Editorial

Todos niegan en público lo que reconocen en privado: la crisis energética


En Pergamino y en la zona norte de la provincia de Buenos Aires en general no hemos sufrido cortes de energía este verano (el anterior sí los padecimos y sabemos bien de qué se trata), tema que analizaremos más adelante. En estos días de extremo calor, la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano están viviendo un infierno por la interrupción del suministro. Familias y comercios padecen cortes que duran varios días con todo lo que ello implica.

La problemática se produce cada vez que los termómetros llegan a los 30 grados de temperatura, que es cuando más energía se consume porque más se necesita.

El Gobierno nacional, responsable de una política energética que por momentos parece que va a colapsar, le pidió a las mayores empresas del país -siderúrgicas, alimentarias, petroquímicas y automotrices- que reduzcan su consumo de electricidad para moderar la demanda nacional, liberar una parte de los recursos para los hogares y evitar un estallido del sistema en su conjunto.

Pero las empresas, cualquiera lo sabe, no derrochan energía sino que la utilizan en la medida de sus necesidades, porque no le interesa sumar gastos fijos. Esto es el ABC de cualquier negocio. Y si les piden que bajen el consumo, el único modo es reducir la producción, con lo cual se terminarán perjudicando los trabajadores de esos rubros, no sólo sus dueños, y a la postre los consumidores de estos productos en cuestión.

A ese pedido le sumaron reuniones con Edesur y Edenor para que hagan cortes selectivos y rotativos. Se deslizó que los destinatarios serían clientes de alta demanda, como countries, grandes edificios o barrios de gran densidad residencial. Con lo cual, quien ha pagado altos costos para vivir según su gusto y posibilidades, será el más perjudicado. Voceros del ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, negaron que hayan hecho este pedido. Pero como los contactos fueron privados, no sabemos en realidad qué se habló allí. Y en los hechos, muchos vecinos damnificados dan cuenta que los padecen, según han denunciado ante los medios. Incluso dicen que han tenido que recurrir al extremo de “colgarse” del vecino que tiene luz y luego retribuir la gentileza cuando ellos la recuperan y al otro le toca la interrupción.

En el ministerio de De Vido dicen que la demanda no llegó a alcanzar el récord de 24.000 MW registrado el año pasado en todo el país, al que el sistema pudo responder. Aclararon, además, que la red está preparada para abastecer hasta 26.000 MW, mediante el aumento de la potencia de la central Atucha II y la importación de energía desde Brasil. 

Pero en la práctica los cortes de luz de las zonas densamente pobladas del distrito porteño y el Conurbano sufren permanentemente. La realidad parece desmentir al Gobierno. Es más, esta semana el mal humor de la gente se hizo sentir, hubo protestas callejeras por la falta de energía en varios barrios de distintos puntos geográficos, es decir abastecidos tanto por Edenor como Edesur.

Si lo que dice De Vido fuera cierto, por qué pedirle a las grandes empresas que ahorren energía, cuando saben que usan la que necesitan para producir. Las contradicciones están a la vista.

Más aún, tres empresas de primera línea del sur, el centro y el norte de la provincia de Buenos Aires recibieron la llamada de funcionarios del Ministerio de Planificación. En todos los casos, reclamaban que redujeran su consumo, a modo de colaboración con el mal momento que atravesaba el sistema eléctrico. 

¿O nos sobra energía como dicen públicamente desde el Ministerio de Planificación o nos falta como los funcionarios dicen en privado a las empresas?

Mientras tanto la gente sigue sufriendo los cortes.

Los operadores del sector eléctrico dicen que el calor sostenido aumentó la demanda, esto no puede ser ninguna novedad para nadie y menos para distribuidores de energía. Según informes oficiales, había 3.853 megavatios (MW) con capacidad de generación limitada por falta de combustible o problemas técnicos.

Los técnicos del sector eléctrico sabían, por el pronóstico del tiempo que se venía una semana complicada, pero en los análisis de Cammesa, la compañía administradora del mercado eléctrico que responde al ministro de Economía, Axel Kicillof, no se informa nada al respecto. Nada queda escrito de la crisis que se avecinaba. Y que finalmente se produjo.

Los voceros de Edenor y Edesur también negaron enfáticamente la existencia de cortes programados rotativos, en contrapunto con otras fuentes del sector energético que reconocieron su existencia; sugirieron que incluso ya están programadas automáticamente para situaciones en las que cae la entrada de energía desde la instancia de generación. 

Todos dicen fuera de micrófono lo que luego niegan públicamente. Pero la gente es la que padece, como es sencillo advertir.

En Pergamino y la zona norte, tenemos otra situación, en principio porque no hay conglomerados urbanos enormes como los del distrito porteño y el Conurbano. Y venimos teniendo ampliaciones de obras energéticas que encaró la provincia de Buenos Aires. Durante 2014 se construyeron y repotenciaron 12 estaciones transformadoras que beneficiaron a la región y varias industrias del interior provincial. En promedio, esas obras permitieron duplicar la potencia con la que contaban. En tanto, durante 2015 y a través del Foro Regional Eléctrico, se prevén 52 obras de ampliación, repotenciación y tendido, repartidas en todas las regiones de la provincia, que permitirán un aumento de la calidad del servicio eléctrico.

De todos modos, si el Gobierno nacional no encara seriamente la problemática energética, incluido el hecho de comprar energía carísima a otros países (que es lo que realmente desequilibra la reserva de divisas, no el ahorro y el turismo de los particulares), los emparches regionales de la provincia mejoran la situación, pero no la resuelven. 

Es claro que los errores en la política energética son de orden nacional y merecen un viraje urgente en su direccionamiento. Porque este problema no comenzó ahora a raíz de que la gente puede comprar más aires acondicionados, como dice el Gobierno para disfrazar de buena noticia lo que no es. 

Como sucede con el dólar, que no se fuga en masa por los particulares, el colapso energético no se debe a que prendamos más artefactos sino que hunde sus raíces en la falta de inversión, que desde hace años se reclama. Y aquí están las consecuencias.


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