Editorial

Mañana es el Día de la Madre, en todas las formas en que las concebimos


A pocas horas de que celebremos el Día de la Madre, donde cada familia se reúne y festeja a su modo esta fecha, nos encontramos en este siglo XXI que plantea nuevos paradigmas en los esquemas de la maternidad, distintos al rol tradicional madre-padre que conforman un núcleo del que nacían hijos. Este era el único posible no hace más de veinte años, con la sola excepción de la posibilidad de una adopción.

Hoy la palabra madre conserva el sentido primitivo de ser indispensable para la creación de la vida humana. Porque es el único modo con el que nuestra especie se reproduce. Sin embargo esta cuestión puede generarse actualmente de muy distintos modos. Lo que plantea problemas legales y éticos ineludibles que deben resolverse en tiempos en los cuales una familia puede ser solo una mujer con su hijo, dos personas de un mismo sexo con hijos biológicos, madres que tienen hijos propios concebidos en otro vientre pero con sus genes. Y esta multiplicidad en el modo de concebir que se aleja del modelo tradicional de la pareja heterosexual con hijos, ya se genera en nuestro país, pero solo para los sectores de mayores recursos que paga por estos servicios en Estados Unidos, donde el vientre subrogado está legislado en algunos estados. 

Antes de ingresar en esta temática difícil si las hay por las implicancias que tiene todo lo relativo al nacimiento de una criatura, no podemos saltearnos el capítulo de otro tipo de madres; las madres del corazón, aquellas mujeres o familias que ante la imposibilidad de concebir deciden adoptar un niño. Y la verdad es que todos conocemos algún caso en el que se refleja la tragedia que implica en nuestro país la adopción, trámites interminables, bebés que nunca llegan mientras se van haciendo grandes entre institutos y hogares de acogida pasajeros. Realmente nuestras normas parecen ideadas para impedir la adopción legal, un tema que lleva años sin que el tema se estudie lo suficiente como para resolverlo. Hay mucha legislación de otros países donde el sistema funciona muy bien como para demostrar que no es imposible tener leyes que permitan un trámite lógico y ágil para adoptar. 

Porque precisamente por esta cuestión es que se ha creado un lamentable mercado negro de adopciones, con guardas puestas y tráfico interprovincial de bebés, entre quienes están desesperados por adoptar y las mamás que han decidido dar a sus hijos ante la imposibilidad de criarlos. Y la verdad es que en la medida que las leyes no se adapten a la realidad, estas deformaciones de la adopción van a seguir sucediendo lamentablemente. 

Paralelamente, en la Argentina donde la problemática de la adopción no tiene una norma de lógico cumplimiento, aún no está debidamente legalizado tampoco otros modos de concebir una familia que se adapte a la realidad, porque sin ir más lejos cuando se probó la ley matrimonio igualitario debieron prever que estas unidades familiares también iban a querer tener hijos adoptados, pero también biológicos.

La verdad es que como técnica de fertilización asistida, la maternidad subrogada permite formar una familia a parejas de un mismo sexo, a hombres solos y a mujeres solas o parejas que padecen problemas de infertilidad. Es decir, es una técnica que permite cumplir sueños muy profundas de las personas como ser padres biológicos. Como es natural en estos casos hay sectores muy conservadores que se niegan a que haya normas al respecto y pregonan que una vez que se abran estas puertas permitiendo la subrogación, habrá muchos problemas éticos que luego vendrán como consecuencia de la evolución a que lleven estas prácticas. En cambio hay una mayoría de la sociedad que lo interpreta como una solución y es bienvenida.  

En una posición intermedia, debemos reconocer que se plantean dilemas y desafíos que obligan a analizar esta práctica. Porque la maternidad subrogada plantea que pueda realizarse de manera altruista o comercial. Además, puede abarcar desde la inseminación artificial con el propio óvulo de la mujer gestadora hasta la transferencia de embriones no relacionados genéticamente por una fertilización asistida que puede realizarse a través de una una inyección de un espermatozoide en el citoplasma de un óvulo o a través de una fertilización in vitro. Cada una de estas prácticas plantea problemas diferentes. Gestar el embrión de otra pareja no conlleva las implicancias que tiene que la mujer gestadora aporte el propio óvulo. En la segunda opción, se plantea la posibilidad de incrementar los vínculos emocionales durante la gestación y la posterior entrega del bebé. 

Otro tipo de desafío se plantea cuando se utilizan gametos (óvulos o espermatozoides) donados, para por ejemplo, la mujer que pretende tener un hijo sola. Como en cualquier otra técnica de reproducción asistida con donación de gametos, una de las cuestiones que surge es la del derecho a la identidad del niño que nacerá. Esta técnica se utiliza en la Argentina y cada centro particular mantiene los datos de los donantes en secreto, con el consiguiente riesgo de que se pierda la información cuando esos centros cierren. Y se trata de información que muchas veces puede necesitarse décadas más tarde. Por eso hay países que prohíben que el anonimato del donante. En la Argentina, en los últimos años han surgido los programas de identidad abierta, que por un costo adicional mantienen información de los donantes. Sin embargo, esto no puede quedar librado al deseo del consumidor o de la clínica privada. 

Uno de los puntos delicados de la maternidad subrogada es que puede realizarse de manera altruista o comercial y esto no está legislado en la Argentina como decimos. En general, hay consenso en considerar el modelo altruista éticamente aceptable, que implica ayudar de forma desinteresada a una mujer o a un hombre o a una pareja a tener un hijo. En la modalidad altruista, quienes llevan el embarazo suelen ser hermanas, madres o, en algunas circunstancias, amigas que se ofrecen como voluntarias para gestar el bebé de su familiar o amigos con problemas. En Estados Unidos se utiliza la modalidad comercial, que involucra una mercantilización de la gestación. Por un lado se plantea un problema de justicia. Es una opción solo para los privilegiados que pueden costearla (requiere el pago de sumas elevadas). Pero, además, genera la posibilidad de explotación de mujeres de menores recursos, sobre todo en países en desarrollo. En estos países, son las mujeres de escasos recursos quienes se someten a estas técnicas por necesidad.

Aunque los argentinos se han volcado a Estados Unidos para esta práctica, esta técnica se ofrece también en México, Ucrania, Georgia (en estos países, los valores van de 35.000 a 45.000 euros), en Estados Unidos (con precios que oscilan entre los 80.000 y los 120.000 euros) o en Canadá (donde supuestamente solo se acepta el modelo altruista, pero se ofrecen estos servicios con “gastos” que van de 50.000 a 90.000 euros).

Cuando se ve este movimiento económico tras los nacimientos, la primera reacción es plantear que se debe prohibir la práctica, pero el tema no es tan sencillo, porque la problemática subsiste y se puede terminar cayendo, como pasó con la adopción, en un mercado negro peligroso. La idea sería ir por una regulación para evitar conductas explotadoras y buscar una adecuada protección de las mujeres que gestan. Y no perder jamás de vista que el bien a proteger es el niño por nacer, con el derecho a una familia que lo abrigue y lo quiera, para que sea un adulto sano y feliz.


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