Editorial

Cosecharás tu siembra


Titulamos este comentario editorial con una frase remanida pero cierta. Y seguimos con otra: “El principio de la educación, es predicar con el ejemplo”, dijo  Turgot en el Siglo XVII.

Esta aseveración sigue vigente, tres siglos después. Sabemos que los niños y jóvenes son como esponjas y todos los gestos, actitudes y respuestas a situaciones cotidianas de la vida que ven en su casa, escuela o calle son espontáneamente imitadas e incorporadas en su desarrollo como persona. Lo quiera o no el adulto. 

Por eso es de crucial importancia que les demos ejemplo en todos los ámbitos: los padres en el hogar, los docentes en la escuela, los profesores en el club, las autoridades y fuerzas de seguridad desde su función y los jueces haciendo justicia, todos y cada uno con un total apego a las normas, las que están escritas en nuestros Códigos y todas las inherentes a una buena conducta.

Todos los adultos tenemos que promover actitudes saludables y ejemplares; no nos podemos permitir para nosotros mismos los comportamientos que no queremos que sean parte de la sociedad. Eso, para empezar. Luego, tiene que haber un Estado que se esfuerce para que las mínimas normas de convivencia sean respetadas, si no es naturalmente, a fuerza de rigor.

Si un niño es castigado en el seno del hogar cuando comete una falta, como modo de enseñanza, el pequeño debe encontrar el mismo sentido de causa-efecto fuera del hogar. Por eso, el adulto debe tener conciencia de su rol docente en todo momento, no solo puertas adentro, y cuando sale a la calle, especialmente cuando va con su hijo, respetar a rajatabla las normas, y si las rompe, asumir sin más la reprimenda. ¿Qué incorpora un chico que ve a su padre estacionando donde no debe, pasando un semáforo en rojo o excediendo la velocidad permitida si encima cuando es sorprendido por la autoridad busca eludirla con excusas baratas? ¿Y si la autoridad es condescendiente?

Naturalmente, en su conciencia quedará el concepto de que todo es posible, además de una gran confusión entre lo que está bien y lo que está mal por la contradicción entre prédica y hechos.

Y si miramos más arriba, el daño que le hacemos a las generaciones futuras es aun peor, especialmente nuestros legisladores y Poder Judicial, que en conjunto proveen y hacen valer nuestros Códigos Civil y Penal.

El caso de Cristóbal López es paradigmático. Para nuestros jóvenes e incipientes emprendedores, que quedarse con 8.000 millones del Estado para beneficio personal no sea penado más que con una multa, es un pésimo mensaje.

Que porque las pintadas en espacios públicos respondan a una consigna honrosa, no deban ser castigadas es inaudito, como si el daño sobre la propiedad no fuera el mismo. Al fin, cada uno puede expresar lo que quiera en sus propias paredes, la de su casa.

Si habiendo una esquina, una senda peatonal, un semáforo (incluso en algunos casos con indicación para peatones), tomamos de la mano a nuestros hijos y cruzamos a mitad de la vereda, ¿cómo pedirles luego, exigirles, cuidado cuando andan solos? Y más adelante, ¿cómo esperar de ellos que sean conductores responsables y respetuosos de las normas de tránsito?

Cada uno de nuestros actos como ciudadanos, vecinos, empresarios, comerciantes, funcionarios, autoridades, son en sí mismos una enseñanza, más fuerte que la que pueden encontrar nuestros chicos en los libros, y de las que no se incorporan con más o menos horas de clase.

Recordemos los adultos esto cada vez que nos quejamos de los comportamientos o actitudes inadecuadas de los más jóvenes. Y sobre todo, no pongamos palos en la rueda, bajo argumentos de libertades o discursos sobre dejar pasar porque “son chicos” cuando una autoridad, la que sea (docente, preceptor, director, policía, agente municipal) pretende marcar la falta e imponer una sanción. Se los está educando, no reprimiendo.

Por estas horas en que se discute la calidad de la educación argentina en función de la cantidad de horas de clase que tienen nuestros chicos, no perdamos de vista lo que ya sabemos pero no ejercemos: la educación empieza y termina en casa.

No esperemos ejemplariedad si no la damos.


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26 de Abril de 2024 - 05:00
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