Editorial

El Papa y la masacre en Charlie Hebdo: el alto precio de las ofensas


La polémica está garantizada y seguirá siendo motivo de debate en los próximos días. Todo a causa de las declaraciones realizadas por el Papa a bordo del avión papal mientras viajaba de Sri Lanka a Filipinas. Francisco decidió responder a las preguntas de los periodistas que viajaban con él. Un francés le cuestionó sobre el derecho a la libertad de expresión y la libertad religiosa, en clara referencia al atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo. El Pontífice, como es costumbre en él, no esquivó el tema y dio su opinión, sensata y equilibrada. No obstante, algunas de sus frases ya abrieron una controversia.

Es necesario detenerse y oír la respuesta completa, o leer todos los párrafos, para hacer una interpretación cabal y evitar equívocos. El núcleo de su pensamiento se divide en dos ideas: una que es una aberración injustificable matar en nombre de Dios; la otra, que no se puede tomar para la risa a las religiones y esperar que los fieles de ese credo no se ofendan.

Pero si se toma la respuesta en forma parcial -como lo hicieron ciertos sectores de la prensa europea y autoridades de Francia- se verá la idea de que, en cierto sentido, el Papa justificaba los ataques terroristas como una “reacción natural” ante las ofensas.

Esta interpretación se centra en un ejemplo que puso Francisco. Explicando lo que significa para un creyente la burla a su religión; él dijo que si Alberto Gasbarri, organizador de los viajes papales y “gran amigo”, le insultaba a su mamá, entonces “le toca un puñetazo”. En el contexto era bastante claro que el Papa estaba explicando que los seres humanos no son de madera y se ofenden si le tocan lo más sagrado que tienen. Pero, al mismo tiempo, no sólo condenó inequívocamente cualquier violencia en nombre de Dios, también defendió la libertad de expresión como un derecho fundamental. Eso sí, con un límite: el respeto.

En el contexto de la exacerbación liberalista llevada al extremo estos días en Europa y resumida en la frase “Je suis Charlie”, las declaraciones del obispo de Roma contrastan totalmente con lo políticamente correcto. Por eso ya empezó a recibir críticas. Y recibirá muchas más. Porque tocó una tecla delicada para aquellos que quieren hacer pasar como “legítima” libertad de expresión un ejercicio grotesco y hasta blasfemo del periodismo. Todo tiene un límite. El derecho a profesar una religión y a ser respetado en esas íntimas creencias sagradas representa la paz. Ergo, lo contrario es la guerra.

El Pontífice insistió que era una “aberración” matar en nombre de Dios y que jamás se debe usar la religión para justificar la violencia.

Sin embargo, dijo que había un límite a la libertad de expresión cuando ofendía las creencias religiosas ajenas. En ese marco hay que recordar que en los últimos años, la revista francesa se ha burlado constantemente de políticos y líderes religiosos e incluso de la Iglesia Católica, de sus pastores, de la Virgen María y de la Santísima Trinidad.

Mucha gente en el mundo ha defendido el derecho de la revista satírica Charlie Hebdo a publicar caricaturas provocadoras del profeta Mahoma tras la masacre en la redacción parisina de la publicación y el posterior ataque a un supermercado kosher. Los ataques dejaron, en total, 17 muertos.

Sin embargo, últimamente el Vaticano y representantes franceses en una declaración conjunta denunciaron los ataques a la vez que exhortaron a los medios a tratar a las religiones con respeto.

Francisco, cabe recordarlo, hasta ha exhortado a los líderes musulmanes a pronunciarse contra el extremismo islámico.

Lo que muchos parecen no entender es una “ventaja” que llevan los fundamentalistas islámicos con respecto al cristianismo: para ellos entregar la vida en nombre de Dios, más que una posibilidad es un honor, y por eso están dispuestos a matar o morir, literalmente, en nombre de Mahoma. Posición que se contrapone con la filosofía que ha tomado el mundo occidental con el paso de los años, que torna casi imposible en términos reales, que alguien esté dispuesto a inmolarse en nombre de Dios poniendo la vida como el bien supremo.

Mientras que el cristianismo ante un agravio buscará una reparación desde las vías diplomáticas y alzando voces de repudio, para los practicantes fundamentalistas del Islam la manera de responder suele ser con actos de terrorismo. El mundo lo sabe y el Papa Francisco puso en palabras esa situación, exponiendo las dos caras de la moneda: no matar en nombre de Dios y establecer un límite natural e implícito a la libertad de expresión cuando ésta, puntualmente, afecta las creencias religiosas.

Francisco también sabe por qué dijo lo que dijo y en el momento en que lo dijo. Tal vez sus declaraciones sirvan para apaciguar los ánimos tan convulsionados en este tiempo y si ese es su objetivo, no le importarán las críticas, vengan de donde vengan.


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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