Editorial

Enluta y avergüenza a la humanidad el ataque en Siria


El interminable horror de la guerra siria nos golpea una vez más en la cara; las duras imágenes de los civiles muertos, afectados por desmayos, convulsiones y espuma en la boca revelaron lo que parece que ya vamos naturalizando, no solo en la Argentina sino en el mundo entero. Unos países porque son parte del problema y conviven con esa realidad y otros porque, al fin, el Oriente Medio está lejos y no lo sienten como una cuestión propia, aunque vaya si lo es.

Un feroz ataque químico orquestado por el gobierno de Bashar al-Assad en las afueras de Damasco dejó por lo menos 40 muertos, aunque algunas organizaciones temen que el número de víctimas supere las 150 de acuerdo a los datos que se van filtrando. Los Cascos Blancos informan que además hay más de 500 casos, en su mayoría de mujeres y chicos, que presentan síntomas de una exposición a un agente químico. Claramente no eran combatientes pero sufrieron, al estilo del Holocausto y del agente naranja de Vietnam, de la brutalidad sin límites del régimen sirio.

¿Cuándo volvimos a transformarnos en una humanidad salvaje e impiadosa, retrocediendo lo poco que habíamos avanzado en términos de pacificación desde fines del Siglo XX? Una involución disfrazada de evolución, enmascarada con avances tecnológicos que nos hacen creer que podemos vivir más y mejor.

En el plano de las formalidades, el bombardeo provocó una ola de protestas internacionales, entre ellas la del presidente norteamericano, Donald Trump, que trató de “animal” al presidente Bashar al-Assad por este “ataque insensato”.

Como ha sucedido en otras oportunidades, el gobierno de Al-Assad y su aliado ruso desmintieron el ataque en la ciudad de Duma, en Ghouta Oriental, último bastión rebelde cerca de Damasco que el régimen está a punto de reconquistar en su totalidad. Pero los Cascos Blancos, los socorristas que operan en las zonas rebeldes en Siria, un grupo insurgente así como la oposición en el exilio acusaron al régimen de realizar el ataque con armas químicas.

No es el primer ataque de estas características en esta feroz guerra intestina, porque el bombardeo se produce casi exactamente un año después de que se registrara un ataque químico en la localidad de Khan Sheikhoun, en el norte de Siria, en el que murieron docenas de personas. Aquel incidente provocó que Trump ordenara un ataque con varias decenas de misiles Tomahawk contra una base siria. Trump dijo que el ataque tenía el objetivo de disuadir a Siria de volver a utilizar armas ilegales. No tuvo el éxito esperado evidentemente.

Por una iniciativa de Francia, nueve países solicitaron una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para ayer, pero no vemos que esta organización logre avanzar hacia la paz, cuando la mayoría de los países, incluso los que la componen, acatan sus fallos solo cuando les conviene. Y esta es una triste realidad que no desconocemos.

Estamos frente a una verdadera masacre y las filmaciones y fotos que han circulado no son realmente para personas sensibles. En Duma se pueden ver imágenes espantosas, gente sofocándose hasta morir. ¿Ningún país hará nada frente al horror sin límites?

El régimen sirio no admite su participación y calificó las acusaciones de “farsa” y “fabricaciones”. Su aliado Moscú desmintió con firmeza estas informaciones. Irán, otro socio del gobierno sirio, consideró que estas acusaciones son un nuevo complot.

Así como Estados Unidos acusa al régimen que gobierna Siria, el Reino Unido también –aunque más cauto-  estimó que “de confirmarse que el régimen utilizó otra vez armas químicas, será un nuevo ejemplo de la brutalidad de Al-Assad”.

Por lo pronto, y buscando voces más neutrales, la Unión Europea afirmó, a través del Servicio Europeo de Acción Exterior, que hay “indicios” de que el régimen sirio llevó a cabo el ataque químico en Duma, e instó a Rusia e Irán -como aliados- a evitar otro ataque.

La realidad es que como en toda guerra civil, las intromisiones extranjeras están a la vista; los países que no están con Al-Assad por debajo de la mesa ayudan a la oposición con armas y logística y los que lo respaldan. Hay un fuerte apoyo de Rusia, que controla incluso más de la mitad de Siria. Pero todo es un juego de intereses, a ninguna de estas naciones le importa el destino de este pueblo que sufre un infierno.

Estamos frente a un país desgarrado por una guerra que dejó más de 400.000 muertos, cuatro Pergamino, en siete años. Y las naciones siguen jugando en su tablero de ajedrez apoyos a un sector u otro, sin atinar a trabajar de firme para parar el horror.

Durante la misa dominical en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco advirtió de que el uso de armas químicas contra civiles es inaceptable y nada puede justificarlo: “Noticias terribles llegan de Siria, con decenas de víctimas, de las cuales muchas mujeres y niños como consecuencia del uso de armas químicas”, dijo el Papa con una mirada neutra sobre la autoría de los hechos. “Recemos por todos los difuntos, por las familias que sufren”, agregó. Y les dice a quienes quieran escucharlo: “No hay una guerra buena y una guerra mala y nada puede justificar el uso de tales instrumentos de exterminio contra personas y poblaciones inermes”. Y la verdad como cristianos primero y seres humanos después, no podemos naturalizar este desastre humanitario.

Al fin, lo que hace siete años comenzó como un levantamiento pacífico contra el presidente Bashar al Asad en marzo de 2011 se convirtió en una brutal y sangrienta guerra civil que ha arrastrado a potencias regionales e internacionales. Y el conflicto, como decimos, ha dejado un saldo de más de 400.000 personas muertas, según la última estimación que hizo la ONU en abril de 2016. De más está decir que esta cifra ha quedado obsoleta. Lo mismo la ONU, que a falta de una legislación penal internacional, es vista como un “comisario” del mundo. Pero su injerencia no excede lo humanitario, con la presencia de sus Cascos Blancos.

La guerra además ha provocado la huida de más de 5 millones de personas, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, uno de los mayores éxodos en la historia reciente. Otra tragedia que excede las fronteras de los países para convertirse en un problema para todo el mundo.

Estamos como en 1945, necesitando que un consenso de naciones que ponga alto a los intereses individuales para frenar esta masacre que, como decimos más arriba, no tiene mucho de distinto a los métodos de la Alemania de Hitler, a quien recordamos con horror. Sin embargo, pareciera que lo que sucede en Siria no nos toca el alma de igual modo.

Si los países de occidente en vez de jugar sus fichas de apoyo a un sector u otro, se dedicaran a buscar la paz en Siria la guerra no hubiese llegado a transformarse en una salvajada que enluta y avergüenza a toda la humanidad.


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