Editorial

Información, con responsabilidad o bochorno


En medio de un escándalo sin precedentes respecto de una conductora tan respetada como Mirtha Legrand, ayer se terminó de definir que, al fin, el programa de la diva de los almuerzos había sido utilizado por la mediática Natacha Jaitt para hacer una sucia operación, enlodando a periodistas, funcionarios, empresarios y conductores de televisión. Acusando a todos de pertenecer como clientes a una red de pedofilia que se descubrió entre los jóvenes del fútbol en el Club Independiente.

Lo cierto es que cuando el miércoles por la mañana llegó a Comodoro Py, citada a declarar Jaitt se sentó en la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 6, ubicada en el quinto piso, y comenzaron a preguntarle por C.P, una de las siglas que ella había dado en el programa.

Lo hicieron luego de mostrarles videos en los que ella hablaba de eso y sostenía que una empresa la había contratado para investigar el caso. Se le consultó entonces cuál era esa empresa, de qué manera había sido contratada y cuál había sido su remuneración.

Jaitt contestó, furiosa: “Yo no hablo de Carlos Pagni. Dije C.P. Hablo de Carlos Pérez. Por lo tanto, no respondo con relación a Carlos Pagni”. Esta versión ante la Justicia dista mucho de la que dio por TV, donde hasta dio la dirección del periodista al que ahora dice que no aludía, diciendo que puso una cámara para un seguimiento clandestino que le hizo por un año. Luego se negó a seguir hablando y se retiró del lugar. Pidió, además, que una policía la acompañe hasta la salida. La audiencia fue grabada y quedó al descubierto que las famosas “pruebas” que afirmaba tener, no fueron presentadas.

La mediática intentó salirse del tema que concita la atención de los medios y a los gritos afirmó que iba a declarar por la causa por violencia de género que tiene contra su ex y dijo ser víctima de “una cama”.  Hubo insultos y amenazó con “romperles la cara” a funcionarios judiciales. Así salió, huyendo del juzgado.

Este capítulo bochornoso es uno más de una dura operación mediática, donde se arrastraron honras y se ensució a muchos ciudadanos con fines inconfesables, posiblemente relacionados a la extorsión o al puro daño. Es probable que Jaitt sea un peón de una jugada más importante donde haya en las sombras figuras que no se muestran. Según denuncia la diputada Elisa Carrió se trata de una operación de algún servicio de Inteligencia desocupado que pretende perjudicar al Gobierno, porque entre los acusados hay varios funcionarios.

Sin embargo lo que no podemos soslayar es que el vehículo que amplificó la oscura operación fue un programa acreditado como el de Mirtha. Lo que valió a la conductora el ataque de todo el arco periodístico, de los colegas más prestigiosos de los medios, quienes se sintieron tocados por la calumnia en algunos casos y en otros que afirmaron sentirse “desilusionados” por el accionar de la conductora y su equipo de producción.

Lo que sucedió en la mesa de Mirtha, en una emisora de frecuencia pública de la TV argentina no dista de lo que se vive a diario en las redes sociales: gente que, alegremente, con o sin mala intención, lanza información de dudosa procedencia o la replica de otros desconocidos como si se tratase de una verdad revelada y desconociendo si lo que está diciendo es verdad o está debidamente probado. Y esto va tanto por las calumnias de este tenor como de pseudo noticias alarmistas que corren como reguero de pólvora por las redes asustando a la población. Finalmente, cuando alguien quiere saber si es verdad o no, termina recurriendo a los medios tradicionales, como diarios, radio y TV, que tienen una praxis periodística y una responsabilidad social que los compele a trabajar de una manera seria.

Lo que pasó este fin de semana con el programa de Legrand fue justamente que se saltó esa barrera que separa lo válido de lo irresponsable. A partir de una movida “twittera”, Jaitt se hizo un “autobombo” lanzando pistas de información que supuestamente tenía, allí, donde todo cae sin filtro y sin responsabilidad sobre los dichos. Consiguió su cometido, mediática al fin y necesitada de prensa como del pan de cada día, y fue convocada por una producción que se “enganchó” con la repercusión de la mujer en las redes, aspirando a replicarla en el rating televisivo, el que también necesitan con la misma voracidad.

Así, la prensa acreditada terminó haciendo lo que no debe y no le conviene: sumarse a operaciones de Inteligencia y mentiras que nacen en las cloacas. Si la televisión se suma a este estilo vergonzante, por un puntito más de rating como reconoció el productor general del programa de Mirtha, Nacho Viale su nieto, el periodismo se balea en un rincón.

Y en este sentido, la prensa escrita, formada en un marco que conjuga la libertad de expresión con obligaciones y responsabilidades, la que aun cree en el chequeo de tres fuentes informativas para dar a conocer una información, padece al ver cómo se bastardea la noticia.

No siempre es tan sencillo evitar las tentaciones de apurarse por una primicia, por el deseo de informar, pero tenemos en claro los medios gráficos como el nuestro, que la prensa escrita, como ningún otro medio, es la que termina validando la información frente al ciudadano y hay una responsabilidad insoslayable de abrazar la verdad cuando nos acompaña la certeza. Este es el mayor esfuerzo y el altar al que debemos rendir tributo para honrar la profesión de informar. Aunque esto nos cueste, solo por momentos, una mirada desconfiada y descreída de la sociedad, que nos encuentra lentos y prejuiciosos en la divulgación de ciertas informaciones que circulan por las calles.

Lejos de las noticias falsas de las redes sociales, a resguardo de las operaciones políticas, de la liviandad de algunos informadores de páginas o blogs, LA OPINION mantiene una línea de trabajo donde el respeto al lector está por encima de cualquier otro interés subalterno. Estamos formados así y felizmente eso ya no tiene remedio.

Obviamente que es más sencillo no chequear la información, dar espacio a supuestas noticias de dudosa génesis o transformar en noticia aquello que no lo es, por carecer de interés público y pertenecer a la esfera privada de la personas; de esa forma, en minutos llenaríamos páginas sin movernos de un escritorio y en nuestras redes multiplicaríamos la cantidad de “likes” y seguidores, en una sociedad siempre ávida del morbo y el escándalo. Pero la realidad es que no podríamos convivir con el resultado de contribuir a intoxicar a la sociedad, publicando el residuo antes que las informaciones serias y verificadas. Todavía tenemos el privilegio de sentarnos discutir las noticias a publicar anteponiendo la objetividad y la decencia informativa.

Lo sucedido con Mirtha Legrand, una conductora con 50 años de trayectoria televisiva, es un alerta porque al fin ¿necesitaba caer en la bajeza de presentar a Jaitt para atacar a diestra y siniestra por un punto de rating y en un tema enorme y delicado como la pedofilia? Seguramente que no y está pagando la consecuencia del repudio del periodismo serio. Pero sirve para demostrar lo dificultoso que es eludir la salida rápida de ofrecer información sucia, sin responsabilidad profesional, pensando que se le gana al programa del canal vecino. Y la realidad es que quienes buscan atajos para el éxito fácil del día, terminan estrellándose más temprano que tarde.

 

 


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