Editorial

Scioli no se corre de su eje, aunque lo bombardeen desde su propio sector


El gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, sigue jugando el juego que mejor le sale, que es el del equilibrista que avanza sobre la cuerda y, al mismo tiempo, resiste los embates que intentan derribarlo. Así continúa a paso firme como uno de los candidatos presidenciables mejor posicionados para suceder el 10 de diciembre a Cristina Fernández de Kirchner.

Aún transitando por un camino plaglado de espinas colocadas, paradójicamente, por representantes del mismo sector al que pertenece, parece no tener rival que le compita seriamente dentro del Frente para la Victoria. Al menos ese es el escenario por ahora.

Es más: ni siquiera la propia presidenta ha dado señales de apoyo, siendo que es Scioli el único que en este contexto podría garantizarle cierta continuidad al modelo de país iniciado por Néstor Kirchner en 2003.

Pero esto de poner al gobernador bonaerense en una posición no muy clara en términos de pertenencia o no al kirchnerismo, no es nuevo. En mayo de 2012, cuando Scioli admitió tener aspiraciones presidenciales para 2015, generó una ola de furia en el kirchnerismo más duro, que veía al gobernador como una figura amenazante al sueño de una Cristina Kirchner eterna. Desde entonces, como un equilibrista, su estrategia fue hablar públicamente con evasivas, mientras por lo bajo ratificaba su liderazgo.

Ahora, ya encaminado hacia la disputa electoral, Scioli no dudó hasta en señalar cuál es el adversario que le preocupa más, y se inclinó por Mauricio Macri, pese a que las encuestas ubican a Sergio Massa terciando en la pelea.

El exmotonauta no responde a las agresiones con más agresiones; siempre trata de componer la situación con paños fríos y, al fin de cuentas, según las encuestas, ese perfil llega bien a una amplia porción del electorado. Desde el kircherismo más ortodoxo le tiran con munición gruesa, como se viene advirtiendo desde hace tiempo y con una profundización en los últimos días tras su presencia en un evento organizado por el Grupo Clarín. Y lo más fuerte que Scioli brindó como respuesta fue un pedido de “menos confrontación a los compañeros del Frente para la Victoria”. Parece aplicar el refrán de que cuando uno no quiere, dos no pelean y, en ese marco, desacomoda al kirchnerismo de esa lógica de amigo-enemigo que tantas veces aplica.

En tanto, cuando la prensa lo indaga sobre temas sensibles o le hunde el escarpelo sobre los ataques de sus supuestos compañeros de ideales, nunca manifiesta posiciones tajantes, sino que navega por el andarivel de los amigables.

Scioli plantea, a grandes rasgos, una continuidad con cambios del modelo kirchnerista. Sin embargo no hay que omitir que el mandatario bonaerense representa al partido de gobierno y, en términos oficiales, la alternativa son las demás fuerzas.

Ese equilibrio que viene haciendo Scioli lo depositó bien parado en la grilla de largada para las próximas elecciones presidenciales. Pero ¿representa o no al kirchnerismo? ¿Hasta dónde necesita aparecer al lado de Cristina y hasta dónde lo perjudica? El gobernador aprovecha la coyuntura de que el Gobierno no posee, al margen de la imposibilitada Cristina, una figura de peso para encarnar la continuidad puramente K. Se mueve en un terreno que le es fértil para desarrollar su mejor libreto: el de hacerse el distraído y avanzar a paso firme hacia su objetivo.

Naturalmente que sólo con esa actitud no es suficiente para llegar a la Presidencia, sino que además tiene que revelar otras cualidades, tantos personales como de gestión, y en verdad Scioli tiene y mucho de eso para mostrar.

Desde la gestión, es cierto que la Provincia de Buenos Aires no atraviesa un buen momento. Pero también es cierto que tanto el mandatario, como todos los bonaerenses, somos rehenes de una coyuntura política histórica, atada a aquella creencia de que si le va muy bien al gobernador bonaerense no hay rival que le pueda hacer frente en las presidenciales, habida cuenta de que casi el 40 por ciento de los votantes pertenecen a este distrito. Scioli, a pesar de pertenecer al universo kirchnerista, ha soportado y aún lo sigue haciendo, embates desde la Casa Rosada que lo ponen a prueba a cada paso y eso no la ha dejado crecer en la medida que nuestra provincia hubiera podido. Y de haber flaqueado en algún momento, se habría cortado el vínculo con la Nación y el gobernador hubiera perdido parte de su capital político.

Ese es el equilibrio que viene haciendo: el de no comulgar al ciento por ciento con el modelo y las formas del kirchnerismo, pero al mismo tiempo nunca dar el salto hacia fuera de esa estructura para no dejar espacio dentro del oficialismo a otra figura que pudiera ser el elegido de Cristina en la contienda electoral.

Así las cosas, el gobernador mantiene votos kirchneristas y también del electorado independiente, que interpreta su mensaje de que hay que hacer cambios pero manteniendo lo que se hizo bien desde 2003 a esta parte.

Desde su experiencia personal Scioli también tiene mucho para mostrar, tanto por su formación comercial y empresaria, como por su paso por el deporte y la prueba de fuego que debió atravesar cuando perdió un brazo mientras practicaba la motonáutica. Su imagen es la de un luchador en la adversidad, la de un optimista de la vida, la de un político no nacido en la política, la de un hombre común que quiere asumir la responsabilidad más importante de un ciudadano argentino.

 

El camino elegido parece haber sido el correcto, porque está en el lote de punta de los que tienen posibilidades de ser presidente. De ahora en más será cuestión de llegar al momento decisivo de la mejor manera. Y en eso anda el bonaerense, con su media sonrisa casi permanente y su discurso siempre positivo, aunque vengan degollando.


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