Editorial

Incertidumbre y preocupación en una Argentina de dólar disparado


Estamos viviendo una etapa de incertidumbre y preocupación en la Argentina.

Contra todo pronóstico, es la economía donde se advierte el fracaso de Mauricio Macri se registra. No en la política, donde todo opinólogo consideraba que haría agua por su falta de experiencia más allá de la Ciudad de Buenos Aires, un distrito con particularidades muy diferentes al resto del país.

Por el contrario de lo esperado, decimos, Macri supo manejarse políticamente para que el ciudadano de a pie le tuviese más paciencia de la esperada, con tarifazos e inflación, logró un triunfo en octubre en las elecciones de medio tiempo, y no ha registrado serios deslices en la gestión como sí sus antecesores. Sin embargo, desde octubre del año pasado hasta ahora su popularidad comenzó a bajar en forma sostenida, pero atada a la mala praxis económica. Y ya sabemos que los argentinos medimos el éxito de un gobernante por el bolsillo, más que por cualquier otro asunto institucional.

Desde entonces, los problemas económicos no hicieron más que profundizarse y ya no se necesita solo muñeca política sino algún resultado positivo para remontar su performance y no perder el poder en 2019. Con salarios a la baja, el costo de vida que aumenta, la recesión que ya se instaló y el rosario de errores no forzados en la política monetaria (dólar disparado y salida de divisas en forma exponencial para contenerlo sin resultado), su situación electoral se ve de momento muy comprometida.

Al fin, la situación social comenzó a degradarse; la CGT que no mostraba mucho interés en un paro, finalmente tuvo que anunciar la medida de fuerza para el 25 de este mes, presionado por bases que ven el techo del 15 por ciento salarial casi como un chiste y las revisiones vienen muy discutidas. Camioneros, con los Moyano enardecidos además por el jaqueo judicial, comenzó un paro que no sabemos qué efectos tendrá y cuánto durará, al fin, porque piden una recomposición del 27 por ciento del salario. Esta cuestión no es menor, porque los gremios de transporte son, en el mundo, sindicatos muy fuertes. El único gremialista estadounidense que recordamos todos es Jimmy Hoffa, jefe del gremio de los camiones por los escándalos que protagonizaba, en un país donde el sindicalismo no ocupa un espacio de referencia. Hace poco el paro de camioneros en Brasil obligó a Michel Temer a ofrecer hasta lo que no podía con tal de que volviesen a trabajar, porque terminó acorralado por el desabastecimiento médico y alimentario.

En este clima, no paran los efectos de la corrida cambiaria de fines de mayo que, contra los pronósticos previos, no frenó pese al paraguas que nos dio el FMI. Precisamente, la renuncia de Federico Sturzenegger fue el corolario, con carácter indeclinable y lo más probable es que esta dimisión sea solo una formalidad para maquillar que su salida fue pedida por Mauricio Macri. Con justa razón: en su gestión el dólar no encontraba su techo y recurrió a una estrategia con la que nunca logró contener a la moneda estadounidense y, encima, provocó una pérdida de miles de millones de las reservas, la más grande de la historia del Banco Central.

Al fin, Macri ofreció a Luis “Toto” Caputo la presidencia del Central; dicen que ya desde el freno de la última corrida cambiaria estaba convencido de que él debía ser el hombre. También lo pensaban en la Jefatura de Gabinete.

Y en un país de mentalidad claramente dolarizada, donde cada vez que aumenta la divisa los supermercados comienzan a remarcar febrilmente todo, tener un dólar a 28 pesos, si bien puede ser la cifra ideal para el equilibrio monetario y la competitividad de nuestros productos, es una desgracia en la microeconomía, que está llena de argentinos que vivimos sugestionados por la cotización y de muchos “avivados” que se cuelgan de una ecuación de la que no forman parte. Así somos, no estamos preparados mentalmente para una flotación libre (mucho menos post cepo) ni para el sistema económico que comenzó con la llegada de Macri, bueno en la teoría, exitoso en países con otras culturas productivas y de consumo, y apto para una ciudadanía que tenga una mentalidad que se vaya adaptando a los cambios que se proponen.

La verdad es que en Argentina, desde los industriales, pasando por los trabajadores, los comerciantes o los profesionales, no nos adaptamos tan rápidamente a golpes de timón tan radicales como el que vivimos de kirchnerismo a macrismo. Todos estamos acostumbrados a cierto nivel de regulación y no estamos preparados ni para competir ni para nadar en aguas tan abiertas. Tampoco podemos culpar a quien atesora en dólares sus ahorros porque la Argentina eliminó 13 ceros de su moneda en 40 años, de modo que no vamos a recuperar la confianza en el peso de un mes a otro.

Y cuanto más fuerte es la tormenta, los argentinos más quieren resguardarse en el dólar. No olvidemos que en esta semana nuestros bonos de largo plazo cayeron, el riesgo país se incrementó y la demanda de dólares minorista también tuvo un alza sostenida. Por eso ahora el principal desafío del nuevo titular del Banco Central es calmar las aguas. Y, sobre todo, entender que la pesificación de la economía no es por coerción sino por confianza, que al igual que lo que exigen los inversores excede al voluntarismo. Y la realidad muestra que aunque el FMI lo pida, la Argentina no está preparada para flotar libremente, pero sí de manera administrada.

También fue un error innecesario ir poniendo desde el Banco Central metas de inflación que nadie les pedía y que invariablemente incumplían. Este año empezaron prometiendo el 10 por ciento, de allí pasamos a prometer el 15 y del 15 vamos a tener una inflación del 27 por ciento. A este número hay que agregarle otro no menos preocupante: el financiamiento es imposible para las Pymes con tasas del 40 por ciento.

Estamos frente a un escenario en el que los costos se disparan, la economía se frena y la conflictividad se incrementa. Estamos con problemas realmente serios y los próximos días nos darán una pauta concreta: Federico Sturzenegger se fue del Central en medio de la desconfianza que generó en los mercados, ahora veremos si con Caputo vuelve la confianza o el problema generado ya ha llegado al corazón del Gobierno. No es poca la diferencia.

La incertidumbre reina y solo nos resta esperar.


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