Editorial

Garantizar la transparencia en las elecciones


Lo que está sucediendo en Tucumán tras las elecciones del domingo es propio de otros tiempos, cuando la libertad de elección en Argentina no figuraba dentro de las posibilidades de muchos ciudadanos. Se trata de un botón de muestra de lo que seguramente sucede en muchos lugares del país, donde el acto de ir a votar no es valorado en su total magnitud por personas que, carentes de una formación cívica acorde a estos tiempos y muchas veces direccionadas por punteros políticos, toman esta actividad más como una oportunidad para obtener alguna dádiva que para optar por un dirigente que pueda representar sus ideales. Es así, lamentablemente, por más que hayan pasado más de 30 años de la nueva democracia en Argentina. El sistema electivo va a dejar sospechas mientras aparezcan estas prácticas que no por viejas pierden vigencia. Al contrario, recrudecen cada tanto y ponen en duda la legitimidad de un resultado. Porque a esta altura nadie duda de que Juan Manzur va a ser el próximo gobernador de Tucumán porque fue votado por la mayoría de sus comprovincianos, aunque las desprolijidades que envolvieron el proceso electoral (en especial la quema de urnas,  las irregularidades en el escrutinio y las posteriores protestas con represión policial incluida) dejan flotando en el aire la sensación de que el candidato oficialista tenía que ganar sí o sí. Y como tal vez no hubiera hecho falta ninguna maniobra irregular porque la voluntad popular estaba de su lado, es una lástima que hayan ocurrido estos sucesos, que no solo le quitan brillo a una victoria legítima sino que pone en tela de juicio todo lo que está por venir en materia electoral en Argentina.

El país mira con atención lo que sucede en Tucumán por la proyección que este caso tendrá a nivel nacional. Y mientras desde el oficialismo nacional se minimiza la situación bajo el amparo de que la mayoría optó por Manzur más allá de los hechos repudiables que rodearon la elección, el arco opositor, naturalmente, expone con énfasis este grado de atropello sobre el sistema electivo que se evidenció en la provincia cuna de la Independencia y busca ponerles coto a eventuales situaciones similares que podrían darse para las elecciones generales del 25 de octubre, cuando los argentinos elijamos presidente para los próximos cuatro años.

De hecho el miércoles los principales líderes opositores se mostraron juntos para repudiar las irregularidades en los comicios del domingo y la represión del lunes, y al mismo tiempo exigirle al Gobierno nacional que garantice transparencia en las elecciones de octubre.

Mauricio Macri, Sergio Massa y Margarita Stolbizer en su rol de candidatos a presidente, además de Ernesto Sanz, titular de la UCR y José Cano, que fue candidato a gobernador por la oposición en Tucumán, fueron la cara visible de un encuentro que tuvo como eje el rechazo a lo sucedido el domingo y, a la vez, plantearle al Gobierno la necesidad de reformar el sistema electoral y enfrentar el feudalismo de varios de los gobernadores del norte argentino.

Como todo en estos tiempos se mide en clave política, hay un dato que no puede soslayarse.  Seguramente sin proponérselo, el kirchnerismo propició desde Tucumán lo que los opositores no habían podido lograr por sus propios méritos: que hubiera una unidad del espectro anti K. Claramente, si ganaba el frente opositor, era una derrota del kirchnerismo. Y como ganó el oficialismo, es una demostración de que las fuerzas están intactas para la batalla nacional. Pero lo que empañó todo fueron los actos desafortunados que tuvieron lugar durante y después de los comicios.

Y esa circunstancia hizo que los líderes opositores salieran a la palestra a pedir transparencia, corriendo el eje de la victoria de Manzur. La respuesta a ese mensaje de la unidad opositora llegó de la propia presidenta cuando, en el marco de su exposición en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, pidió a la oposición que reconozca el triunfo kirchnerista en Tucumán antes de estar denunciando las irregularidades. Sin embargo omitió hablar de lo sucedido y, más tarde, en otro gesto de no querer salpicarse con los hechos irregulares y la represión policial, evitó recibir a Manzur pese a que quien fuera su ministro de Salud se encontraba en Buenos Aires.

No sorprende Cristina Fernández de Kirchner cuando no habla de lo que muchos quieren que hable y que, cuando decide dirigirse “a todos y a todas”, hable solamente de lo que ella quiere hablar. En fin, debe tener sus razones para mantenerse en esa tesitura, ya que en los números que se manejan tan mal no le va, porque sigue manteniendo una alta imagen positiva.

El arco opositor, cabe remarcarlo, mostró una señal de madurez al confluir en un encuentro tan oportuno como necesario. Son los líderes políticos los que tienen la responsabilidad y el deber de exigir que no haya ni siquiera intentos de violar el mecanismo de selección de autoridades. Las urnas (como símbolo de todo el proceso electoral) deben estar al resguardo de cualquier déspota que pretenda desviar la voluntad que los ciudadanos expresan a través de sus votos. 

 

Es el deseo que no exista ni una sola sospecha de irregularidad cuando los argentinos elijamos pronto a las autoridades de gobierno. De lo contrario, como sucede con Manzur en Tucumán, el que gane será autoridad, pero la legitimidad quedará manchada.


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