Editorial

Enmascarar la realidad no ayuda a enfrentar los problemas


Luego de varios meses sin dar reportajes mano a mano, reapareció Mauricio Macri en una entrevista con Jorge Lanata el domingo a la noche. Y más allá de que hubo pocas preguntas y nada incisivas respecto del momento que se atraviesa, vimos un Macri carente de autocrítica respecto de la cuestión financiera, pero lo más llamativo fue el tono de optimismo extremo que no parece condecirse con el momento que estamos atravesando y menos aun con lo que, se presume, vendrá.

En más de una ocasión, desde esta página recurrimos a la analogía de una persona enferma para ilustrar la situación del país. Volviendo sobre ese mismo recurso, la actitud del presidente se asemeja a la de un médico que “edulcora” un diagnóstico negativo a un paciente. Puede tener el loable objetivo de alentar el ánimo del enfermo, pero en un punto hay que sincerar la prognosis y ajustarla a la realidad de lo que sucederá para que el paciente se prepare y predisponga a un tratamiento que puede resultar doloroso y traumático. 

Cuando Macri habló de la salida de los funcionarios Cabrera y Aranguren, y más atrás en el tiempo, de la de Federico Sturzenegger, afirmó que era por “desgaste”; evitó hablar directamente sobre la escalada –imprevista y incontenible - del dólar en las últimas semanas, de la abulia del ministro de la Producción, que poco y nada logró en su cartera, y de la errática manera en que se produjo la actualización de tarifas de servicios.

Anticipó, lo que se viene diciendo desde hace días, que ahora van por menos gradualismo, reivindicando a su gobierno y al rumbo económico, con una energía propia de los mandatarios a los que les va bien, cuando hubiese sido más acorde al momento intentar que la ciudadanía entienda y se prepara porque vendrán tiempos de grandes sacrificios ya que estamos en serios problemas.

“Yo creo en lo que estamos haciendo. No vamos a cambiar. Hoy yo represento ese cambio y me toca liderarlo”, dijo un Macri casi exultante. Y nadie pretende que se autoflagele en público, pero sí que sea más crudo en el análisis de lo que estamos enfrentando, aun creyendo que es el camino, duro, que nos llevará a un mejor pasar, con la expectativa de que sea por un saneamiento profundo de nuestra economía y no por una temporada impulsada por vientos de cola favorables.

Hubo un reconocimiento de que cuando asumió Cambiemos no se planteó de entrada que estábamos ante un país quebrado. Esto, que fue presentado como un error de comunicación, vuelve a repetirse, porque con un exacerbado optimismo enmascara la dureza de la situación económica del país. Mostrar optimismo es necesario y alienta a soportar el mal trago, pero la exageración de un ánimo positivo entra en el terreno de lo peligroso. Cuando hay tanta diferencia entre lo que dice el presidente y lo que se percibe en la calle, la incredulidad gana terreno en la sociedad, con esa sensación de que nos están “vendiendo un buzón”. Se puede ser optimista, pero sobre todas las cosas hay que ser realista para sea confiable y no caer en mensajes de utopías.

Como la tan temida crisis al estilo venezolano que se presagiaba con el kirchnerismo finalmente no ocurrió, como no nos estalló el país, hay sectores que creen que estábamos mejor de lo que dice el Gobierno, que la “pesada herencia” no fue tal y que más bien la actual gestión provocó el momento crítico que atravesamos. Del mismo modo, hay otra parte del país que cree que todo lo que nos sucede es exclusiva responsabilidad de la herencia kirchnerista. Y esta dicotomía, en un mismo país, más allá de que cada quien puede pensar lo que quiera, son fomentadas desde el propio Gobierno porque no es claro respecto de lo que nos sucede y de lo que debemos enfrentar.

Estamos atravesando momentos muy difíciles, no hace falta que lo tengamos que certificar porque lo sentimos los ciudadanos en el bolsillo y las empresas en sus números y la verdad es que hace falta que nos den algunas explicaciones, coherentes y ciertas, en lugar de ofrecer estos reportajes donde el forzado optimismo presidencial contrasta con la realidad.

Si debemos estar preparados para un ajuste mayor (que ya la devaluación del peso se ha ido encargando de profundizar) la advertencia de Macri a la ciudadanía debiera ser clara, contundente y concreta, para que cada uno tome los recaudos que pueda frente a la crisis. Porque no es un animador social, es el presidente de la República. Y en este sentido, el juego mediático de “las buenas ondas” como dice Carlos Melconian, está claramente superado.

Evidentemente a la mala praxis comunicacional con que iniciaron la gestión, no supieron, no pudieron o no quisieron corregir ese rumbo y siguen comunicando tan mal ahora, dos años y medio después, como al comienzo. Y la verdad nos va superando mientras el discurso presidencial va por un rumbo y la realidad por otro.

Hay muchas formas de enmascarar la realidad: Néstor y Cristina nos ocultaban las cifras o las dibujaban desde un Indec puesto a medida, al punto de aseverar que la pobreza de Argentina era menor que la de Alemania. Macri minimiza lo grave que sucede hasta querer hacernos creer que no podríamos estar mejor y que Argentina es víctima de un complot del mundo para que su plan no esté funcionando.

¿Miente el presidente? No, en mucho se ha mejorado, pero no pone sobre la mesa toda la verdad sino que, con su optimismo dogmático, la enmascara.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO