Nuestro WhatsApp:+54 9 2477 65-4706
Hoy se realiza la movilización pautada por el sindicalismo, “contra la reforma laboral, contra la reforma previsional, por el aumento de emergencia por una jubilación digna y por la defensa del empleo”. Una amplia gama de reclamos que esconde dos cuestiones clave: la fuerte interna de la CGT y la izquierda que va copando las bases de los sindicatos y que son propensos a tomar la calle y acusar al sindicalismo tradicional de “burócratas”. Estas son las realidades en que se maneja el gremialismo actual, navegando entre dialoguistas con el Gobierno (la UOM, Sanidad, Alimentación, Suterh y Comercio) con los referentes de los gremios, Francisco Gutiérrez, Héctor Daer, Rodolfo Daer, Víctor Santa María y Armando Cavallieri, que no participarían de la marcha y el resto de las organizaciones que afirman que harán su aporte: Camioneros, Bancarios, la CTA, y la UTA entre otros. El sindicato del transporte anunció que participará de la protesta pero los colectivos, trenes y subte funcionarán con normalidad, ya que no se trata de un paro. Todos los servicios de transporte del país, entonces, funcionarán normalmente, según afirman. Sin embargo, que el gremio se movilice masivamente para participar de la protesta y antes del mediodía se congregue en las inmediaciones de la Plaza de Mayo es garantía de caos en la Capital y de posibles faltantes de elementos en el resto del país.
La idea de la marcha es mostrar una sola voz ante el Gobierno en términos de tomar la calle. En la Casa Rosada cayó mal la noticia de que el acto se realizaba a una semana de las Paso, con un reclamo tan amplio como escasamente específico. En este sentido, los gremios acusan al oficialismo de trabajar para dividir la CGT, porque temen que en definitiva con un sindicalismo altamente politizado como el argentino la división del movimiento obrero en término de dirigentes se logra con poco esfuerzo. Los intereses cruzados de sindicalistas que hace ya mucho se olvidaron de banderas históricas de la defensa de los trabajadores y están altamente contaminados, hacen que la tarea de quienes pretenden seducir a sectores del gremialismo resulte sencilla.
La pelea entre dialoguistas con el macrismo y los halcones opositores está cada vez más álgida; solo los acerca el temor a que las bases sindicales se sigan inclinando por dirigentes de izquierda, un miedo que a los combativos y a los burócratas preocupa por igual.
Tenemos un sindicalismo acostumbrado a nadar en las aguas del juego político y olvidarse, muchas veces, que al fin ellos están sentados en sus cómodos sillones de secretarios generales para defender a los trabajadores y no para vivir atados a los oficialismos y las oposiciones.
Sería más lógica y comprensible esta marcha y la amenaza de un paro general si el Gobierno hubiese intentado avanzar en una flexibilización laboral, más allá de algún comentario que ha hecho el presidente. Pero a una semana de las Paso, cuando el macrismo logra apoyos electorales que lo refuerzan electoralmente camino a octubre, plantear un plan de lucha suena más a movida política que a pelea sindical en defensa de los trabajadores.
Necesitamos un sindicalismo que respete su esencia, que es la defensa de los derechos de los trabajadores, y cumpla su rol con prescindencia de política partidaria. En realidad, más que nadie lo necesitan los propios trabajadores, que terminan siendo usados para establecer posicionamientos personales y son de-satendidos en sus requerimientos por sus propios representantes, más ocupados por hacerse un lugar en la arena política. En definitiva, el dirigente gremial se debe a un colectivo que son sus afiliados y debe defender su bienestar y sus derechos. Lo que lógicamente lo llevará a tener tensiones con el oficialismo de turno, con las patronales del sector privado y eso entra en lo normal de lo que implica la tarea gremial. Es en esos casos, cuando se trata de hacer escuchar el reclamo laboral, cuando el sindicalismo debe hacer sentir fuertemente su presencia, de ser necesario incluso copando las plazas. Lamentablemente en la Argentina se mezcla el sindicalismo con la política y con los negocios, no en vano los popes sindicales terminan, en muchos casos, siendo sospechosamente ricos. Y estos mecanismos desnaturalizan la labor sindical, de modo que cualquier lector distraído podría preguntarse que si esto es así, por qué los afiliados a un sindicato si no están bien representados, en las elecciones no elijen a otros dirigentes para que lleven los destinos del colectivo gremial.
Y aquí llegamos a uno de los nidos gordianos de la cuestión sindical en la Argentina, donde en los reglamentos gremiales no existen las minorías, de modo que quien gana una elección se lleva todos los cargos, esto impide el crecimiento desde adentro de las estructuras gremiales de una posible renovación. Pero además, una vez que los sindicalistas se atornillan en sus sillones de secretarios generales es casi imposible recambiarlos, porque empiezan a armar una estructura de poder, dinero y relaciones políticas que transforma cada elección sindical en una mascarada. Todas estas cuestiones han llevado a que en más de un sindicato sectores de la izquierda estén intentando copar las bases, lo que termina por poner en alerta de los popes sindicales y los lleva a algunas sobreactuaciones como la de hoy, de hacer una gran marcha en medio de las Paso y las elecciones de octubre, con un reclamo genérico y cuando aun no se ha comenzado a discutir siquiera la flexibilización.
La marcha seguramente será importante, porque cada organización se encarga de llevar sus columnas, que reclamen tampoco sería el problema, es al fin su tarea. El problema es por qué se movilizan en este momento, qué buscan los dirigentes y con qué intenciones lanzan ahora un plan de lucha. Las respuestas a estos interrogantes no son tan difíciles.
