Editorial

El boleto de colectivo y sus bemoles


Uno de los problemas urbanos recurrentes en el devenir diario pergaminense es el del medio de transporte: los colectivos, los remises, el automóvil, las motos y las bicicletas. Por H o por B, todos presentan a sus correspondientes usuarios, alguna dificultad. Es decir que son, al mismo tiempo, herramientas que resuelven y complican nuestras vidas cotidianas.

Esta semana, el que ocupó las conversaciones y comentarios fue el colectivo, por el incremento en el precio del boleto, aprobado en el Concejo Deliberante, tras un extenso debate entre los ediles, no solo en la sesión de tablas del martes sino también en las comisiones internas. 

La cuestión, cada vez que se trata el tema, viene siendo siempre la misma por años: lograr empalmar el costo del boleto con el servicio que se presta y con el bolsillo de los vecinos. Así planteado parece sencillo, sin embargo es muy compleja la situación. No es fácil compatibilizar estos aspectos, por el contrario, siempre se plantean más desafíos que soluciones a la mano, como veremos. Se trata de un servicio público, prestado por una empresa privada, de manera monopólica,  pero a valores que deben ajustarse a lo que le autorice el gobierno de turno.

La disconformidad entre los usuarios es tan notoria como lo es la necesidad y la dependencia que ya tiene la sociedad pergaminense de este servicio. Lo contrafáctico es lo que mejor grafica esta relación cuasi simbiótica: pensar cómo sería la vida en Pergamino si no tuviera micros urbanos. Sin dudas, esta hipotética situación es muy sopesada por los ediles cuando analizan los pedidos de aumento de La Nueva Perla. Tal vez no tanto por los vecinos, que simplemente quieren tener un mejor servicio cada vez que se les sube la tarifa. 

Aquí radica el quid de la cuestión: la gente dice, si pago más que sea por algo mejor. Mientras que la empresa sostiene que cada aumento que solicita viene a cubrir gastos corrientes ya existentes. O sea, que no es que este 20 por ciento aprobado llega como un remanente para inversión sino como el ingreso que falta para saldar los costos fijos.

Cabe recordar que en agosto del año pasado se incrementó el boleto urbano en un 33,33 por ciento, cuando la empresa había solicitado un 60. Y así llegó la tarifa a 10 pesos. El último pedido de La Nueva Perla fue un 40 por ciento. El debate entre los concejales fue muy duro y finalmente se optó por dar un incremento del 20 por ciento, llevando el boleto a 12 pesos.

En las distintas visiones que tienen los ediles, parte de la oposición planteó que el aumento lo absorbiera la Municipalidad, dejando el boleto en 10 pesos y los 2 pesos restantes sean subsidiados hasta que la firma exhiba mejorías en el servicio, y que recién en ese momento el usuario abone el aumento. El oficialismo y aliados sostuvieron una posición intermedia, tal vez menos deseable por los vecinos pero más viable, y aprobaron el aumento morigerado, de solo el 20 por ciento. Decimos más viable porque lo planteado respecto del subsidio municipal no tiene asidero en los recursos. En definitiva es claro que la Comuna no tiene un presupuesto para afrontar este tipo de subsidios; sus ingresos provienen únicamente del cobro de tasas y los mismos ya fueron asignados por ese mismo cuerpo legislativo a fin del año pasado, donde se detallan los gastos a realizar. Como ya hemos planteado, corresponde que a cada propuesta que lanza, el concejal indique cómo se solventará. Por ejemplo, explicitar qué obras no se harán, que tareas se suspenderán o insumos se dejarán de adquirir en la Municipalidad para subsidiar el boleto. O bien qué impuesto se creará. De lo contrario se está jugando con una posibilidad inexistente al solo efecto de dejar al oficialismo en offside de cara a la población, al negarse a tal propuesta sencillamente porque no es viable. 

