Editorial

El Papa Francisco alinea su “equipo”


No son las palabras del Papa sólo las que hay que escuchar, es su ejemplaridad y los gestos que hace hacia adentro y hacia afuera de la Iglesia católica de Roma, a la que encontró anquilosada y conservadora en aspectos que en la sociedad ya no constituyen excepciones sino generalidades. Porque, a decir verdad -y en comparación con otras religiones- el catolicismo es de las más liberales y aggiornadas, aunque a primera vista no lo parezca. Sin embargo, en cuestiones puntuales le cuesta encontrar el justo punto medio entre lo dogmático y lo práctico, haciendo que muchos creyentes se alejaran de la práctica.  

Este jesuita, nacido y criado en Buenos Aires, tiene una visión tan amplia del mundo que deslumbra con su accionar y sobre todo con la voluntad que pone para abrir a la Iglesia, definitivamente al nuevo siglo. Lo que sale de su boca se transforma en hechos y es allí donde los sacerdotes que se aferran al status quo en un mundo tan cambiante se ven inducidos al cambio, sino por convicción  por la obediencia que le imponen sus votos.

El sacerdocio es un sacramento que imprime carácter y que no se disuelve, ni siquiera ante una dispensa o expulsión. El sacerdote lo es para siempre, no obstante el Papa puede separarlo de la estructura y del ejercicio. Del mismo modo, el Santo Padre tiene la potestad para conformar los distintos cuerpos colegiados que hacen al funcionamiento de la Iglesia. Es decir que, dicho en un modo más coloquial, puede armar su equipo de trabajo. Recientemente nombró a 20 nuevos cardenales, de los cuales 15 se sumarán al grupo que escogerá a su sucesor. 

En esta selección que hizo, Francisco también sacó a relucir el perfil de su pontificado: mayoría de miembros procedentes de América Latina, Africa y Asia –la “periferia” del mundo-, alejando el centro de poder del mundo desarrollado. 

Los dos grupos de nuevos cardenales aumentan la probabilidad de que el próximo Papa vuelva a no ser europeo. 

Entre los cardenales no electores se encuentra el argentino Luis Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, que según dijo se enteró de la designación por televisión, durante la transmisión de la oración del Angelus, cuando el Pontífice anunció la nominación el próximo 14 de febrero de los 20 nuevos purpurados. Dos días antes de la ceremonia solemne de investidura, el Papa examinará junto con todo el Colegio Cardenalicio, convocado para un consistorio, la reforma de la curia romana, uno de los mayores desafíos de su pontificado. La curia es uno de los organismos casi intocables de la Iglesia en los últimos años. Pese a que ese organismo de gobierno del Vaticano, ha estado sumido últimamente en escándalos de corrupción, filtraciones a la prensa y encubrimiento de abusos sexuales. La curia fue uno de sus puntos de mira desde el comienzo y aunque muchos auguraban que, finalmente, le torcerían el brazo y lo fagocitaría la burocracia vaticana, no fue así. Los jesuitas son sacerdotes de gran formación y no se dejan avanzar fácilmente. Y para que no queden dudas, Francisco anunció: “El 12 y el 13 de febrero sostendré un consistorio con todos los cardenales para reflexionar sobre las orientaciones y las propuestas para la reforma de la curia romana”. Ya no hay marcha atrás.

Como ya hizo en febrero de 2014, el Papa argentino eligió a purpurados de algunas diócesis de las que nunca antes había salido ningún cardenal, como Myanmar, Tonga y Cabo Verde. Dijo a los fieles congregados en la Plaza San Pedro que los príncipes de la Iglesia vienen “de todos los continentes” y “muestran el lazo indeleble con la iglesia de Roma a las iglesias en el mundo”. El Santo Padre no se siente encadenado a la tradición de que las grandes ciudades como Italia, u otros países de Europa o Estados Unidos, deban tener cardenales automáticamente para liderarlas. Para Francisco el mundo es más amplio que los grandes centros del poder y los católicos están en todas partes, no sólo en las grandes urbes del primer mundo. Francisco los llama “cardenales de la periferia”, así como el mismo se llamó el “Papa del fin del mundo”.

Con los nuevos nombramientos, además el Papa confirmó el final de los nombramientos automáticos de las llamadas diócesis “cardenalicias”, no se trata de una norma escrita sino de una tradición, según la cual obtenían el birrete sus arzobispos durante el primer consistorio disponible. Benedicto XVI había comenzado a alejarse de esta tradición, haciendo esperar a los titulares de diócesis italianas, mientras en el pasado obtenían el nombramiento a pesar de que su predecesor no hubiera cumplido todavía los 80 años.

En tanto el Colegio Cardenalicio crece con cinco nuevos miembros no electores, nombrados por el Papa en recompensa por su trabajo en el seno de la Iglesia. El próximo 14 de febrero, la asamblea de cardenales pasará a contar con 228 miembros, de los cuales 125 son electores en caso de cónclave para elegir nuevo Papa. Tras ese consistorio, habrá 34 cardenales electores elegidos por Juan Pablo II, 60 nombrados por Benedicto XVI y 31, por Francisco.

Del análisis de los nominados surge que al elevar a monseñor Alberto Suárez Inda de Morelia, México, Francisco quiso poner la atención en el sufrimiento de una zona que ha sido asolada por la violencia relacionada con el narcotráfico. 

 

Así, con gestos y con mucha movilización, el Papa argentino está dejando una huella muy honda en su pontificado pese a que no hace siquiera dos años que está en el Sillón de Pedro. Su paso por el Vaticano dejará una nueva Iglesia, más cercana a los cristianos y más grande, con toda seguridad.


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