierto es que se está viendo el inicio de un cambio de comportamiento de los consumidores que ahora prefieren ir a los mayoristas para abaratar costos y así paliar la inflación. Y esta actitud ha llegado a todos los sectores sociales, incluso los de altos ingresos, por la diferencia significativa de precios que implica. Al fin, los alimentos en la Argentina registran mayor valor que en la mayoría de los países de la región y en algunos casos ampliando la mirada a otros mercados del mundo como Europa o Estados Unidos. Así es de visible el abuso que sufrimos los ciudadanos de parte de los mega comercios.

Según los últimos datos informados por el Indec, las ventas en supermercados cayeron un 2,5 por ciento en mayo en forma interanual y ese mismo porcentual se ha incrementado en la venta mayorista.  Entre enero y abril, los alimentos representaron el 44 por ciento del peso del total de la facturación de los mayoristas. Y es que es en este tipo de productos donde está más marcada la diferencia, porque es donde más se ven las brechas de precios, porque no se puede prescindir de ellos y además porque al adquirirlos en cierta cantidad se evita tener que hacer las compras con tanta asiduidad.

La realidad es que ante la cartelización de las grandes cadenas de supermercados (acuerdos para la suba de precios de los productos), los abusos en los precios de los alimentos sin motivo (en ellos el factor “dólar” no incide), los usuarios debemos aprender a comprar, a defendernos de lo que es, lisa y llanamente, una agresión al bolsillo. Volver a los comercios de toda la vida, a los almacenes, a la carnicería, a la verdulería, negocios familiares donde fomentamos nuestra economía ciudadana y pagamos precios más justos. Porque la conducta de los clientes es la que debe primar frente al abuso de los comercios de grandes superficies y eso es lo que paulatinamente se está viendo en Buenos Aires con las familias que se han pasado a la compra mayorista y en pequeños comercios de barrio, restando a los supermercados parte de su clientela. 

 

Y en la medida que estas conductas de responsabilidad frente al abuso de precios se vaya extendiendo, los supermercados deberán ceder las desproporcionadas ganancias que pretenden a costa de seguir retocando la inflación de los argentinos.


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