Editorial

La mala praxis política, germen de miseria y violencia


Hemos planteado en muchas oportunidades que la democracia, el concepto republicano, con defectos y virtudes es el mejor que se ha podido pergeñar para vivir en una sociedad moderna. Y la herramienta que posibilita la instauración de este sistema es la política, también con sus más y sus menos. Esta es la génesis de los beneficios y los maleficios que atraviesa un país, porque los matices ideológicos los tienen invariablemente quienes llegan al poder, porque de eso depende la visión que tengan de los medios de producción, las relaciones entre el capital y el trabajo, los caminos para el desarrollo. No obstante la línea ideológica que se siga, hay una cuestión que atraviesa como una espada filosa todos estos asuntos y es la clave, sino para el éxito, al menos para una saludable supervivencia: qué capacidad tienen los funcionarios para administrar. La eficiencia, la formación, la inteligencia, en fin, la capacidad tangible que tengan para la función es mayormente lo que hace la diferencia.

Es por esto y no necesariamente por el “modelo” que se aplique, que la política puede acercar mayor bienestar a los ciudadanos o complicarles sus vidas hasta llevarlos a que estalle la violencia. Y es aquí donde están los claroscuros del poder. Lo vemos claramente en Venezuela, donde los errores garrafales de la dirigencia gobernante (aun habiendo sido electa por el voto popular) llevó a la sociedad a un punto de verse en una suerte de guerra civil, donde la vida pierde todo valor y los ciudadanos -hijos de la misma tierra- se enfrentan a muerte, como enemigos irreconciliables. 

¿Cómo se llega a una situación tan dramática? Se llega cuando no está garantizada la salud, no hay alimentos para comprar, no hay artículos de limpieza, la economía está quebrada y la vida digna es un privilegio inaccesible. El Gobierno, atornillado a un sillón de poder que parece no tener ya legitimidad de mando (aunque la tenga de origen) recurre a la represión más brutal para frenar las naturales protestas opositoras y la chispa de la violencia ya está encendida. Sin legitimidad (de origen o adquirida) no hay solución posible. No hace falta ser un vidente para saber que el proceso venezolano terminará peor de lo que hemos visto hasta el momento. Y esta es una de las trágicas consecuencias de la mala praxis política, abrevada por una necedad que impide reconocer las propias limitaciones y una ansiedad enfermiza de mantener el poder aunque no sirva para conducir ni un triciclo.

Esta mala praxis también sucede en Santa Cruz, donde se está atravesando “el año que vivimos en peligro” por hacer una cita cinematográfica. Durante la madrugada de ayer en Río Gallegos, una protesta finalizó con heridos y un enfrentamiento con la policía provincial. Fue el punto cúlmine de un año de marchas ciudadanas, reclamando por educación (aun no comenzaron las clases y en 2016 solo se dictaron 90 días), salud (las obras sociales están cortadas), pagos de salarios y haberes (en mora desde febrero) un grupo numeroso de manifestantes que llegó hasta la residencia oficial de la gobernadora Alicia Kirchner (tras tomar conocimiento de la presencia allí de la expresidenta Cristina Kirchner). La situación se descontroló cuando los manifestantes ingresaron al patio de la residencia y el peligro se hizo inminente. Tanto la ineficacia oficial es repudiable como el avance sobre la casa de la Gobernación, pero no se puede desconocer que lo primero provocó lo segundo. Y así llegaron los gases lacrimógenos, balas de goma, respuesta con piedras y rotura de vidrios en la Jefatura de Policía. Recién a las 4:00 los disturbios terminaron. Dentro de la vivienda estaban Alicia, Cristina junto a su nieta de 18 meses y dos trabajadoras.

Cristina Kirchner usó luego su cuenta de Twitter para expresarse. “Eramos cinco mujeres solas con una bebé de 18 meses”. Inmediatamente, Mauricio Macri repudió el ataque. Y como en la política todo vale para provocar una reacción en el electorado, la gobernadora acusó al macrismo de organizar estos escándalos en su provincia. En fin, la mandataria no parece hacerse cargo de la grave crisis financiera que afecta a Santa Cruz y que tuvo, días atrás, una masiva marcha de antorchas en distintas ciudades de la provincia. 

Más allá de las explicaciones que quieran darse, hablando objetivamente, el problema en la provincia patagónica no parece político sino administrativo: no se pagan los sueldos en tiempo y forma, no comienzan las clases, la salud no está garantizada y la Justicia tampoco. No se abonaron aun los salarios de marzo y estamos a fin de abril, un dato que no es menor. Si los empleados no cobran su sueldo, no hace falta que ninguna estructura política (en este caso el macrismo) organice ninguna protesta, la misma situación lleva a que la gente, al fin, salga a la calle. Por otra parte, la propia Alicia Kirchner reconoce que la Provincia está quebrada y no menciona incumplimientos por parte de Nación; todo lo contrario, desde el Gobierno central desde hace 15 meses se giran 25 millones de pesos por día, para una población de 250.000 habitantes (un Pergamino más un San Nicolás). No solo le cumplen con la coparticipación sino que además la ayudan con ATN y demás herramientas financieras, y así y todo sigue quebrada y cada vez peor. La lectura es simple: no está bien administrada, y frente a ello, que es tan evidente, cualquier explicación política o ideológica es solo eso, mas no un argumento sólido que justifique el caos.

Si a la ineficiencia para administrar le agregamos la mala praxis política de no tomar las decisiones necesarias por cuestiones subjetivas, llegamos a un punto sin retorno, en que la violencia social es el natural eslabón siguiente en la cadena de hechos. Así, en un país que a Dios gracias no padece los rigores de una guerra misilística o del terrorismo, se “compra” este tipo de situaciones cuasi bélicas nacidas de la desesperación de unos y la inoperancia de otros.

Al fin, la provincia quebrada que dice haber heredado Alicia Kirchner es la misma que el kirchnerismo viene gobernando desde hace más de 25 años. Un territorio rico si los hay, por otra parte, porque tiene regalías petroleras con las que soñarían otras eminentemente pobres como Corrientes (que paga sus salarios en tiempo y forma, es importante resaltar).

Para empezar a llamar las cosas por su nombre: Santa Cruz ha sido vaciada por los K durante décadas y ahora le toca a la gobernadora cargar con lo que su mismo sector generó. Pero la situación, por la mala praxis política, anterior y actual, ha llevado a la provincia a la violencia. Porque es así como terminan las pésimas administraciones. ¿Por qué no se la interviene? La respuesta a esta pregunta no es administrativa como debiera sino, claramente, política: Macri no quiere victimizar al kirchnerismo y que lo acusen de intervenir la única provincia que gobiernan. Es un año electoral, por si algo faltara para este cóctel explosivo. Dejar de hacer lo que es debido también es mala praxis.

 

Por eso decimos que política así como es una herramienta que puede beneficiar al ciudadano, como dijimos por mala praxis, puede perjudicarlo.


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