Editorial

Sin más diálogo peligra la paz social en este 2018


En un clima social que comienza a bullir por los escasos resultados económicos que puede exhibir el Gobierno, el sindicalismo ha comenzado con los paros, como el de bancarios, la amenaza docente de no comenzar las clases y la convocatoria a la marcha del 21 de febrero.

Para poder analizar la cuestión es necesario atender a las partes en pugna, el sindicalismo argentino que exhibe un 81,6 por ciento de imagen negativa en las encuestas, pero sin embargo su poder de movilización está intacto y el de lograr amplio cumplimiento a las medidas de fuerza también.

¿Cómo se entiende esta dicotomía?

En principio porque estamos atravesando una verdadera crisis de salario, toda vez que la inflación no se ha podido controlar, los servicios aumentan y las propuestas de incrementos de sueldos para las paritarias son sensiblemente bajas. Y es aquí donde los trabajadores terminan encolumnándose en sus gremios una vez más. Los bancarios recibieron una propuesta del 9 por ciento de aumento cuando la inflación según dicen los economistas más encumbrados llegará a rondar el veinte o más de puntos porcentuales. No es un sector de salario bajo y así quieren seguir, por eso rechazaron en diciembre la oferta y las negociación se estancó. Terminaron parando justo antes del feriado largo de carnaval, complicándole la vida a todo el mundo. No olvidemos que la medida de fuerza la decretaron antes de un feriado extra large y al fin se suman seis días sin bancos. La gente se desesperó por ir a los cajeros o a sacar todo el salario por ventanilla, largas colas y enojos. Porque el problema de los paros es que muchas veces complican más al ciudadano común que a quien va dirigida la protesta, pero esa es otra historia…

La imagen específica del gremialista docente Roberto Baradel en las encuestas, está dividida en dos mitades: algunos lo identifican como un “luchador” y otros como un “impresentable”. Es que normalmente para el inicio de clases no se logra un acuerdo salarial y se comienza con paros. Tanto durante la gestión de Daniel Scioli como en la de María Eugenia Vidal sucedió lo mismo, extensas medidas de fuerza. Los primeros días la ciudadanía en general comenzaba apoyando que los maestros defendieran el valor de su salario, pero cuando el paro se extendía, propios y extraños terminaban furiosos contra los docentes, porque los chicos no iban a las aulas. Y este año no parece ser la excepción.

Precisamente, dado que el año pasado se negoció varios meses previos entre docentes y Gobierno bonaerense y no se evitó igual el paro largo y difícil, en esta oportunidad se usó otra estrategia: llamar recién la semana que viene a paritaria docente, casi encima del inicio de clases. A 20 días del inicio del ciclo lectivo 2018, los gremios docentes se sentarán en una mesa en el Ministerio de Economía bonaerense con el fin de negociar el aumento salarial. La reunión tendrá lugar una semana antes de la marcha convocada por Hugo Moyano, a la que asistirá el referente del Frente de Unidad Docente y líder del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), Roberto Baradel.

Desde los gremios en general y no solo Suteba, adelantaron que no aceptarán un aumento que tenga como techo un 15 por ciento, a pesar de que incluyó un plus por presentismo y otras sumas no remunerativas. ¿En este escenario comenzarán las clases? Es altamente improbable.

La problemática tal como está planteada en todo el sindicalismo y no solo con bancarios o docentes, es que el Gobierno no quiere que se llegue a ningún acuerdo de aumento salarial, público o privado, mayor al 15 por ciento. Como es natural ningún gremio está dispuesto a aceptar una cifra tan inferior a la inflación esperada, porque el salario se retrasará claramente por segundo año consecutivo.

Sin embargo, así como algunos gremios van a la lucha, otros aunque a regañadientes terminan cediendo. Pero esta cuestión no tiene que ver con diferencias sindicales, sino con dirigentes que tienen problemas legales, por ejemplo, como Hugo Moyano, frente a otros que quieren mantener puentes con el Gobierno a la búsqueda de otras ventajas como Armando Cavalieri. Al fin se mezclan cuestiones personales, políticas, negocios y expectativas en los movimientos de cada jefe sindical.

Vista la cuestión desde las dos veredas, es difícil llevar adelante una negociación paritaria, porque el Gobierno no quiere ceder a aumentos mayores al 15 por ciento porque teme que más incremento dispare más inflación; los gremios más combativos no están dispuestos a seguir cediendo poder adquisitivo salarial. Y de este modo la negociación termina antes de comenzar y es el paro lo primero a lo que se llega cuando debiera ser la última herramienta a que echar mano.

 

Este 2018 se plantea particularmente difícil en términos de paz social, porque se suceden paros y marchas, mientras no parece haber margen para una negociación que permita un marco de diálogo que involucre a los sectores sociales de la empresa y del trabajo, a los de la economía informal y a los que viven de planes sociales para con el Gobierno. Esta cuestión, la verdad, resulta cada vez más necesaria.


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