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El ministro de Finanzas, Luis Caputo, mantuvo una virtual interpelación en el Senado, que terminó, cuatro horas después, en medio de un escandalete. Lamentablemente, nos estamos entreteniendo con el dichoso “papelito” que el ministro le envió a la diputada K Gabriela Cerruti con un pedido de que baje el tenor de sus diatribas por respeto a sus hijas, con un dibujito de un emoticón. La legisladora empezó a los gritos ofendida y se generalizó el conflicto al punto que se debió suspender la sesión, por esta discusión, trivial en comparación con los temas que se ventilaban.
Este papelón ridículo, que ambos protagonizaron, Caputo y Cerruti, es tan anécdota que si no fuese porque valió que se terminara una reunión importante, no valdría la pena ni comentarlo.
Lo importante fue y es que el encuentro es por la pesada deuda pública que estamos contrayendo. Y no se ignora que Caputo es algo así como el garante de un gradualismo solo sustentable mediante deuda a tasas razonables, que se están en buena medida utilizando, no para incrementar el PBI o inversión pública sino para gastos corrientes. Esto último es lo preocupante, no contraer deuda per sé.
El funcionario expuso ante la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control de la Deuda y se mantuvo en una delgada línea. Primero negó ser propietario de NoctuaPartners, una gerenciadora de fondos de inversión de Miami, y explicó que, por ese motivo, no la incluyó en su declaración jurada. Sí en cambio ratificó que tienen inversiones off shore, las que constan en su declaración jurada y por las que tributa en Argentina. Fue un tema que llevó demasiado tiempo, más que la cuestión acuciante para todos que es la deuda. En realidad, esta cuestión de las inversiones particulares es para informarla y llevarla a tribunales, si correspondiere, donde se sustancian las investigaciones de delitos económicos. Desde lo ético, como ciudadanos de un país que necesita desesperadamente inversiones, es chocante que un funcionario no invierta aquí pero si se trata de dineros declarados y por los que paga Ganancias, no hay delito. Lo que hay es un gesto inadecuado, impropio de un funcionario promueve desde su cargo una cosa y hace otra.
Acorralado por la oposición, Caputo debió referirse en varias oportunidades a su vinculación con empresas offshore en paraísos fiscales: “Las offshore constituyen una práctica común en las corporaciones; piénselas como una caja de seguridad. No son un delito; el delito es no tenerlas declaradas”, dijo. Como decimos, no es sano ni adecuado que la mayoría de los funcionarios tenga este tipo de sociedades; podrá ser legal, pero es un gesto muy negativo para el país.
Lo importante era que esas cuatro horas que duró la sesión hubiesen sido ocupadas mayoritariamente a hablar de la deuda, porque esa es la cuestión que más va a complicar el futuro de la Argentina, de seguir con este ritmo de endeudamiento sin ningún desarrollo a la vista. No dónde pone la plata el funcionario ni cómo se comunicó con una legisladora, que llegó al extremo de tomar como una afrenta misógina un mensajito surgido espontáneamente.
El funcionario desdramatizó el crecimiento de la deuda de nuestro país, aunque admitió que este ritmo “no se podrá sostener en los próximos años”. Y afirmó que se puede ir saliendo con ahorro interno, lo cual en la Argentina en este momento es como hablar del sexo de los ángeles.
El ministro, siempre en la misma línea de otros miembros del Gabinete dice que la relación entre la deuda y el PBI es una de los más bajas de la región, a razón del 30 por ciento. Pero cada nación sabe cuánto puede pedir afuera en función de la inversión que hará para poder pagar luego esa obligación. En este caso se pide y se pide, y se gasta y se gasta, sin que tengamos de momento en claro cómo vamos a devolver estos miles de millones de dólares. La deuda no es la foto de hoy sino la proyección de una película.
Los legisladores le pidieron que detallara endeudamiento hoy alcanza los 320.000 millones de dólares y que aumentará, en los próximos dos años, a razón de 20.000 millones anuales. “Uno escucha comúnmente la preocupación y es razonable. El tema del financiamiento terminó mal muchísimas veces. Pero esta vez va a ser distinto”, se atajó Caputo. Y aclaró que la gente tiene que preocuparse si el Gobierno no cumple las metas de déficit. Eso es precisamente lo que los diputados debieron estar atentos a requerir, porque el financiamiento es el reflejo del déficit, es decir se pide dinero para completar lo que gastamos de más en el Estado, para decirlo en un lenguaje más llano. Pero lo que no se ha visto aún es que ese déficit vaya bajando al mismo ritmo en que nos estamos endeudando.
Por eso hay honda preocupación y como bien dice el ministro, en la Argentina tenemos memoria reciente de cómo nos ha ido con pesadas deudas que después nos llevan a un callejón sin salida. 2001 fue el reflejo de lo que sucede cuando las deudas no se pueden pagar, de modo que no estamos hablando de sospechas, sino de certezas. Fue la crisis económica más grande que tuvo la Argentina en su historia.
De modo que la reunión en la comisión bicameral tuvo sabor a poco, muchos diputados y senadores se dedicaron a la chicana personal, usando un valioso tiempo que necesitaban para ahondar en un tema muy difícil para los argentinos. Cuatro horas de encuentro y no se llegó al hueso, lo que habla de parlamentarios que tienen una escala de prioridades que no responde a la ciudadanía; sus devaneos en primer lugar y el ejercicio de la oposición (con planteo de alternativas mediante) en segundo lugar. De lo contrario tantas horas debieran haber sido suficientes para llegar al fondo de lo que está sucediendo con la deuda y determinar por qué dice el ministro que este nuevo endeudamiento no terminará como los anteriores.
En fin, se perdió tiempo y se usó el papelito dichoso para dar por terminada la reunión. Un despropósito.
