Editorial

Hoy los Castro empiezan a dejar el poder tras 60 años


Con la conformación de la nueva Asamblea Nacional (el Parlamento cubano unicameral), hoy comenzará la transición del régimen castrista. Es mucho más de un apellido; es el ingreso al poder de una generación nacida después de la Revolución, que no abrazaron sus banderas sino que les enseñaron, y en todo caso aprendieron a abrazarlas.

Hablamos del principio del fin de los 60 años que abarcan las presidencias de Fidel (50) y de Raúl Castro (10); por primera vez no habrá un Castro como jefe supremo de la isla.

Concretamente Raúl le cede el paso a una nueva generación, luego de 10 años de gobierno, una vez que sucedió a su hermano el mítico Fidel, quien le traspasara el mando por pura vejez. Un gesto interesante de Raúl, porque bien podría haberse perpetuado hasta su muerte o designar a dedo a su sucesor. De todos modos, nada de lo que hagan los Castro se inscribe en la democracia tal como la conocemos, partiendo de la base de que hay régimen de partido único y que el mismo Rául es y seguirá siendo su presidente.

De todos modos, habrá un proceso de selección representativo, ya que se elegirán y ratificarán 31 aspirantes de entre los diputados que integran la Asamblea. El favorito y supuesto sucesor a partir de hoy es el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, un político de 57 años que pertenece a la generación de dirigentes que no vivieron la Revolución.

No es un dato menor que un político que no vivió la problemática con Batista en los 50 ni la mística de las 60, con la lucha, la guerrilla, el Che Guevara; es posible que aun habiendo sido criado en la Cuba comunista, gobierne con una visión más desapasionada de ese pasado que para la vieja guardia era, claramente, heroico. No obstante Miguel Díaz-Canel, aunque no vivió aquellos años, viene de toda una carrera política de funcionario leal y eficiente, que se ha formado con el régimen. Se trata de un ingeniero que pasó por todos los niveles de dirección del Partido Comunista de Cuba y del Gobierno. En 2009, Raúl Castro lo nombró ministro de Educación Superior y en 2013 vicepresidente primero, convirtiéndose Díaz-Canel en el político cubano nacido después del triunfo de la Revolución con más alto rango dentro del Gobierno.

La elección de Díaz-Canel no significa una simple sucesión en el cargo de presidente sino que representa una transición generacional dentro de la Revolución cubana, una idea que hasta hace pocos años parecía descabellada, sobre todo porque el estilo de Fidel era absolutamente omnipresente para gobernar. De todas maneras Raúl Castro seguirá monitoreando la situación de la isla con el nuevo presidente hasta 2021 como secretario del único y poderoso Partido Comunista. No es fácil pensar que Cuba será otra de un día al otro.

El desafío del nuevo presidente es enorme, para seguir avanzando en la modernización de Cuba, en sacarla de la pobreza en la que fue cayendo, cada vez más, cuando Rusia ya no pudo asistirla como en el siglo pasado y ahora sin el derrame de las ganancias del petróleo venezolano. En 2008, Raúl Castro se hizo cargo de un país en el que poca gente tenía computadoras o celulares, en el que sus ciudadanos solo podían salir al extranjero con un permiso especial y era difícil para cualquiera iniciar un negocio propio.

Sus 10 años fueron importantes porque se dieron los primeros pasos para salir del atraso, miles de pequeños comercios, cafeterías, casas para alojar turistas, carteles de venta de viviendas y ofertas de productos del agro para beneficiarios de tierras en usufructo, mientras millones de personas se comunican con familiares y amigos en el exterior mediante un sistema de WiFi público, limitado pero accesible. Esto era impensado una década antes, porque solo el Estado podía ofrecer trabajo y la inmovilidad social y el empobrecimiento se convirtió en la constante.

Además, desde que el mandatario cubano y su colega Barack Obama restablecieron relaciones diplomáticas en 2015, una parte no especificada de la deuda externa de la isla fue condonada o reestructurada y el número de turistas se duplicó hasta alcanzar unos cinco millones de visitantes al año. También Obama hizo posible, a horas de dejar el poder, lo inesperado y más ansiado por los cubanos en el exilio: el restablecimiento de los vuelos entre Estados Unidos y Cuba. Nada es la panacea, todo es complejo con el gobierno cubano por lo que de todos modos hay una serie de trámites que seguir para que un exiliado -desertor para el régimen- pueda volver a ver a su familia, pero es posible. Todo lo que resta por avanzar en ese sentido ahora, con Donald Trump, va a ritmo lento.

Tanto como Fidel, Raúl Castro quedará en la historia de Cuba, no por ser el líder de una de las revoluciones más duraderas del Siglo XX sino porque se atrevió a romper el estigma de la iniciativa privada como incompatible con el sistema socialista cubano y permitió a partir de 2010 un incipiente mercado laboral independiente del Estado. Fue el artífice de que se comenzara una transición más que compleja: traer a Cuba desde 1959 directamente al Siglo XXI, de volver a introducir a la isla en el concierto de naciones, de acercar a sus ciudadanos al uso de la cibernética; todo sin desarmar la estructura interna del régimen, donde hay una única voz, donde todo lo da y lo quita el Estado, donde los ciudadanos son súbditos. Ha logrado un digno equilibrio entre convicciones y necesidades. Más allá de compartir o no esas convicciones, podemos decir que desde la mirada del régimen la transición viene siendo lenta pero exitosa.

Y hoy se dará un nuevo paso en ese camino.

Aun falta mucho si se piensa en Cuba como un país libre de regulaciones para sus habitantes. El Estado aún centraliza buena parte de las actividades económicas, emplea a tres de cuatro personas en la isla y los salarios gubernamentales son bajos, equivalentes a unos 30 dólares mensuales.

Castro mismo ha predicado frente a sus funcionarios que deben dejar de lado los prejuicios contra la empresa privada, y a entender que el modelo socialista necesita ser renovado para no desaparecer. Sin embargo, también calmó las críticas de quienes le urgían a ir más rápido, explicando que la revolución no pude darse el lujo de aplicar medidas de ajustes rápidos que descuiden la protección social a los sectores más vulnerables.

No todas son razones ideológicas en Cuba, también hay intereses porque la enorme burocracia estatal muchas veces siente que los cambios que benefician a unos 600.000 emprendedores ponen en riego sus privilegios, pues los nuevos empresarios suelen competir con los servicios que antes prestaba el Estado. En lo político, Cuba continúa teniendo un modelo de partido único con un fuerte control sobre las organizaciones sociales y poca tolerancia a los grupos disidentes que no tienen estatus legal.

Con esta Cuba deberá lidiar el primer mandatario que no es de apellido Castro en más de medio siglo. Se espera (y en un régimen dictatorial no hay margen para otras posibilidades) que sea Miguel Díaz-Canel, un dirigente que nació después de la Revolución Cubana y en el que están puestas ahora las expectativas de ver una mejoría en los ciudadanos de la isla y continuar la transición hacia una Cuba libre. Porque volver atrás no es una posibilidad.


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