Editorial

Farmacéuticos versus Farmacity


El conflicto que ahora se ventila por el posible ingreso de la cadena Farmacity a la provincia de Buenos Aires no es nuevo; desde hace años hay una puja que no salía a la superficie pero que existía. Lo que lo ha puesto sobre la mirada pública es que en la actualidad existe una posibilidad cierta de que la empresa logre la autorización que viene solicitando desde hace tiempo.

Para comprender el fondo del conflicto debemos poner sobre la mesa algunos elementos: en la provincia de Buenos Aires hay unas cinco mil farmacias, nucleadas gremialmente en la cámara que se corresponde a su especialidad. Se rigen por la Ley Nº 10.606, aprobada en 1987 y precisamente por esta norma se establece que las farmacias no son un comercio sino un servicio público como extensión del sistema de salud, y determina que no puede haber una a menos de 300 metros de otra. Además, permite como titulares a empresas unipersonales, SRL, sin fines de lucro (mutuales) pero no a sociedades anónimas. Que sería, concretamente, el caso de Farmacity.

Sobre la base de esta normativa es que el Colegio de Farmacéuticos bonaerense resiste el ingreso de esta cadena de farmacias-almacenes en territorio provincial. Es así como el caso terminó judicializado entre Farmacity y los farmacéuticos de la provincia.

Como novedad, surge que la Procuración General de la Nación dictaminó, en un fallo que no es vinculante, que uno de los artículos de la Ley de Farmacias que rige en la provincia de Buenos Aires desde hace más de tres décadas es inconstitucional, por lo que si la Corte Suprema resuelve en el mismo sentido habilitará el desembarco de la cadena Farmacity en territorio bonaerense.

Es que el procurador interino, Eduardo Casal, dictaminó que el artículo 14 de la Ley Nº 10.606, aprobada en 1987, que refiere a quiénes pueden ser propietarios de una farmacia y bajo qué figura y condiciones, es inconstitucional. En tanto, sobre el otro artículo observado, el 3, que habla de la racionalidad con que deben estar distribuidas las farmacias según la cantidad de habitantes del distrito y con qué distancia entre sí, dictaminó que se devuelva el expediente para que la Suprema Corte bonaerense se expida de una manera más clara.

En la Legislatura bonaerense, el oficialismo no opina respecto del tema, mientras todo el arco opositor ha presentado todo tipo de propuestas para oponerse a la medida, desde bloque del Frente Renovador hasta los bloques de corte peronista han hecho lo propio. En todos los casos las propuestas hacen referencia a Mario Quintana, vicejefe de Gabinete de la Nación, y quien era uno de los dueños de la cadena Farmacity, conservando aun un 3 por ciento de las acciones aun tiene acciones. Su presencia en el Gobierno nacional es vista como una avanzada en este proceso de desembarco de la cadena en la provincia, pero tarde o temprano la cuestión iba a estar sobre la mesa.

Los massistas sostienen que la firma “quiere meterse en la venta y distribución de medicamentos” sin tener profesionales de farmacia como establece la ley que rige actualmente. No podemos dejar en manos de sociedades anónimas el acceso a los medicamentos de los bonaerenses”. Los peronistas sostienen ideas similares, en diversos proyectos, buscando fundamentalmente sostener la ley vigente que es el modo de evitar el ingreso de la cadena de farmacias.

Aclarado el panorama de lo que se discute en el ámbito de la política, vamos ahora a cómo se vive en la sociedad. La gente, dicho como genérico, no manifiesta oposición a que Farmacity llegue a sus localidades; tampoco hace campañas a favor. Es decir, no es una cuestión que desvele más que a los propios farmacéuticos que verían alterado su status quo, respaldado por una ley que data de 30 años. ¿Nada cambió en la sociedad en los últimos 30 años? Repasemos, por ejemplo: en 1987 toda la comunicación a distancia se realizaba por vía postal o por medio del teléfono fijo, a costos exorbitantes cuando se trataba de un enlace entre provincias o países. Hoy lo hacemos casi gratuitamente mediante todas las variantes que proponen Internet y su Wi Fi (WhatsApp, Facebook, correo electrónico). ¿Alguien recuerda haber visto u oído manifestarse en las calles a dueños de compañías telefónicas, de locutorios, de los correos privados? No, sencillamente tragaron saliva ante lo inevitable y apostaron a reconvertirse para persistir, cambiaron de rubro u optaron por salirse del mercado. Porque lo cierto es que resultaba imposible detener las nuevas formas que se planteaban. Más cerca en la distancia, puntualmente en Pergamino, también se alzaron voces presagiando el fin de los almacenes y autoservicios en los barrios por la llegada de Norte, hoy Carrefour. Eran los interesados quienes hacían los planteos y es lógico, como hoy lo hacen los farmacéuticos defendiendo sus intereses. Solo que ellos lo hacen amparados por una ley que, como muchas otras cosas en 30 años, puede haber quedado obsoleta.

