Editorial

La renuncia de Díaz Gilligan le quita presión al Gobierno


El presidente Mauricio Macri viene dando señales, incluso antes del “retiro espiritual” en Chapadmalal, de que siente cierto cansancio respecto de las problemáticas en que los funcionarios envuelven al Gobierno. Un límite fue el conflicto con el ministro Jorge Triacca que le valió una desagradable baja en las encuestas tanto en su imagen como en la de su administración. Todo porque se decidió sostenerlo, prefiriendo pagar un costo por dejarlo en el cargo, que complicar las paritarias sindicales que el ministro tiene bastante aceitadas.

El affaire del funcionario de Trabajo con su empleada doméstica y los nombramientos en el sindicato de los marítimos, ayudó a visualizar una sospecha que tenían en el macrismo: que su electorado asumió la alta vara que puso el Gobierno cuando asumió Macri y no está dispuesto a aceptar que sean los propios funcionarios los que no logren pararse cómodamente en ese umbral.

Fue, precisamente, muy aplaudido Macri cuando ante la primera denuncia separó a Gómez Centurión de su cargo de jefe de la Aduana y cuando se investigó y se comprobó que era una “operación” en su contra y no un caso de corrupción, el funcionario volvió al cargo. Era lo que sus votantes esperaban y se sintieron reconocidos por el presidente y orgullosos de verse lejos de las actitudes del kirchnerismo para con los casos de corrupción.

Pero los conflictos de intereses se siguieron sucediendo y no en todos los casos el presidente tuvo los reflejos que al comienzo con Centurión. Y por eso se abrió una expectativa con el caso de Valentín Díaz Gilligan, el funcionario que figuró como propietario de una empresa británica que manejó al menos 1,2 millones de dólares a través de un banco de Andorra. Se trata del subsecretario general de la Presidencia, que en la tarde de ayer, finalmente, presentó la renuncia.

“Acá estamos dando una discusión sobre el patrimonio antes de entrar al Gobierno, es un caso previo a la función pública”, aclaró el jefe de Ministros Marcos Peña, un día antes de la renuncia a la mañana. Pero no es del todo cierto, porque Díaz Gilligan, reconoció que esa sociedad no fue declarada ante el Gobierno porteño cuando asumió como funcionario en 2013 y tampoco ante la Afip, a pesar de que estaba obligado a hacerlo en las dos ocasiones. De modo que si bien se trata de una circunstancia anterior a ser funcionario nacional, cuando tuvo cargos en el Gobierno de la Ciudad ya estaba el problema. Lo que importa develar es si esa cuenta sirvió para evadir impuestos lo que es un problema serio, y si lo hizo durante el ejercicio de la función pública, y en este caso le correspondería lo que establece la Ley de Etica Pública.

Y la verdad es que algo sucedió con esos fondos, porque en la tarde de ayer el funcionario renunció, dejando a Peña con la palabra en la boca, pero quitando al presidente la presión enorme que generaba este caso.

Porque como empresarios que son en general los miembros del actual Gobierno, son contestes que en definitiva en un país con una economía tan pendular y peligrosa como la Argentina, los que tienen dinero en casi todos los casos han buscado proteger fuera del país su patrimonio. Esta es una realidad que nadie puede ignorar. Sin embargo una vez que se asume como funcionario hay que exhibir una ejemplaridad contundente. Ya que no se puede pedir a los ciudadanos lo que no están dispuestos a cumplir los que nos gobiernan. Es una cuestión ética fundamental.

Peña defendió a Díaz Gilligan y ese apoyo, previo a la renuncia de la tarde de ayer le valió el enojo de los radicales que consideran que lo estaban protegiendo sin que la situación estuviese aclarada. Porque además, el funcionario dice que el dinero que depositó no es propio, abriendo un abanico de posibilidades sobre de quién fue testaferro, de quién es el dinero y por qué buscaron ocultarlo. Precisamente por todas estas razones su renuncia, que seguramente fue consensuada (cuando no por pedido directo del presidente) le quita presión a un caso que no se sabía qué fin podía tener.

El otro tema que se baraja es también al caso de Luis Caputo, tras la información que trascendió sobre las dos sociedades offshore en Islas Caimán y una gerenciadora de fondos en Miami que ocultó de su declaración jurada. Pedirán informes sobre Luis Caputo a la Comisión de Valores de EE.UU. Otro de los tantos conflictos de intereses que pueblan la Casa Rosada y que veremos qué final tiene.

El tema de Díaz Gilligan de todas maneras ya está en la Justicia por una denuncia que hicieron diputados opositores, porque la Oficina Anticorrupción que ventila el caso, al ser un organismo a cargo de Laura Alonso, militante del PRO, no genera la confianza suficiente cuando se trata de cuestiones del Gobierno, aun cuando la funcionaria haga su mejor trabajo o no, la realidad es que en la función pública hay detalles que no son menores. Alonso no era abogada como el cargo lo exigía y hubo que hacer un decreto de excepción para que asumiera y es un miembro del mismo partido político que está en el Gobierno al que debe controlar.

En Cambiemos la situación no era fácil tampoco, primero fue Mario Negri, jefe del interbloque de diputados de Cambiemos, quien consideró que Valentín Díaz Gilligan tendría que pedir que lo aparten del cargo. Para el secretario de Fortalecimiento Institucional, Fernando Sánchez, el funcionario debería solicitar licencia. La opinión de Sánchez tiene su peso porque es integrante de la Coalición Cívica de Lilita Carrió. Sánchez fue claro respecto a los escenarios en los que podría derivar el caso: “Pueden pasar dos cosas: que Díaz Gilligan decida que debe pedir licencia, o que el presidente Mauricio Macri le pida un apartamiento parcial”. En nombre de la Coalición Cívica, también se expresó al respecto Paula Oliveto. La diputada nacional y mano derecha de Carrió consideró que el caso “excede la fase de la Oficina Anticorrupción” porque esta “es una oficina que depende del Ministerio de Justicia, del Gobierno”. En cambio, le recomendó a Díaz Gilligan “que se presente a la Justicia, que presente la documentación y rinda cuentas”.

En fin, los argentinos hemos visto pasar corrupción durante muchos años y el macrismo se planteó como un aire fresco y honesto frente a una ciudadanía que ya estaba casi resignada a que le roben. Por eso ante este tipo de situaciones se espera ver al Macri del comienzo de la gestión, el que inmediatamente apartaba al denunciado provisoriamente, hasta que se aclarara la cuestión. Y la renuncia de Díaz Gilligan remite a las actitudes que la gente espera cuando no están claras las cuentas.


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