Editorial

Pergamino, paraíso sin inversiones privadas


Todos los que vivimos en Pergamino sabemos que somos una ciudad considerada rica, con las mejores y más productivas tierras del país, a 222 km de la Ciudad de Buenos Aires, a 110 km de Rosario, un lugar realmente con ubicación privilegiada.

Pero también rica en un sentido más material: siempre en términos generales y relativos con otras ciudades, hay aquí amplios recursos económicos. No son visibles porque impera el recato, y porque la mayoría está en entidades financieras e  inmuebles.

Nuestra población es de 91.399 habitantes y es la 8ª ciudad del interior de la provincia de Buenos Aires; contamos 50 barrios y complejos habitacionales abiertos, aunque la migración interna ha aumentado el número de pobres estructurales como no se tenía registros. De modo que con el paso del tiempo hemos acumulado niveles de desocupación que no son históricos de nuestro distrito. Y en este particular, el sector privado juega un rol preponderante, aunque sujeto a las directrices macroeconómicas del Gobierno nacional.

El crecimiento de Pergamino en las últimas décadas ha sido enorme en materia institucional; somos sede del Departamento Judicial de Pergamino, uno de los 18 departamentos judiciales de la provincia. El Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas ·Dr. Julio I. Maiztegui· es un importante centro de investigación. El Centro Regional Buenos Aires Norte del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) tiene cabecera en Pergamino y cubre 44 partidos de la provincia, incluyendo la operación de un importante radar meteorológico. La Universidad Católica Argentina y la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires tienen sedes en Pergamino. La Zona Sanitaria IV que reúne a una veintena de ciudades también tiene su sede en nuestro distrito; en el mismo ámbito, el Hospital Interzonal de Agudos San José es referencial en la región, a lo que pronto se sumará la puesta en funcionamiento del Centro Oncológico.

Es cruce de cuatro importantes rutas: la Nº 8, la 188, la 178 (tiene su “km 0” en Pergamino) y la provincial Nº 32. Atraviesan la ciudad dos ferrocarriles: el General Belgrano (trocha angosta) y el Nuevo Central Argentino, NCA (exMitre) (trocha ancha).

Visto así, la verdad es que podríamos decir que vivimos en una suerte de paraíso con algunos bolsones de pobreza a los cuales atender y en lo posible erradicar.

No obstante la importante presencia institucional y estatal, no ha caracterizado a Pergamino ser una ciudad que vive “de la teta” del Estado. Por el contrario, ha sido el sector privado el que ha motorizado su actividad económica y, por tanto, su crecimiento. Fue primero el ansia de progreso de nuestros abuelos inmigrantes lo que construyó este distrito, a la que dieron continuidad las segundas generaciones ya nacidas aquí y recién luego fueron llegando los brazos del Estado. Pero fue ese tesón, esas ganas de crecer lo que hizo de esta ciudad lo que es hoy. Y estas mismas virtudes las que hoy aparecen diluidas, reducidas a su mínima expresión.

Seguimos enarbolando con orgullo el atributo de “Perla del Norte” sin estar haciendo demasiado para sostenerlo, al menos no en relación con la potencialidad con que contamos.  

No obstante, en la actualidad, en un rubro muy importante para nosotros como lo es la confección, continúa la tradición emprendedora. Se fabrican aquí más de ocho marcas líderes nacionales e internacionales en telas livianas y pesadas, y muchas más que salen de esta ciudad hacia todos los puntos del país. Más allá de que la situación económica actual no favorezca claramente al sector, está vivo y genera su riqueza. Sus referentes no cesan en el esfuerzo, invierten y sostienen una ingente suma de puestos de trabajo. Contamos con fabricación de productos plásticos para limpieza industrial que son exportados a todo el mundo. Elaboramos aquí muebles clásicos, de estilo y rústicos exportados al Mercosur y países externos. Una porción de esta industria se dedica específicamente a la producción de futones. También tenemos fábricas de ataúdes.

Junto al crecimiento de la industria de la semilla, se desarrollaron empresas que fabrican clasificadoras, chimangos, cintas, embolsadoras, caladores neumáticos. Pergamino es una de las sedes importantes de empresas de desarrollo de biotecnología y genética orientada al agro, algunas genuinas como Rizobacter, otras que radicaron aquí sus plantas, como Monsanto.

Todo esto por fuera de nuestra riqueza principal: el campo, con las mejores tierras del país, también las más caras.

Este breve y posiblemente incompleto recorrido por Pergamino marca la impronta de un crecimiento que hemos tenido durante décadas. Sin embargo los últimos años vienen marcando un estancamiento en cuanto a los niveles de inversión privada. En momentos en que más que nunca necesitamos empleo genuino, no estamos avanzando. En cambio, crece la compra de tierras, inmuebles de todo tipo y se acrecienta la utilización de herramientas financieras como destino de las fortunas locales, en lugar de la inversión genuina. No en vano nuestra ciudad se caracteriza por tener filiales (a veces más de una) de las principales casas bancarias, en cantidad pocas veces vista en relación con la demografía.

La realidad es que no estamos en una etapa donde la inversión sea particularmente atractiva, por las condiciones económicas planteadas desde el nivel nacional, altos impuestos, altas cargas laborales, temor a las indemnizaciones. Sin embargo, la cantidad de capital ocioso que hay en Pergamino es realmente importante, tanto que hay empresarios que podrían hacer una inversión sin necesidad de arriesgar prácticamente su patrimonio. Una forma de devolver a la ciudad algo de lo tanto que les ha dado e ir revirtiendo la falta de empleo, sobre todo para los jóvenes. A la postre, el desempleo y todo lo que acarrea es parte del problema que también aqueja a los que, paradójicamente, no tienen problemas económicos.

Es indudable que quienes tienen capital ocioso en gran cantidad no tienen obligaciones de invertir si no lo desean, sin embargo utilizar una pequeña parte de esas enormes ganancias obtenidas en Pergamino para destinarlas a un negocio que ofrezca empleo y movimiento comercial, industrial o de servicios, no pondría en riesgo su capital y serían parte de una nueva etapa de crecimiento de la ciudad donde, al fin, al hecho su fortuna.

Tal vez lo que estamos planteando que hace falta puede definirse como un gesto de solidaridad, altruismo, responsabilidad social. Nada que se pueda exigir ni imponer por ley. ¿Estaremos siendo demasiado utópicos?

 

Invertir de manera productiva, en general, en todo el país, es una “gimnasia” que se ha perdido porque, a decir verdad, nos la han hecho perder. Pero también es cierto que el espíritu de progreso es algo inherente al ser humano, especialmente a los jóvenes, y no desaparece así nomás. En algún lado tiene que estar. De lo que se trata es de ir recuperando aquel ímpetu de progreso que fue la base de un Pergamino pujante. Contamos con la ventaja de tener un Estado municipal que viene haciendo una tarea de servicios importantes, pavimentos, luces, agua y cloacas. Pero no será suficiente si el sector privado no acompaña este ímpetu estatal con inversión y ganas de crecer. Debiéramos recuperar la sensación de querer volver al paraíso, a aquella ciudad de vanguardia que supimos ser, por el esfuerzo de los vecinos. De nadie más que de nosotros, cada uno desde su lugar, depende.


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