Los farmacéuticos no son víctimas de nada distinto de lo que son todos los rubros de un tiempo a esta parte; ellos argumentan la cuestión sanitaria, pero en realidad la afectación sería comercial. Como pasó con los diarios, y vaya si podríamos escribir sobre el tema. A la prensa gráfica el Siglo XXI la partió al medio como una naranja, nada es como era, ni en el oficio de informar y ni qué decir en la faz comercial, con gente que ya no paga por información y anunciantes que se publicitan de manera digital y gratis. Reconvertirse o morir es la consigna. Hoy un comercio minorista que no tenga venta on line, pierde clientes de a cientos por minutos, del mismo modo que puede ganarlos en la misma proporción quien prescinde de alquilar un local, pagar por empleados y sube fotos de sus productos a una Web. ¿Es justo? ¿Es injusto? Es la vida que avanza y cambia sus formas.

Frente a los enormes cambios que supone la época, se hace cada vez más difícil sostener regulaciones del pasado, aquellas que permitían mantener un statu quo que se pensaba “para siempre”. En el Siglo XXI casi nada parece que durará eternamente, porque la modernidad lo que hace es generar cambios en forma más o menos periódica y hay que adaptarse a la nueva realidad.

Las farmacias, y en esto hay que sincerarse hasta el hueso, no son como las antiguas boticas, donde se elaboraban medicamentos. Y si bien no son sociedades anónimas, las droguerías que las proveen sí.

¿Qué pasaría con las farmacias en Pergamino si desembarca Farmacity? Lo que ellas quieran que pase. Las locales seguirán siendo fuertes en lo suyo y la primera opción para el vecino: cercanía, cuentas corrientes, gentilezas que solo puede brindar el comercio de proximidad y que el cliente valora, e incluso está dispuesto a pagar más por ello. ¿Cuántos almacenes desaparecieron con la llegada de Norte? Posiblemente ninguno, o muy pocos, porque a la hora de satisfacer primeras necesidades, priman cuestiones que nada tienen que ver con una oferta de una mega empresa. Casualmente los autoservicios desaparecieron o cambiaron de dueño con la oleada de inversiones chinas, que entienden esta filosofía y apuestan a comercios de proximidad y no a grandes superficies.

Del mismo modo que todos, ante la posibilidad de que Farmacity se extienda por el territorio con su estilo de comercio que es muy difundido en todo el mundo, las farmacias locales tal vez deban reconvertirse, o asumir que puede haber otra forma de llegar a los clientes. Y sobre todo, que esos clientes tal vez quieran tener a la mano un negocio de estas características.

Hoy resulta anacrónico considerar que un negocio que funciona en un distrito no pueda funcionar en otro porque una ley, que data de 30 años, lo impide. Eso suena tan anticonstitucional como los argumentos que esgrimen los farmacéuticos.

Cuando llegaron las cadenas de supermercados de grandes superficies cundió el pánico entre los comerciantes, quienes ya se veían cerrando las puertas, frente al “monstruo” que venía a destruir a tantas Pymes. Y la realidad es que las vimos convivir, porque el comercio de cercanía es muy importante para el vecino, la cuenta corriente y el trato diario hicieron el resto. Hoy incluso los grandes supermercados están padeciendo más los rigores de la época que muchos mercaditos de barrio, por la competencia china y de los mayoristas. Es muy probable que con Farmacity suceda lo mismo: habrá vecinos que irán a comprar allí sus medicamentos  y otros, la mayoría, que seguirán en la farmacia del barrio, porque allí tiene su cuenta y su relación personal. Al fin, conociendo la idiosincrasia de Pergamino y el perfil comercial de la firma, Farmacity en Pergamino sería más un paseo y una boca para compras “al paso” que la gran farmacia de la ciudad.

Lo que no se podrá, aunque se pretenda, es frenar la evolución de la tecnología y de los modos de comercializar.


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