Editorial

Feudos y política hereje en el Senado


Los 23 senadores electos (de un total de 24) en las elecciones del 22 de octubre, entre ellos los expresidentes Cristina Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá, juraron este miércoles en una sesión especial de la Cámara alta.

En la oportunidad les tocó recambios legislativos a los representantes de las provincias de Buenos Aires, Misiones, Formosa, Jujuy, La Rioja, San Juan, San Luis y Santa Cruz. 

Mirando la grilla de los ingresantes, salvo la provincia de Buenos Aires y alguna otra excepción, que van cambiando a sus senadores, cuando más al interior ingresamos más caras repetidas vemos. Tengamos en cuenta que cada senador dura seis años en sus funciones y si es reelecto una vez ya cumple 12 años y una tercera vez y se va a 18. De modo que fácilmente hay dirigentes que se terminan eternizando en el Senado donde, la realidad marca, tienen más beneficios que los diputados por lejos.

Tanto que hay una relación muchas veces difícil entre diputados y senadores, y los primeros secretamente (o no tanto) los llaman irónicamente “los padres de la Patria”.  Porque en definitiva, los beneficios económicos y de otros, más el poder cuasi vitalicio que les es conferido mucho los asemeja a un patriarcado.

Y decimos que los bonaerenses son quienes más recambian senadores, lo que no quiere decir que se trate de dirigentes desconocidos, sino de caras que también hemos visto hasta el cansancio en otros espacios de poder. En esta etapa ingresaron por el PRO, Esteban Bull-rich y Gladys González, y por Unidad Ciudadana, Cristina Kirchner. 

En Misiones caras conocidas pero renovadas para el senado: por un partido provincial Maurice Closs y Magdalena Solari y Humberto Schiavoni del PRO. En Formosa todos reelectos: Rubén Mayans, Teresa González y Luis Naidenoff, en Jujuy reelecta la radical Silvia Giacoppo e ingresan Mario Fiad UCR y Guillermo Snopek del Partido Justicialista. En La Rioja fue reelecto Carlos Menem e ingresan dos Cambiemos, Julio Martínez y Olga Brizuela. En San Luis fue reelecto  el peronista Adolfo Rodríguez Saá con María Catalfamo y de Cambiemos Claudio Poggi. En San Juan fue reelecto de Cambiemos Roberto Basualdo e ingresaron los peronistas Rubén Uñac y Cristina López y en Santa Cruz ingresan Eduardo Costa y María Tapia de Cambiemos y Ana María Ianni del Frente para la Victoria. Entre los que permanecen también encontramos nombres conocidos de larga data como Carlos Reutemann, que está ejerciendo su tercer mandato. Es decir que próximamente va a cumplir la mayoría de edad en el Senado representando a Santa Fe.

No es ocioso hacer este repaso porque muestra con toda crudeza las provincias que son feudales y las que no lo son. En las primeras surgen las reelecciones eternas, el sillón de senador “alquilado”, quitando a las provincias la posibilidad de la alternancia. En realidad si bien es el ciudadano quién elige sus representantes a través del voto, no se puede ignorar que en provincias claramente clientelísticas, a quienes están en el poder mantenerse en él casi eternamente. Para no hablar sólo en abstracto, cuando en San Luis Poggi le ganó la interna abierta a Rodríguez Saá, pudimos ver cómo camino a los comicios generales, el actual senador abrió una línea telefónica directa con los vecinos de San Luis a los que otorgaba cuánto le pedían, trabajo, vivienda, electrodomésticos, planes de ayuda. Como es casi una obviedad decir, triunfó en los comicios definitivos y ahora acaba de asumir su tercera senaduría consecutiva (18 años). 

Y si coincidimos en los peligros de las reelecciones indefinidas de presidentes, gobernadores e intendentes, claramente prohibidos por la ley, no puede menos que preocupar que en el Senado todo vaya en contrario y en los hechos tengamos senadores vitalicios. Y donde más se abrazan a esta posibilidad es justamente en provincias que manifiestan un atraso crónico en la calidad de vida de sus ciudadanos. Es decir, que poco y nada han logrado sus representantes legislativos, amén de lo hecho por sus gobernantes directos. No obstante, allí siguen, atornillados a sus bancas, sus beneficios, sus dietas y sus fueros, sobre la base del uso del poder que una vez les fue conferido, para seguir manteniéndolo, para seguir en la primera plana política. De este modo la democracia formalmente existe, porque ganan con votos, pero es una democracia de baja intensidad, muy amañada. 

Al fin, el uso de las necesidades de la gente para mantenerse en el poder es una de las tantas perversidades, sino la más hereje, que tiene la política que se nutre de la pobreza, la desesperación y las carencias de sectores de la ciudadanía. 

Situaciones como las descriptas no son sencillas de resolver, porque aun impidiendo las reelecciones indefinidas de las que ahora gozan, esperan el turno poniendo un senador de su íntima confianza para después volver. Lo han hecho los Rodríguez Saá entre hermanos, sin ir más lejos, lo hemos visto en otras provincias como en Santiago del Estero entre miembros de un matrimonio se pasan el poder de gobernador uno y senador el otro.

Es que los territorios feudales que aún quedan en la Argentina necesitan de más que una ley para modificar conductas; necesitan  la educación, el desarrollo, la existencia de empleo de calidad no estatal, lo que paulatinamente puede hacer la diferencia. 

Mientras tanto y al solo fin de colaborar en comenzar un largo pero esperemos exitoso camino de cambio, debiéramos limitar por ley las reelecciones en el Senado, habida cuenta que de por sí, son los cargos más extensos de la política argentina, ya que no hay sillones de seis años, inamovibles, entre los cargos electivos. Los diputados nacionales o provinciales, los concejales tienen cuatro, el propio presidente de la República y demás ejecutivos tienen cuatro y los funcionarios políticos están todos a tiro de decreto y pueden ser removidos en cualquier momento. 

El problema, cada vez que hay que aprobar leyes que tocan a la política -en este caso a los senadores-, es que quienes deben aprobarlas son políticos precisamente y esto hace que solo a partir de una enorme presión ciudadana se logren resultados. De ellos, claramente, no nacerá la iniciativa para limitar sus mandatos. 

Por el momento, no hay presión sobre esta cuestión, de modo que el tema no está en agenda y dudamos que lo esté en un plazo, al menos, razonable.

 


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