El triste papel de la oposición

Que el sistema de votación es obsoleto, lo venimos sosteniendo desde hace años -sino décadas- en este mismo espacio, única página en que LA OPINION se sale de la crónica para dar su parecer sobre temas de actualidad.

Hemos planteado su situación anacrónica en relación con el uso de la tecnología en todos los órdenes de la vida, así como su universalización: adultos, ancianos y jóvenes; de clase alta, media y baja, todos estamos inmersos en la era digital. El Gobierno mismo la ha introducido en todas sus carteras y ha hecho bandera con ello: tarjeta Sube, nuevo DNI y pasaporte, cobro de asignaciones, por citar solo algunos ejemplos. Sin embargo, a la hora de votar, seguimos con el rudimentario y antiecológico papel, con control manual y todas las instancias que recorren las benditas urnas, incluido el traspaso de datos de una planilla a un telegrama. Sí, un telegrama, como a fines del Siglo XIX.

Por esta incoherencia es que más de una vez hemos planteado la falta de voluntad política para dar el salto hacia alguna variante de voto electrónico, ya que no existe impedimento técnico alguno para que ese uso sea posible en todo el país. Y hemos advertido como sugestivo esta decisión de no hacerlo, dando a pensar que este vetusto sistema le era más funcional al poder de turno y, en definitiva, a todo el arco político. En realidad, no nos referimos solo a la posibilidad de fraude sino a otras cuestiones que favorece la existencia de la boleta actual, que tienen que ver más con las vivezas criollas de nuestra dirigencia, como veremos.

Este lógico querer mantener el status quo de quien detenta el poder, en este caso el kirchnerismo, se encuentra en nuestro país con una oposición que por díscola le ha sido funcional a su juego.

La reciente foto de unidad de referentes del PRO, Frente Renovador, UCR y GEN ante el espanto tucumano y su clamor conjunto por un cambio en el sistema electoral serían dignos de un aplauso sino fuera por lo extemporáneo. Esta unidad de criterio en cuestiones de interés público no es útil ahora más que para la campaña. En cambio, cuando la unión verdaderamente debiera hacer la fuerza, concretamente en el Congreso, no está. No está la unidad y no está la voluntad de trabajo conjunto. Fíjese el lector que en febrero de 2011 los medios daban cuenta de que “la oposición busca impulsar la boleta única para octubre”. Es decir que pasaron aquellos comicios, los de 2013 y aquí estamos, “como cuando vinimos de España”.

Los principales bloques del arco no kirchnerista en Diputados acordaban hace cuatro años ubicar al tope de su lista de prioridades para el año legislativo 2011 la implementación de la boleta única para las elecciones nacionales para, aseguraban, “terminar con el fraude del Gobierno”.

Se trataba de un proyecto que había ingresado en la Cámara baja en julio de 2010, firmado por legisladores de la UCR, el Peronismo Federal, la Coalición Cívica, el socialismo, GEN y Proyecto Sur. Todos esos bloques acordaron discutirlo en el recinto “lo antes posible”. Parece que no fue posible. Tal vez no hubo oportunidad, si se tienen en cuenta que en lo que va del año el Congreso sesionó en recinto solo tres veces. Esto no quiere decir que nuestros legisladores no trabajen en sus despachos y comisiones, pero las leyes y las modificaciones emanan del plenario así que en tanto no se reúnan, poco y nada cambiará, a no ser que sea por decreto.

En 2011 los diputados opositores hablaban de la existencia de consenso para sacar adelante el proyecto. ¿Qué pasó desde entonces? ¿Nada se pudo hacer para no estar en 2015 parados en el mismo lugar? Si es por no haberse logrado las mayorías necesarias, ¿tenemos que pensar que nuestro destino como país está escrito por el kirchnerismo? ¿Entonces los debates son parlamentarios vacuos? ¿Las comisiones funcionan como reuniones sociales? ¿No hay instancias de negociación? ¿O será que es a toda la dirigencia política que le conviene que el sistema electoral no cambie?

Decíamos más arriba que no solo es una supuesta facilidad para fraguar resultados lo que nos mantiene anclados en este sistema desde hace casi un siglo. La existencia de una boleta única también significaría el fin de las listas colectoras. Si se pasara a un sistema de boletas por cargo en lugar de por partido, la mención al candidato a presidente de-saparecería de las papeletas para el resto de los cargos (gobernador, senadores, diputados, intendente y concejales). Es decir, acabaría con el efecto “arrastre”, que tanto incide en un país centralista como el nuestro, menoscabando las chances de emergentes locales. 

Esta modalidad es fundamental para el kirchnerismo y su desaparición es posiblemente lo que más preocupa a la Casa Rosada en caso de prosperar este nuevo intento, extemporáneo y oportunista más que oportuno, de la oposición.

No hay dudas respecto de la necesidad de un cambio de sistema de votación y escrutinio, ya sea por la boleta única o por el voto electrónico. Pero este clamor espasmódico de los candidatos opositores no es el modo. Muchos de ellos ocuparon hasta hace pocos meses bancas en el Congreso (las dejaron por sus postulaciones), que es el ámbito donde esta propuesta debe debatirse y donde debe exhibirse la unidad. 

No es serio que cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina y habiendo pasado cuatro años desde la presentación del último proyecto para la eliminación de la boleta, los más altos referentes de lo oposición reclamen un cambio inmediato, llegando incluso a proponer Sergio Massa que se alquilen las máquinas de votación en Brasil. Claro que después bajaron a la realidad su demanda y la tradujeron en un trabajo conjunto para que avance en el Congreso la modificación.

Una vez más, no los unió el amor sino el espanto. Y al espanto tucumano le siguió más espanto al ver el oportunismo de quienes se plantean como alternativa. Con esta reacción extemporánea no hicieron más que desnudar al menos cuatro años de no haber hecho nada respecto de cambiar el sistema. Ahora no sirven ni el clamor ni mucho menos la foto. La suerte para octubre ya está echada. Y por ellos mismos.