Editorial

Frentistas y autoridades: ¿y las veredas?


Cuando se trata de espacios comunes en las ciudades nada parece sencillo, sobre todo cuando, en principio, no es el Estado el que se hace cargo de la tarea y los costos. Cuando se trata de una plaza no hay conflicto, es el Municipio a quien corresponde arreglarla, pero ¿cuándo se trata de una vereda? Aquí hay una superposición de responsabilidades que hace más difícil –por lo que vemos- encarar una mejora.

Para ubicarnos en el plano legal, las veredas son propiedad privada de uso público, de modo que mientras no se asuma esta doble imposición respecto de estos espacios, sucede lo que vemos en Pergamino y tantas otras ciudades: muchas veredas rotas, con los riesgos que todos conocemos y muchos hemos padecido en carne propia con brutales caídas y sus consecuencias. A este problema se suma la cuestión estética, porque las veredas desastrosas afean claramente la ciudad.

No se trata, no obstante, de una problemática que no tiene solución, porque la Ley y la jurisprudencia de causas que se han tramitado en distintos puntos del país, establecen que ante un accidente por una vereda rota se hace lugar a la demanda y si se llega a una condena es tanto al Gobierno de la ciudad como al propietario frentista. Ambos son obligados a indemnizar a la víctima por los daños sufridos al tropezar en una vereda, por el mal estado de conservación de la misma. Y es así porque el propietario frentista responde, en principio, por el estado de las aceras en virtud de las normas que así lo disponen, mas no en su condición de propietario de la acera, dado que es cosa del dominio público del Estado municipal.

Lo que es esperable, antes de llegar a generar accidentes, caídas y demandas judiciales, es que cada vecino tuviese su vereda en condiciones de ser transitadas, porque es su obligación y porque no es lógico que mientras mantenemos nuestro hogar en condiciones y apenas se levanta una baldosa del living corremos a reponerla, seamos claramente indolentes con la vereda. Daría la sensación que como se trata de un lugar de paso de otros vecinos, ya no queremos hacernos cargo.

Si en Pergamino las veredas rotas son un problema urbano, lo que sucede en la Ciudad de Buenos Aires es un verdadero desastre. Por eso el jefe de la ciudad Horacio Rodríguez Larreta anunció que asumirá la tarea titánica de arreglar más de 36.000 veredas este año y otras 85.000 durante 2019. Esta es la promesa oficial del Gobierno metropolitano en respuesta a uno de los principales reclamos de los vecinos. Es que las quejas sobre veredas ocupan el cuarto lugar entre las demandas ciudadanas: se reciben 3.307 por mes. Como primer paso, el Gobierno de la Ciudad notificó directamente a 79.114 vecinos sobre el estado de las veredas correspondientes a su domicilio. Quizás presumiendo que, hijos del rigor al fin, la respuesta sería variopinta y muchos ignorarían la intimación, resolvió encarar desde el Estado la resolución. Veremos qué formato Larreta establece luego las responsabilidades de los arreglos que realice, ya que muchas de esas roturas corresponden a reparaciones de tendidos realizadas por empresas de servicios.

En algunas ciudades del interior, cuando un vecino tiene su vereda en malas condiciones recibe una notificación, en cumplimiento a la ordenanza que respalda la acción, para proceder con su reparación en un plazo de 90 días. Si no se arreglara, la Comuna en todo caso puede asumir las tareas y luego cobrarle al vecino que no la arregló en el plazo previsto por la norma. Algo similar a lo que en Pergamino se ha realizado en otras oportunidades con los terrenos de propiedad privada baldíos, sucios y abandonados. El Estado municipal lo toma en forma precaria, lo limpia y desmaleza y luego lo devuelve a su dueño cobrándole la tarea que per sé, y pese a las intimaciones, no había realizado. Y era muy importante esa tarea porque los vecinos de estos terrenos tenían que convivir con la suciedad y las lacras que esos terrenos y la negligencia de sus propietarios les generaban.

Del mismo modo tenemos que pensar en las veredas, en cualquier calle del Centro o de los barrios, en la misma avenida que es un lugar de gran tránsito diario y la verdad es que nos encontramos con baldosas sueltas, flojas, agujeros, un peligroso cóctel donde hay que ir muy atento para esquivar estas acechanzas diarias, porque de lo contrario podemos terminar en una caída muchas veces complicada. Hemos visto porrazos tremendos en estas veredas de Pergamino y tras los mismos, los vecinos nunca se hacen cargo de esas veredas, esto es algo histórico en Pergamino y en la mayoría de las ciudades de nuestro país. Y si el Municipio tampoco los intima a que lo hagan, así quedan, cada vez más rotas. Salvo honrosas excepciones de vecinos que vemos que han terminado su casa y han acompañado la tarea con el arreglo de la vereda, nadie toma en cuenta este espacio público.

Por eso es que mientras no haya un impulso de parte de los concejales de revisar las ordenanzas respecto de este tema para adecuarlas si hiciese falta y los funcionarios no se pongan en la tarea de pedir a los frentistas que arreglen las veredas que les corresponden, no habrá solución al problema.

 

 

 


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