Editorial

Serias falencias en las búsquedas de paradero: un atentado a la vida


Durante 2014, si hubo un signo distintivo dentro del incremento del delito, además del narcotráfico, han sido las muertes de niñas y adolescentes y el año que se inició no parece ir en otra dirección. Todo en medio de una sociedad que se ha vuelto más violenta y donde hasta las relaciones intrafamiliares son, en muchos casos, peligrosas. 

Cada vez que un caso de este tipo cobra estado público, resurgen otros. Por un lado, aquellos que no tuvieron la “suerte” de tener oportunamente cobertura periodística. Por otro, aprovechan la escena las angustiadas familias de personas que llevan años desaparecidas. 

El último caso que causó conmoción social fue la desaparición y posterior muerte de Daiana Ayelén García, de 19 años. La joven salió el viernes de su casa para una supuesta entrevista de trabajo en Palermo, pero nunca regresó. Tampoco se encontró a cenar con una amiga, como había acordado. El cadáver de la chica estaba en la morgue de Lomas de Zamora. Había sido hallado pocas horas después de su desaparición, asfixiada dentro de una bolsa y semidesnuda, a la vera de una ruta en la localidad bonaerense de Llavallol. Permaneció allí como NN hasta que el lunes se estableció la posibilidad de que fuese Daiana y se contactó a la familia para el reconocimiento.

Este tipo de situaciones, las desapariciones y hallazgo de cadáveres, dejan al descubierto las serias falencias que presenta la aplicación del protocolo que rige para ellas. Por empezar, al decir de las familias, todavía impera en algunas comisarías la vieja premisa que ordenaba esperar 48 horas antes de iniciar una búsqueda de paradero. Sabido es lo cruciales que pueden ser esas dos jornadas para encontrar con vida a la víctima, dentro del país o antes de que le eliminen su identidad en una red de trata. Por este motivo es que el protocolo insta a la búsqueda inmediata. No obstante, antes de activarla, las familias se encuentran con que la Policía pretende descartar huidas voluntarias y conflictos personales que expliquen la ausencia, máxime cuando se trata de mayores de edad. Es verdad que en muchos casos puede tratarse de rebeldías y travesuras, reacciones a discusiones o amoríos furtivos, pero estas estadísticas no se deben anteponer a la urgencia de encontrar al desaparecido, ni mucho menos desestimar la denuncia o escatimar recursos. Sencillamente porque la vida está en juego.  La tecnología, cámaras, celulares y las redes sociales son en este momentos los verdaderos artífices de los reencuentros, pero no en manos de las fuerzas de seguridad. Es la gente común la que últimamente ha sido determinante en los hallazgos. Baste con recordar el lamentable caso de la joven pergaminense Luciana Ferrer; en aquel episodio la vinculación entre la pérdida del rastro en la terminal de Rosario y la aparición de una chica quemada en el pueblo de Candelaria, Misiones, se produjo a través de una página de Facebook, cuando Luciana ya llevaba días (entre internación y permanencia en la morgue) bajo la órbita estatal. Es notoria la falta de comunicación interprovincial entre las fuerzas de seguridad. A veces parece que se tratara de diferentes países, o como cuando en las películas americanas del lejano oeste el bandido cruzaba los límites del condado y quedaba fuera del alcance del sheriff. Sinceramente si no fuese por la curiosidad y solidaridad de la gente que está atenta y difunde las búsquedas, serían muchos menos aún los casos resueltos. 

Otro caso que mostró a la sociedad la falta de comunicación entre organismos y el no uso de las tecnologías disponibles por parte del Estado fue el de Lucas Rebolini Manso, hijo de los actores Antonio Grimau y Leonor Manso. En el verano de 2010 permaneció por 32 días en la morgue sin ser identificado mientras los padres lo buscaban con desesperación. Amén de las circunstancias de la muerte que fueron dudosas, es de una ineficacia extrema no haber podido resolver este tema en las primeras horas, máximo cuando el caso estaba en todos los medios nacionales. Imaginar el tiempo que podría haber transcurrido de haberse tratado de una figura no pública, da escalofríos. Todo -según explicaron- porque el joven no tenía su DNI al momento de ser internado. Es inadmisible tal justificación en el país donde se inventó la identificación por huella dactilar y menos cuando el tema de la desaparición era excluyente en todos los medios. Sencillamente, nadie atinó a cruzar la información circulante ni a tomar una simple impresión de huellas para cotejar con ese u otro caso de persona desaparecida.

Como suele pasar, el Estado va un paso atrás de la sociedad. Se suele perder en la burocracia y se aleja del sentido común que no es otro que, en estos casos, valerse de la tecnología y entramar las redes que lleven a extender las búsquedas hacia lo más amplio posible. Las horas son determinantes y no es lógico perderlas en cuestionamientos y papeles. Ese tiempo es crucial para la vida de la víctima, para su integridad, para que no  sea sacada del país, donde todo se complejiza más. 

Para los televidentes debe resultar conocido esto que relatamos si siguen el envío de América “Los Unos y los Otros”. Allí no sólo se produce el reencuentro de familiares que llevan una vida sin verse (porque perdieron contacto en épocas en que la comunicación no era sencilla o casos de adopción) sino que búsquedas más recientes, de familias que llevan sin saber de su ser querido por semanas o meses, logran hallarlo en cuestión de los 90 minutos que dura el programa. Simplemente porque se hace uso de los recursos disponibles, en este caso un medio masivo de comunicación.

El lunes, al mismo tiempo que se sabía el fatal desenlace del caso de Daiana Ayelén García (cuyo supuesto homicida se suicidó el sábado arrojándose del tren), a la sociedad argentina se le recordaba que hace 10 años que falta de su hogar Florencia Penacchi. Como ella, son miles de personas (se calculan 300 por año) de las que no se sabe nada. Son los desaparecidos de la democracia, en momentos de la historia en que la tecnología ha aportado herramientas para maximizar las posibilidades de hallazgo –con o sin vida-, incluso cuando una persona no quiere ser encontrada. 

Como en todo fenómeno social, no se puede aspirar a un registro nulo de desapariciones, pero ¿cómo es posible que personas que -supuestamente- son intensamente buscadas por las fuerzas de seguridad no aparezcan nunca o bien sean halladas por civiles mediante el uso de tecnologías hoy comunes como la TV y las redes sociales? ¿Cómo es posible que ni bien se cruza una frontera provincial las búsqueda pierden todo hilvan y la comunicación es prácticamente nula? Tenga por seguro el lector que una búsqueda de paradero que se inicia en Pergamino se desvanece ni bien la persona en cuestión pisa Rosario o Villa Constitución. Del mismo modo que sucede con cualquier tipo de trámite, automotor sin ir más lejos. 

Es inadmisible y peligroso para la seguridad de las personas tales falencias en la era de la comunicación. 


Otros de esta sección...

Aprender durante toda la vida

26 de Abril de 2024 - 05:00
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO