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Hemos planteado en diversas oportunidades que en la economía, todo tiene que ver con todo. Y cuando se pretende establecer un modelo, cualquiera sea, es necesario seguir las reglas de oro que confluyan a los objetivos buscados. Esto que parece una definición bastante simple se hace difícil de verla plasmada en la Argentina. Las medidas muchas veces se contraponen y quienes buscan establecer un camino de desarrollo lo buscan por distintos caminos, siguen estilos sui generis o, lo que es peor, no pueden eludir los vicios que la política se ha impuesto desde siempre, con total prescindencia del sentido común y del hartazgo que tenemos los ciudadanos de estas prácticas.
Vamos a un ejemplo cercano: pretendemos que en la Argentina no solo vengan inversiones sino que se hagan reinversiones de las propias empresas nacionales. Sin embargo, la semana pasada el Banco Central elevó la tasa de interés de referencia con lo cual a cualquier empresario le conviene poner más el dinero a interés que en el circuito productivo. No es un error del Central, lo hace para controlar los precios, dado que la inflación no cede y con esta medida se seca más la plaza, hay menos consumo y los precios deberían bajar. Pero como así se desalienta la inversión, surge la eterna frazada corta que tiene nuestro país.
La otra pata de la mesa que sostiene estable a una economía es el déficit fiscal y allí el macrismo está haciendo agua por todos lados. Por un lado está la fuerte carga que implica el paquete de asistencia social, en la figura de subsidios y asignaciones. En un momento crítico como el que se atraviesa este aspecto es intocable. Pero por otro, también compone el gasto público la mega estructura del Estado, con sus “quinticientas” áreas y subáreas, todas ellas dotadas de una amplia nómina de personal. En este punto, Macri no solo no avanzó con el recorte del gasto público prometido sino que además lo amplió. El ahora elefanteásico tamaño del Estado es gran responsable de muchos de los problemas económicos que tenemos, incluida la inflación.
El presidente Mauricio Macri lo sabe perfectamente porque ha planteado y prometido redimensionar el Estado en forma clara y contundente y, sin embargo (y aquí la política mete la cola) lo ha ampliado. Ha creado más ministerios, más secretarías y más direcciones que el kirchnerismo. Daría la impresión que, como siempre sucede, los que llegan al poder tienen un impulso irrefrenable de acomodar a todos los que puedan y un poco más, operadores, militantes, cercanos y así la lista sigue. En definitiva en este sentido podemos decir que nada ha cambiado, al contrario, se ha empeorado el panorama.
Basta mirar la página del Ministerio de Modernización del Estado para ver que el Gobierno tiene ahora 21 ministerios (16 tenía la administración anterior), 87 secretarías de Estado, 207 subsecretarías de Estado y 687 direcciones nacionales y generales. Además 122 institutos y organismos, sin contar universidades ni academias. En total, existen 1.124 unidades administrativas. Todo lo que implica un 25 por ciento más abultado que el tan criticado kirchnerismo.
Si al gasto del presupuestario sumamos subsidios a la energía, el transporte y los planes sociales, este aumento de la plantilla del Estado torna insostenible la situación.
En este marco nos preguntamos para que haber despedido 11.000 contratados, si luego los repusimos y tomamos más empleados aún. Lo que indica que no se estaba echando “ñoquis”, sino reemplazándolos por ineficiencia propia. Y la realidad es que no se cumplirá la meta fiscal prevista de llegar a un déficit del 4,2 por ciento como dicen en Economía, sino como estiman las consultoras, será con suerte del 8 por ciento.
¿De dónde provendrá el ahorro para cumplir en parte las metas fiscales? Esta es una preocupación no poco importante, porque vemos por ejemplo cómo se recortan fármacos al Pami, perjudicando a la tercera edad. Ni pensemos, que en este verdadero despilfarro, se pueda aliviar la carga tributaria de las pymes que, es bueno recordar, dan el grueso del empleo en nuestro país. Y es tan pesada la mochila que deben soportar las pequeñas y medianas empresas que cinco mil han cerrado sus puertas este año, lo que no hace más que generar desocupación y recesión porque nadie puede gastar lo que ya no gana…
La verdad es que si nos sinceramos hasta el hueso, esta situación de pretender aplicar un modelo moderno como el que plantea Macri con las recetas opuestas, puede generar más inflación, retraso cambiario, freno a la actividad, menos oferta de crédito, presión tributaria y pobreza. Nada menos.
La cantidad de empleados del sector público creció un 61 por ciento en este año y poco más desde que ganó Cambiemos. En números son 739.000 agentes, Si se agregan provincias y municipios hablamos 3.8 millones de empleados públicos. Un país pequeño, es el tamaño del Estado en la Argentina.
Es escandaloso que se haya creado la cartera de Modernización, que no existía hasta 2015, para redimensionar el Estado (es decir hacer lo más chico y eficiente) y tenga a su cargo cuatro secretarías, nueve subsecretarías y 92 direcciones. Desarrollo Social, cinco secretarías, 16 subsecretarías y 92 direcciones. Y así podemos mencionar cada ministerio y seguir subiendo la apuesta en la cantidad de dependencias. Otro refugio de macristas fue el Sistema Federal de Medios, con Hernán Lombardi a la cabeza, que tiene dos secretarías, una subsecretaría y 25 direcciones, más Canal 7, Radio Nacional y Télam, Tecnópolis y el Centro Cultural Kirchner.
No vamos a ver la luz al final del túnel en medio de tanta irresponsabilidad en el manejo de los gastos del Estado. No puede ser que todos los actores sociales (desde grandes empresas hasta cada familia, pasando por las Pymes) nos estamos ajustando a más no poder para sobrevivir esta crisis y el Estado se agrande cada vez más. Sabemos además que estas nuevas estructuras en los organigramas oficiales serán difíciles de hacer desaparecer y de esta manera, cuando Dios mediante salgamos de esta crisis, nos quedará ese lastre.
