Editorial

Inflación: de la visión del Gobierno a la tangible realidad de la gente


Un enfermo que niega su mal está condenado a no superarlo, al igual que un funcionario o un equipo de gobierno que se empecina en no admitir un problema que afecta a toda la sociedad. Así, el Gobierno nacional ha venido esquivando desde la dialéctica temas sensibles como la inseguridad, la inflación o las causas judiciales que tienen bajo la lupa a encumbrados funcionarios. De eso no se habla, al menos en público, y para disimular siempre hay un discurso agresivo, o el ya famoso relato, que suele contener una verdad a medias pero que siempre está viciado de segundas intenciones, como la de desviar el eje de la discusión con ejemplos que son presentados como paradigmas de un país floreciente, pero que en verdad son  puestas en escena de hechos que distan de la realidad.

Por ejemplo, la economía en Argentina, en términos de percepción de la gente común, de los comerciantes y pequeños y medianos empresarios, no tiene signos de reactivación genuinos, surgidos de un circuito productivo virtuoso. Este conjunto de personas conforman la clase media –en todas sus variantes- y es la franja que más padece los efectos negativos de la economía recesiva que sólo registra actividad en 12 cuotas. Arriba están las clases más acomodadas, las que no reciben tan fuerte los impactos de la inflación y la falta de oportunidades para mantenerse o crecer; mientras que hacia abajo están los sectores bajos o pobres, cuando no indigentes, que sobreviven con la ayuda del Estado a través de aportes que llegan sistemáticamente. En este punto vale señalar que en Argentina las clases más bajas viven mejor que antes, pero lo negativo del caso es que no tienen oportunidades para salir de ese nicho. La lectura es que mientras el Gobierno los asista con dinero y no con posibilidades de salir de pobres, seguirán allí, como rehenes de un perverso sistema dadivoso. Para sintetizarlo: los pobres viven un poco mejor, pero no dejarán de ser pobres y, al mismo tiempo, quedan sujetados a una política clientelar.

Uno de los últimos “relatos” de la presidenta Cristina Kirchner hizo referencia a que la Argentina estaba con altísimos niveles de demanda turística, con récord de ocupación y movimiento comercial en los principales centros vacacionales del país, y presentó el dato como un indicador irrefutable de que el país estaba en una senda positiva, que la gente sale de vacaciones porque vive muy bien y le sobra la plata.

Se sabe, por caminar las calles, recorrer negocios y hacer las cuentas hogareñas, que la plata cada vez rinde menos, y que esto viene sucediendo desde hace años, con una profundización en los últimos meses. Y eso no tiene otro nombre que no sea inflación.

De qué sirve que haya alta ocupación turística si los asalariados (en blanco) tienen que pedirle permiso mensualmente a la Afip para comprar 300 ó 400 dólares a 10 pesos para luego venderlos a 13 en el mercado negro y así hacerse de unos 1.000 pesos extra que le ayuden a no deteriorar tanto su poder adquisitivo. O que baje el 5 por ciento el precio de la nafta si el acumulativo durante 2014 de aumento de los combustibles rondó el 50 por ciento. O que aseguren que las alícuotas de las patentes de los automotores no van a sufrir modificaciones y las boletas en enero comenzaron a  llegar hasta con un 70 por ciento de suba porque los vehículos fueron revaluados y el tributo es proporcional al valor del rodado.

De qué sirve, también, que nos quieran hacer creer que vivimos en un país en crecimiento si en el almacén o el supermercado el billete de 100 pesos (la máxima denominación) alcanza apenas para el kilo de carne.

Por qué pretende el Gobierno mostrar a la Argentina como un país previsible si no sabemos ni siquiera cuánto vale el dinero que cada obrero ganó con el sudor de su frente.

Por qué se sigue negando a la inflación como un fenómeno que corroe a todos, sobre todo a los menos pudientes, si todos los gremios –incluidos los alineados políticamente con el Gobierno- negocian subas de salarios por encima del 30 por ciento.

La alta ocupación de las plazas turísticas es real y bienvenida sea porque la gente, al fin de cuentas, disfruta de las vacaciones. Aunque en la mayoría de los casos gasta su dinero allí porque las verdaderas cosas, que hacen al progreso y se consiguen con el ahorro, no las puede obtener, porque la plata rinde cada vez menos, porque no hay previsibilidad y por las escasez de créditos, entre otras cuestiones.

La inflación en Argentina no encuentra un techo y ya nadie se atreve a pronosticar con precisión un índice medianamente confiable para este año. El total de 2013 fue por encima del 28 por ciento y el de 2014 para muchos superará –cuando cierren todos los índices de diciembre- el 40 por ciento. Es tan cierto que la inflación crece como que el Gobierno no logra sincerar el fenómeno para atacarlo de una buena vez desde donde corresponde. Hasta que ese mal no sea reconocido como tal, en su real dimensión, no va a menguar, ni mucho menos desaparecer.

De hecho, en el Gobierno está prohibida la palabra inflación, pero la batería de medidas adoptadas en materia económica para frenar el proceso van todas hacia ese objetivo. Es decir que se siguen tomando decisiones donde lo primordial no es la resolución de los verdaderos problemas que afectan a los argentinos, sino cuidar el espacio de poder político. Así, mirando el ombligo y pensando siempre qué hacer para retener los cargos, no hay futuro.

En materia económica, la inflación es el termómetro que aporta información sobre el verdadero estado de la salud económica de un país. Tener bajo control este indicador evita la espiral inflacionaria, una escalada con consecuencias conocidas por todos.

En este marco, se hace necesario abandonar la sordera. Y resulta imperioso hacerlo identificando e interviniendo con convicción y firmeza sobre las causas que motivan la disparada de los índices inflacionarios.

Es cierto que el poder económico concentrado en los grandes grupos es en parte el responsable de esta situación. Pero es un protagonista que está en este juego y como tal hay que reconocerlo para poder controlarlo.

 

Este Gobierno ha hecho casi todo mal en materia económica, anteponiendo su visión ideológica por sobre la del sentido común. Y muchas veces, por el bien del país, hay que ser pragmático, ya que no por ello se van a abandonar las convicciones.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO