Lamentable uso político del asesinato de un joven

La muerte de un joven en la ciudad de San Pedro, provincia de Jujuy, mostró la cara más lamentable de la dirigencia política argentina. Lisa y llanamente, oficialismo y oposición jugaron a la política con el asesinato de Ariel Velázquez, con el agravante de que quien se sumó a esa inexplicable vorágine fue la mismísima presidenta de la Nación, usando la cadena nacional para demostrar algo que la realidad se encargó de refutar de manera inmediata.

El joven militante radical, de 20 años, fue baleado el 8 de agosto pasado en Jujuy y falleció días después a causa de las heridas recibidas. La Unión Cívica Radical reclamó el inmediato esclarecimiento del hecho porque lo vinculó a cuestiones políticas y no de inseguridad social. Recibió un balazo que le perforó el riñón y otros órganos cuando ingresaba a su casa en circunstancias que no fueron aclaradas. La UCR denunció que el ataque se produjo luego de que el joven fuera amedrentado por militantes de la agrupación Tupac Amaru que conduce la kirchnerista Milagro Sala.

El jueves último, la presidenta Cristina Fernández utilizó la cadena nacional para desacreditar las acusaciones contra militantes de la Tupac Amaru que rodearon la muerte del joven luego de que repartiera boletas de la UCR.

El argumento de la mandataria para descalificar el móvil político fue que Velázquez “no era militante radical” sino que, tal como probaba un certificado de afiliación que mostró la presidenta, el joven pertenecía a la organización Tupac Amaru.

Rápidamente, el radicalismo emitió un comunicado en el que “ratifica expresamente que el militante asesinado en San Pedro, Jujuy, pertenecía a la UCR y el día que fuera baleado trabajó en la campaña junto a otros militantes radicales”. Además, sostuvo que la afiliación responde al “método compulsivo y extorsivo que utiliza la agrupación Tupac Amaru para cooptar a jóvenes, exigiéndoles esa afiliación para poder acceder a una escuela pública que maneja la Tupac Amaru con fondos del Estado nacional”. 

Seguidamente, familiares de Velázquez aportaron más datos para desmentir las afirmaciones que Fernández de Kirchner hiciera por cadena nacional. Además, aportaron fotografías que muestran al joven asesinado participando de actos del radicalismo y volvieron a poner en duda que se haya tratado de un intento de robo del teléfono celular.

Silvia Vázquez, cuñada de Velázquez, declaró que el joven militaba en la UCR desde el 24 de marzo, cuando ella hizo una reunión con Julio Bravo, candidato a intendente de San Pedro, en su casa. El propio candidato difundió fotografías de ese encuentro en las que se ve al joven. Hasta ese momento, Velázquez “nunca militó para nadie”, dijo su familiar, aunque confirmó que “estaba estudiando en la Tupac, pero en ningún momento estuvo haciendo política para Milagro Sala”.

Consultada sobre la afiliación que la presidenta mostró por cadena nacional, la mujer indicó que Velázquez “dijo que no estaba afiliado a ningún partido”, una declaración consistente con las acusaciones de afiliación compulsiva que pesan contra la organización de Milagro Sala.

 También, Vázquez puso en duda la versión del Gobierno sobre un robo del celular al afirmar que el joven tenía el teléfono al momento de llegar a la casa y que desapareció cuando lo llevaron al hospital. “Estábamos con mi esposo en mi casa, escuchamos un disparo y salimos a ver”, contó y añadió que el joven “se agarraba en una parte del cuerpo y decía que le habían pegado, que eran seis personas”, pero “no llegó a decir por qué”.

Lamentable situación por donde se la mire, con encumbrados dirigentes políticos tratando de sacar provecho con la muerte de un chico, y vergonzosa participación de la presidenta que, o mal asesorada o creyéndose sus propias falacias, quiso eximir y dejar bien posicionado a su partido y su gente ante la sociedad con cuestiones muy sensible, que una vez ocurridas deben transitar el camino de la Justicia, por el lado del Estado, y la compasión desde el costado humano. Sería preferible que se tratara de un mal asesoramiento, de una información mal reportada, antes que de un conciente discurso de campaña.

En esa misma cadena nacional, que duró una hora y 20 minutos, también la mandataria explicó su ausencia a los ojos que los argentinos. Los pergaminenses fuimos aludidos cuando se propuso desmentir a quienes la han criticado por no haberse dirigido a la población durante un cuadro tan serio, siendo ella tan afecta al contacto periódico vía cadena nacional. Para demostrar que ella había hablado en público durante las inundaciones que asolaron la zona central del país, dijo que el 5 de agosto, día de su última aparición hasta la del pasado jueves, había llamado a Sergio Berni para monitorear la situación y el funcionario en ese momento se encontraba en nuestra ciudad. Es cierto que llamó a Berni cuando éste estaba en Pergamino, pero eso sucedió el día lunes 10, y su última cadena nacional había sido cinco días antes, cuando la situación en la región era normal. Consecuentemente, nunca apareció en público mientras una parte del país estaba bajo el agua, pero ella quiso hacer creer que había estado presente en esa coyuntura. Insistimos, es preferible creer en el error que en la intención.

Si en estos dos temas (la muerte del joven Velázquez y el de la inundación) la presidenta no pudo ser sólida con sus argumentos a pesar de ser una excelente oradora, ¿cómo no poner en tela de juicio todo lo demás que expuso en esa cadena nacional, con las cifras e índices que nunca le faltan, o lo que nos dice cada vez que nos habla a los argentinos? 

Es evidente que acomoda sus discursos para favorecer los intereses de su sector político, protegiendo a los que pertenecen al mismo y, por lógica consecuencia, descalificando a los opositores. De ese modo parece perder de vista que hace casi cuatro años fue elegida por más del 50 por ciento de los votos para ser presidenta de todos y no solamente de un sector de los argentinos, al que le habla de manera directa mientras que al resto destrata con ironía.