Editorial

¿Quién va a pagar el excesivo gasto público que está haciendo el Gobierno?


 

Mientras el achicamiento del gasto público debiera ser uno de los pilares para sostener lo que queda de una economía en crisis y, a la vez, ser una señal de que las erogaciones que hace el Estado son las justas y necesarias de las épocas difíciles, el Gobierno nacional hace todo lo contrario.

Se acaban de conocer los porcentajes de las partidas que fueron ejecutados en varios rubros y con no poca sorpresa se advierte que, a falta de tres meses para la finalización del actual período gubernamental, ya en algunos ítems hay sobre ejecución, mientras que en otros tantos se debieron habilitar partidas extra, las cuales también están gastadas casi en su totalidad.

Lo más curioso es que el rubro que lidera el gasto público de este año no es uno vinculado con el bienestar social sino que es el programa de Prensa y Difusión de los actos de Gobierno, que en ocho meses ya erogó toda la partida de 1.203 millones de pesos que le fue asignada para 2015. Por esa razón, el Gobierno la reforzó con otros 811 millones de pesos, y aun así -y esto es lo llamativo- los recursos no alcanzarían: según el último informe de ejecución presupuestaria del Ministerio de Economía, el programa ya lleva utilizado casi el 80 por ciento de su nueva asignación.

Un caso similar es el de Aerolíneas Argentinas, un agujero sin fondo en el presupuesto público. Arrancó 2015 con una partida inicial de 3.244 millones de pesos, pero en estos ocho meses ya los gastó completamente. El Gobierno le asignó 1.300 millones de pesos extras (un 40 por ciento de aumento sobre el crédito original), y ya lleva ejecutado casi el 78 por ciento de la partida. Es más que probable que deba recibir un nuevo auxilio del Tesoro antes de fin de año.

La Secretaría de Inteligencia también demuestra un aceitado ritmo de gasto; en estos ocho meses ya gastó el 87,4 por ciento de su presupuesto de 800 millones de pesos anuales. El polémico programa Fútbol para Todos ejecutó, por su parte, el 70 por ciento de sus 1.634 millones, mientras que el Senado de la Nación, bajo la conducción del vicepresidente, Amado Boudou, consumió ya el 75 por ciento de sus 2.776 millones anuales.

Está visto que en pleno año electoral, el último de la gestión de Cristina Kirchner, el Gobierno está decidido a apretar a fondo el acelerador del gasto en lo que hace a su costado más político y efectista. De hecho, la ley de presupuesto estipulaba que en todo 2015 el gasto público crecería un 13 por ciento, porcentaje que hoy parece irrisorio frente al casi 40 por ciento de aumento en estos ocho primeros meses del año.

Así las cosas, el Ministerio de Economía debió comunicar la semana pasada que el déficit de las cuentas públicas se triplicó en el primer semestre de 2015 respecto de igual período del año pasado, alcanzando un rojo financiero de 107.100 millones. Esto no proviene de consultoras privadas sino de las cuentas oficiales. 

Es impresionante el gasto en rubros que podrían evitarse, como el aparato propagandístico que tiene montado el Gobierno, que no solo son las apariciones por cadena nacional de la presidenta sino también las millonarias pautas publicitarias que tienen ciertos medios acólitos y de escaso alcance, cuando no directamente pertenecientes a amigos del poder. Hay “periodismo militante” porque sería necio negar que hay trabajadores de prensa comprometidos con este modelo de país y lo defienden desde su posición. Pero también hay mercaderes del periodismo que están detrás de la moneda que puedan recibir en materia de pauta publicitaria. Y es ahí donde se despilfarran millones y millones de pesos que solo redundan en propaganda de neto corte político para el Gobierno, cuando en realidad el presupuesto asignado a propaganda y publicidad debe ser ejecutado para cuestiones que deben ser informadas a los ciudadanos, con la mayor objetividad posible. Para ser más claros: el Gobierno utiliza el presupuesto para hacerse su propia propaganda, que tiene más fines políticos que sociales.

Otro rubro con gastos excesivos para la actual situación del país es el que se evidencia en el mantenimiento de Aerolíneas Argentinas. Nadie puede negar la recuperación y el crecimiento de la línea de bandera, pero lo cuestionable es el alto precio que se paga por ello y no siempre con la premisa de comunicar al país, porque la comunicación aérea entre provincias sigue siendo deficitaria mientras que los vuelos al exterior, que tienen cobertura por compañías privadas, aumentan en destinos y frecuencias. Cierto es que con las facilidades de pago que ofrece Aerolíneas, muchos más argentinos tienen la posibilidad de volar, tanto por el país como hacia o desde el extranjero, pero son muchísimos más los que siguen esperando cuestiones básicas que desde hace años siguen pendientes y que deben ser prioritarias a la hora de dar uso a los dineros de todos. Un claro ejemplo es la autovía Pilar-Pergamino, cuya concreción sufre postergación tras postergación. Y como esta, hay otras muchas obras en todo el país por las que los ciudadanos esperan. ¿De qué sirve tener buen servicio para volar a Europa, por ejemplo, si no tenemos buenas rutas y la gente muere como si fueran moscas por deficiencia en la infraestructura vial?

Se trata de establecer prioridades y en estos casos el Gobierno parece haber considerado que invertir en Aerolíneas aun a costa de un déficit diario que se cuenta en millones de pesos, era necesario por sobre otros temas que acucian en el país.

Y este año, que es electoral, el aumento del gasto público que se viene advirtiendo desde hace varios períodos, se potencia al extremo, fundamentalmente por la necesidad del Gobierno de que el candidato oficialista se imponga en los comicios presidenciales. Pero hay otro dato que no es menor, y es la alta imagen con la que Cristina Fernández de Kirchner quiere dejar la Casa Rosada el 10 de diciembre. Por eso parece no tener límite el gasto público en su última etapa como presidenta. 

La lógica consecuencia de esta situación es la mochila demasiado pesada con la que deberá lidiar el próximo presidente, sea del partido de Gobierno o de alguno de los sectores de la oposición.

Arturo Illia, muy enfermo ya y consciente de que transitaba por los instantes postreros de su vida, manifestó una última preocupación porque estaba recibiendo un tratamiento médico y sabía que no tenía recursos para afrontarlos, aun habiendo sido presidente de la Nación. Por eso le hizo una pregunta a su hija Ema, que bien podría aplicarse en este tema que nos ocupa: “¿Quién va a pagar todo esto?”

 


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