Editorial

La cultura y el lenguaje son activos de la sociedad moderna


La revolución tecnológica en las comunicaciones es innegable, ha acercado al mundo, lo ha conectado con una enorme red global, ha permitido además un acceso democrático no solo a la información, sino sobre todo a la cultura. Los costos de los libros, por ejemplo, representaban en el pasado no tan lejano un obstáculo para los sectores sociales de menos recursos. Hoy hasta con un celular (que todos tienen) se puede leer un libro, obvio con una computadora se hace con más comodidad.

El interrogante que surge de estas disquisiciones se relaciona con una sociedad que cada vez lee menos, aun con toda la tecnología a su alcance hay un alejamiento de las actividades que hacen al crecimiento intelectual de grandes sectores de la población, no siempre los más vulnerables. Esta actitud termina por cortar transversalmente a la población, de modo que se van perdiendo los hábitos que más influyen en la formación de una personalidad abierta, culta y, en muchos casos, hasta más sana. La literatura, la historia contribuyen no solo a la cultura personal sino al uso de un lenguaje más variado, dentro de un idioma tan rico como el español. Una lengua que habiendo nacido de un latín declinado, tiene una enorme variedad de palabras para nominar y adjetivar cada objeto, situación o sentimiento.

Y aquí entramos en otra de las problemáticas que han traído, junto con los beneficios, las redes sociales: una verdadera degradación del lenguaje, una ortografía que da la sensación que las letras saltan a la mirada como saetas, utilización de palabras en un sentido inverso al que tienen, otras que por el uso del Whatsapp son cortadas al medio, generando una suerte de sublenguaje incomprensible para los no tan jóvenes.

Es una realidad que el lenguaje no es un elemento muerto sino algo vivo, va evolucionando con el uso. De allí que la Real Academia Española con el paso de las décadas ha ido incorporando modismos regionales de los países que hablan el español. No olvidemos que somos más de quinientos millones de personas en todo el mundo nos reconocemos culturalmente gracias a nuestra lengua común. Y es así que se han aceptado, en el caso de la Argentina, muchos vocablos derivados de los modismos rioplatenses, que hacen a nuestras características lingüísticas más distintivas.

Pero esto no indica que no estemos obligados a evitar que el descuido se imponga en el uso social del idioma español, siendo uno de los más ricos del mundo, resumiéndolo al uso de apenas 200 palabras, típico de aquellos que no leen y en este sentido este tema se conecta directamente con nuestro planteo inicial porque precisamente el único modo de poder utilizar nuestra lengua con su frondosa adjetivación es con el hábito de la lectura.

Y en esto las nuevas tecnologías, como es claro han contribuido a empobrecer los usos gramaticales con el pretexto de la velocidad en la comunicación, cuando en realidad estamos frente a simple ignorancia, sobre las posibilidades que ofrece nuestro idioma. También en este punto resultaría interesante una reforma educativa para otorgar el valor que merece al aprendizaje elemental que consiste en hablar y escribir correctamente la propia lengua. Ya que en los últimos años, hay docentes que siguen una escuela que otorga escaso valor a la ortografía, propiciando que los niños lleguen a jóvenes con verdaderos horrores al escribir los mensajes más sencillos. Si esos jóvenes a quienes no se los ha instruido en el modo correcto de la escritura, encima no tienen el hábito de la lectura, el cóctel es explosivo. Internet es una prueba más que palpable de este descuido, desconocimiento y deformación en el uso del lenguaje.

Nuestra lengua castellana es un tesoro de la cultura española, y termina siendo reconocido por los especialistas como un activo para el PBI de cada nación, un asunto que pocas veces se tiene en cuenta cuando se analiza la cuestión cultural considerándola una cuestión superflua y alejada completamente de la economía. Sin embargo, en la sociedad moderna, tan tecnificada y globalizada, la educación, la especialización y la cultura son activos fundamentales de un pueblo.

Sin embargo, la tecnología con tantos beneficios como ha traído, en el plano de la cultura está funcionando como una involución, lo que no deja de ser una preocupación en una sociedad que pretende ingresar a una etapa de desarrollo. En este sentido, fomentar la lectura, el uso correcto de la lengua y la profundización general de la cultura serán activos sobre los cuales podremos ver resultados tangibles. Si nos ponemos a pensar no hay antecedentes de una nación que haya ingresado al primer mundo, por nombrar los países centrales, con una población que carece de cultura y lenguaje apropiado.

Para pensar.


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