Editorial

La causa de Nisman en medio de una hoguera de vanidades e intereses


Desde la muerte misma del fiscal Nisman, una sucesión de pruebas y sospechas que marcan distintos rumbos, se comenzaron a poner sobre la mesa de la opinión pública.

Parece que las primeras evidencias fueron pisoteadas y arruinadas por las más de 30 personas que entraron al departamento, cuando el cuerpo aún estaba allí. No sabemos si alguien se llevó algo de sus pertenencias o alguna pista clave. La preservación de la escena es la norma básica y elemental del manual, como cualquiera de nosotros ha aprendido de sólo ver las series de detectives, pero en este país este tipo de accionar desprejuiciado es de lo más frecuente, en todos los casos.
A partir de las suspicacias que se generan a partir de la falta de certezas, oficialismo y oposición aprovecharon para hacer sus operaciones en un año electoral: testigos que decían a la prensa y luego desdecían en Tribunales, la fiscal del caso, Viviana Fein, enfrentada por la investigación con la esposa del fiscal, la jueza federal Arroyo Salgado que es querellante representando a sus dos hijas; la figura de Lagomarsino ubicada de uno y otro lado del tablero según la conveniencia. En fin, lo que a cada uno le conviene más allá de lo empírico, que brilla por su ausencia merced a la desidia inicial.

Mientras la fiscal mantiene la carátula de muerte dudosa, la exesposa con peritos propios dice que fue asesinato. Los encontronazos públicos terminan siendo bochornosos para el ámbito judicial. Porque como parte de las refutaciones se aduce la idoneidad o falta de ella de ambas, que son parte del mismo sistema.

En tanto, Nisman, ya muerto pasó por todos los estadios; de ser comparado con San Martín en vísperas del 18F, a ser vapuleado hasta por la prensa del corazón por sus salidas a boliches con modelos y chicas de la noche.

En medio de los sucesos que, vertiginosamente se desencadenan, Arroyo Salgado dice que el asesinato de su marido fue por dinero, luego se descubre que tienen una cuenta en Suiza en común Nisman y su técnico en computación Diego Lagomarsino. Que fue el último que lo vio y que es titular del arma con la que se mató o mataron al fiscal.

Acorralado por la querella, Lagomarsino salió a echar nafta al fuego diciendo que la mitad de lo que cobraba debía dárselo al fiscal, que ese era el modus operandi, con los empleados que cobraban altos sueldos. Todas cuestiones de compleja comprobación pero que, una vez dichas, sobrevuelan para siempre en la consideración social de una persona. 

En tanto, la jueza Fabiana Palmaghini desestimó el pedido formulado por la querellante, Sandra Arroyo Salgado, de apartar a la fiscal que atiende la causa, así que la fiscal Fein seguirá al frente de la investigación.

El fiscal de la causa Amia no descansa en paz. Tampoco puede defenderse de la catarata de ataques y las sobreactuaciones de algunas. Ni siquiera parece que se investigue con seriedad su caso, sólo se intenta cuadrarlo según la conveniencia de las partes involucradas.

Es tanto el embrollo que están haciendo que no se atienden la pista siria, la iraní, los problemas derivados de la denuncia presidencial, la interna de los servicios. Es decir, que no avanza ni el expediente de la muerte y se complica el del atentado.

Todo se ventila en los medios como en una gran feria de vanidades mientras las pistas de la muerte de Nisman se van enfriando.

Muchos otros intereses, además de los políticos que ahora abordaremos, se están jugando en este luctuoso asunto en el cual un fiscal de la Nación muere de forma sospechosa, mientras investigaba uno de los atentados más grandes de la Argentina y tras haber denunciado a la presidenta por encubrimiento.

La cuestión política no es menor en este asunto, diríamos que hasta se han invertido los roles: lo político va por delante y la muerte de Nisman es como un telón de fondo. 

La Cámara Federal rechazó el pedido de apartar al fiscal Germán Moldes, quien deberá defender ante el tribunal las acusaciones que lanzó el fiscal antes de morir o desecharlas. Ahora que el Gobierno fracasó en su intento de que la denuncia del fiscal contra la presidenta Cristina Kirchner por encubrir a Irán quede sepultada en el archivo, la cuestión se ha vuelto más encarnizada aún. Ayer, el jefe de Gabinete, que difícilmente pueda resistir un archivo de sus ambiguos posicionamientos, salió a los medios a acusar a Nisman de haber usado los fondos destinados a la fiscalía Amia para “salir con minas y pagar ñoquis”. Si fuera así, tal declaración deja tan mal parado al difunto como al Gobierno que, a sabiendas de que esto sucedía, lo mantuvo en el cargo.  

La causa ya está embarrada, sucia de intencionalidad política y de descrédito. Ya la sociedad ha tomado posición y ningún veredicto va a conformar a todos. Para la gente, en cualquier circunstancia o modalidad, a Nisman lo mató el poder.

Hecha esta aclaración, a esta altura lo que queda es preservar la imagen de la Justicia frente a la sociedad. Es nuestro único refugio como ciudadanos. Si la Justicia se pusiera seriamente a investigar y se terminara este conflicto que se desarrolla entre jueces, fiscales, querellantes y políticos, donde todos opinan como si se tratara de un partido de fútbol, podría evitarse que se caiga del descrédito y el desprestigio total.

Porque si no confiamos en la imparcialidad de la Justicia, ¿entonces en quién?


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23 de Marzo de 2024 - 05:00
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