Otra de las cuestiones que se ponen sobre la mesa cuando hay un incremento en el pasaje y en el que todos los concejales están de acuerdo, es que La Nueva Perla no cumple con las mejoras del servicio que se le han venido solicitando. La empresa aduce que los costos que tienen no les permiten hacer muchas alquimias. Los repuestos de los automotores sufren permanentes aumentos, lo mismo que el gasoil y los salarios de los empleados. Hasta aquí, nada que empresarios de otros rubros no puedan plantear, aparte de cargas impositivas y laborales. Este combo hace dificultoso lograr que las empresas tengan rentabilidad en esta etapa.

Y en el caso que nos ocupa, como se trata de un servicio concesionado por la Municipalidad, debe presentar sus balances, gastos, ganancias, impuestos, todo, a la hora de pedir un aumento del boleto. De modo que no hay posibilidad de timo alguno. 

Sin embargo, los problemas derivados de los horarios y frecuencias, por ejemplo, que son cuestiones base de quejas de los vecinos de distintos barrios, que con un buen sistema de controles de parte de las autoridades se pueden solucionar. Lo mismo que la vigilancia de la limpieza de las unidades o la conducta de los choferes.  

Y en esto, los funcionarios y los concejales en vez de subir la nota en los discursos debieran abocarse más a los controles. Es su obligación objetiva y a cumplir de modo que es un tema que podría resolverse si hay la voluntad de lograr el objetivo.

Con el mismo fin, se creó hace dos años la Veeduría Ciudadana. La intención era que los mismos usuarios que se quejan, asumieran un rol formal para canalizarlas y que no quedaran en la diatriba diaria. Sin embargo, y a pesar de las continuas convocatorias, apenas un par de vecinos participa. Es decir que la mayoría de los que se quejan no lo hacen de manera proactiva, en vistas a lograr una mejora efectiva, sino que asumen una posición destructiva, en contra de sus propios intereses. Contradicciones que se dan en nuestra sociedad. 

Y decimos, además, que el tema no es fácil porque si observamos los costos del transporte urbano de ciudades similares a Pergamino, vemos que atraviesan los mismos problemas: incrementos de boletos producto de aumento de los costos. De modo que si finalmente se rescindiera la concesión a La Nueva Perla por sus fallas o bien la empresa decide irse de la ciudad por no poder sostener el negocio, estaríamos en una situación igual o peor. Peor si nadie licita la concesión o igual porque cualquiera otra que viniera, tendría que afrontar el mismo cuadro de costos con los mismos ingresos. No hay que ignorar que, además de ser una ciudad pequeña con varios horarios “muertos”, este boleto de 12 no lo paga el total de los usuarios; hay boletos 100 por ciento gratuitos y otros diferenciados.

La tercera órbita de esta problemática es el bolsillo del vecino que paga el boleto completo que, al fin, es el que termina afrontando nuevos costos en el transporte. Lo que obviamente no es una buena noticia en un momento en que los aumentos de precios y servicios son constantes. 

Sin embargo, el colectivo sigue siendo el servicio de transporte más barato que tenemos en la ciudad, lo que no implica un consuelo de tontos sino que representa una realidad objetiva. Es utilizado en líneas generales por los sectores de menores recursos, aquellos que no pueden acceder a otra movilidad y a quienes el servicio de remis les resulta inalcanzable para su uso constante. 

No es la panacea pero es una gran cosa tener colectivos en Pergamino. Lo importante es preservar el servicio y ello implica que el precio del boleto, de tanto en tanto, debe ser ajustado en el contexto inflacionario en que vivimos, independientemente del grado de satisfacción que haya respecto de la calidad del servicio. Y en cuanto a ella, demandar y hacer cumplir aquello que es viable: horarios, frecuencias, higiene, buen estado mecánico y buena conducta de los choferes, al volante y en el trato con los pasajeros. Para cualquier otra demanda, teniendo en cuenta el incremento constante de los costos operativos y que la empresa tiene que tener su margen de ganancia (porque es un negocio, no una obra de caridad ni una prestación estatal ni cooperativa), el incremento del boleto debiera ser mayor aun que el aprobado. Y es entonces donde el golpe al bolsillo del usuario sería más doloroso que lo necesario. Con cuidar lo que se tiene, controlar como corresponde y exigir lo que es posible, podremos seguir teniendo colectivos en Pergamino que es, al fin, lo que a todos nos interesa.

 

 

 

 


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