Editorial

Conflictividad previa: ¿cómo llegarán al ballottage?


Apocos días de que los argentinos estrenemos la segunda vuelta, los dos candidatos que llegaron a la calidad de postulantes, Mauricio Macri y Daniel Scioli, tienen que, además de seducir a los cinco millones de votantes de Sergio Massa, administrar los conflictos internos que inapropiadamente han surgido ahora.

Macri tiene a sectores radicales, sobre todo bonaerenses, en plena alzada reclamando más lugares en el gabinete de María Eugenia Vidal. Sostienen que ellos aportaron muchas intendencias para que se lograra el triunfo en las elecciones pasadas. Los diarios nacionales han reflejado las reuniones de ucerreístas y sus reclamos se hicieron públicos. A su vez tiene que lidiar con los PRO puros que pretenden dar a los radicales escasos espacios. 

La discusión está planteada.

Pero la situación más difícil, en términos de estrategia, la tiene Daniel Scioli, ya que tras la derrota de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires, la interna K-sciolistas parece haber estallado. Los primeros sostienen que el fracaso electoral responde a que el gobernador bonaerense no era un candidato representativo del sector; los segundos, se lo adjudican a la imagen negativa de Aníbal, que los llevó a perder el distrito con mayor peso en el padrón, traccionando los números nacionales.

En medio de las tensiones, reapareció la presidenta Cristina Kirchner. Sus gestos hasta ahora han sido elocuentes. Y hablamos de gestos porque recién ayer por la tarde habló públicamente y eludió esta particular cuestión. Pero sus actitudes han dejado en claro su posición. Por ejemplo, suspendió una reunión en Olivos con Daniel Scioli, acordada para el martes para aliviar tensiones entre el kirchnerismo y el sciolismo por el pase de facturas tras el mal resultado electoral del domingo último. La cancelación desató nuevos rumores de conflicto y la lectura de que la mandataria hizo una nueva demostración de poder, enojada con Scioli por su triunfo ajustado en las urnas, que lo dejó debilitado con miras al ballottage del 22 de noviembre próximo. Para acallar los rumores tanto kirchneristas como sciolistas dijeron que no había prevista ninguna reunión, pese a que fuentes de ambos sectores la habían confirmado y que, por otro lado, sería lo lógico: cualquier comicio merece un análisis entre candidato y líder político a horas de conocerse los resultados. Resulta no menos que extraño que habiendo pasado ya cinco días no hayan tenido un encuentro personal.

Pero el mayor de los gestos ocurrió ayer: en la primera aparición pública de Cristina tras el domingo negro, Scioli no estuvo presente. Es decir, la jefa política de uno de los partidos que va al ballotage prescindió de presentarse junto a su candidato. Es más: no lo nombró. Hasta el martes, la invitación a este acto que se realizó en la Casa Rosada no había llegado a La Plata; ignoramos si luego fue recibida. Pero principalmente queda planteada esta duda: ¿él no quiso ir o ella le pidió que no fuera? Si fue lo primero, estamos frente a una estrategia pero si fue lo segundo, estamos ante una disolución definitiva de esta relación por conveniencia que han mantenido estos dos en el último tiempo. Y si quieren disimular una situación de crisis para llegar fuertes al 22, mal lo hacen.

Frente a tamaños gestos de parte de las primeras figuras, todo lo que se dicen directa o elípticamente las líneas medias parecen juegos de artificio. Dirigentes y funcionarios del kirchnerismo no ocultan sus críticas a Scioli, y desde el sciolismo responden como si se tratara de sectores antagónicos.

En el medio del fuego cruzado, los intelectuales del modelo también han sentado su posición, algunos con cierta autocrítica pocas veces antes vista.

Aquí en Pergamino también las elecciones del domingo desnudaron desacuerdos que hasta ahora se habían dejado en un segundo plano en pos de una unidad abroquelada que llevara a recuperar la Intendencia. No lograda esa meta, rebrotaron las disidencias, siendo el concejal Diego Brigati el único que hasta ahora se ha expresado, con una autocrítica respecto del corporativismo partidario que llevó al PJ local a aceptar la candidatura única de Lisandro Bormioli pese a sus anteriores derrotas eleccionarias.  

Esto sucede a días de que volvamos a las urnas, por eso, a pesar de todo, no faltan los funcionarios y dirigentes, incluso ultra K, que cada vez que pueden aparecen en los medio afirmando que hay que apoyar y votar a Scioli. A algunos se les trasluce el disgusto al hacerlo, prácticamente como una obligación, porque a esta altura no les queda ni un atisbo de duda respecto de que lo que Scioli hará en caso no será una continuidad del actual modelo, ya que no seguirá la letra de Cristina. A la vista está, con el gabinete que dio a conocer.

La grieta ya no es entre K y anti K; es entre cristinistas y sciolistas, lo que debilita terriblemente las posibilidades de Scioli ¿o todo lo contrario?


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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