Editorial

Tránsito: es tiempo de hacer algo distinto


Pergamino ha crecido. El dato es incontrastable de esta aseveración es la proliferación de edificios torre, de barrios cerrados, de loteos particulares y estatales, a los que se suma un número constante en el registro permanente que lleva el Municipio sobre la demanda de tierras. Junto con el incremento poblacional, se registra un incesante crecimiento del parque automotor, empujado también por un cambio de idiosincrasia de aquel tiempo en que había un vehículo por familia a hoy, cuando en la medida de las posibilidades económicas, hay dos o más por hogar. Por eso es posible que, en proporción, sea mayor el aumento del parque motor que el demográfico. 

Si bien mucha gente (forasteros que llegan o pergaminenses de toda la vida) se radica o muda hacia zonas periurbanas, donde hay más disponibilidad de espacio, donde se ubican los nuevos emprendimientos inmobiliarios y donde los costos de la tierra son más accesibles, lo cierto es que la vida ciudadana de todos pasa, en algún momento del día, por el Centro. ¿Y cómo llega hasta allí la mayoría? En auto o moto. 

El tema es que el Centro, como punto común a todos los pergaminenses, es el mismo en su estructura que hace más de 50 años y no hay reales posibilidades de cambiar esta infraestructura. Por eso es que ya no hay horas  “muertas” en la ciudad, ni por el día ni en las madrugadas: en todo momento hay alguien circulando. Durante el día, particularmente, tampoco hay horas fáciles y es común ver las calles y avenidas atiborradas de vehículos. En todo momento el tránsito se ha vuelto complejo y peligroso, y esto se debe en mayor medida a lo temerarios que somos al volante y al nulo respeto que tenemos por las normas de tránsito, tanto conductores de autos, como de motos, bicicletas y peatones. Como decíamos días atrás, nos seguimos comportando como en un pueblo cuando ya no lo somos; en Pergamino cruzamos la calle a mitad de cuadra pero vamos a Buenos Aires y tomamos la precaución de ir hasta la esquina, y en lo posible con semáforo, para atravesar la calle.

Evidentemente la solución de fondo para los problemas del tránsito es el cambio cultural de parte de sus protagonistas pero eso no sucederá ni en el corto ni mediano plazo; tal vez nunca. 

Entonces, si el parque automotor crece, la infraestructura vial no se puede modificar y nosotros no vamos a cambiar, ¿qué hacemos para que circular por Pergamino no sea un caos? 

Una opción, alguna vez planteada por profesionales del Automóvil Club Argentino y nunca implementada tiene que ver con la optimización en la utilización de los espacios de circulación con los que ya contamos. Nos referimos a una acción tan sencilla como económica: convertir las avenidas principales de la ciudad a una sola mano.

La realidad es que en el plano del urbanismo, con ciudades que cada vez alojan más gente pero que se mantienen intactas en su estructura, la cuestión vial ocupa un capítulo muy importante, tanto en lo que hace a la comodidad como a la seguridad. Vemos que, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, con su porte que es incomparable al nuestro, en los últimos años se concibió un Manual de Urbanismo que data de cuando el actual jefe del distrito porteño era jefe de Gabinete. Horacio Rodríguez Larreta dirigió este enorme trabajo que dedica buena parte a la situación vial. Y esta guía general es lo que nos está faltando en Pergamino, para enfrentar distintas problemáticas urbanas sobre la base de un proyecto global y con objetivos que nos acerquen calidad de vida.

Lo ideal en el caso que nos ocupa, que es la circulación vial en nuestra ciudad, es evitar congestionamientos y la posibilidad de accidentes. Las soluciones se deben buscan mejorando el uso del sistema vial existente, para incrementar al máximo su capacidad.

Porque al fin, el sistema vial es el principal soporte de los flujos vehiculares, camionetas, autos, motos, bicicletas y es también el principal estructurador de las ciudades, porque circulamos de acuerdo a las calles y avenidas que tenemos y las manos o dirección que estas tengan indicado.

En definitiva -y esto lo plantean todos los especialistas en urbanismo- un sistema vial se debe estructurar para el acceso a las propiedades y para permitir la circulación de vehículos para el desarrollo de las actividades de la ciudad.

Y en este tema hay un principio básico en el planeamiento del desarrollo de las ciudades, que es la noción de jerarquización vial que normalmente la tienen las avenidas.

Hemos planteado, en diversas etapas de nuestro crecimiento como ciudad, proyectos que al fin nunca concretamos, como es el caso de establecer la mano única de las avenidas. En el caso de Pergamino, estas que encierran al Centro como si fuesen un inmenso cuadrado, de modo que la reconversión a una sola vía solo importaría beneficios: mejor circulación, menos posibilidades de accidentes, ya no habría infracciones ni peligros por giros indebidos a la izquierda. No complicaríamos el tránsito sino que lo aliviaríamos, interconectándonos entre las avenidas paralelas de mano inversa por escasas cuatro o cinco cuadras intermedias.

Automáticamente desaparecerían los embotellamientos, los apiñamientos de vehículos en las bocacalles, se mejoraría la visual al acceder desde arterias a avenidas y lo más importante: se generaría el espacio suficiente para instaurar bicisendas. Motos y bicicletas son protagonistas excluyentes del caos pero no de manera intrínseca sino por su interacción con vehículos de mayor porte. Por el contrario, los biciclos podrían ser una gran ayuda a nuestra vida citadina. Si la gente que hoy se moviliza en auto lo hiciera en bici o moto, todo sería más fluido. Y si lo hiciera especialmente en bicicleta sería además menos contaminante. Las ciclovías serían la manera de impulsar, como en todo el mundo, el uso de la bicicleta como medio de transporte sustentable, evitando que las motos sigan proliferando en nuestra ciudad, enloqueciendo el tránsito y siendo uno de los motivos principales de choques y accidentes. El uso de la moto se va convirtiendo en una cuestión cultural, desplazando otros modos más sanos y sustentables de circulación como la bicicleta, sobre todo para la gente más joven. Ojalá pudiésemos implementar y la gente se entusiasme con estos espacios que se ubican en un margen de la calzada pero lógicamente en avenidas de una sola mano.

Pero en la medida en que no haya un espacio para su circulación exclusiva, las bicicletas y motos son un peligro para sus conductores y para terceros.

Nuestra observación es sencilla y tiene que ver con que nuestras avenidas no son lo suficientemente anchas para tanto coche y demás vehículos que hay hoy en día. Pero incluso si aquellos profesionales del ACA estaban equivocados y esta humilde opinión de LA OPINION es errónea, todo será cuestión de volver atrás con la medida. Porque como decimos más arriba, hablamos de un cambio que a la vez que es contundente, es sencillo y sin costo de inversión alguno. 

Gobernar una ciudad es una tarea que demanda mucho más que buenas intenciones;  lo que se requiere sine qua non es un rumbo, una estrategia para que todo lo que se haga esté en función de objetivos claros y concretos. En este marco, insistir sobre medidas remanidas que en sus mil variantes no han dado resultado, es como dar vueltas en círculo sin un puerto a la vista. Es hora de hacer algo distinto. Por lo menos, probar y ver si se logran otros resultados.

No vamos a mejorar el tránsito solo con inspectores de tránsito y multas, las que son necesarias, nadie lo cuestiona, pero no son el único camino, ya que hay que mejorar el sistema general de tránsito en nuestra ciudad, lo que implica la reducción del tiempo de viaje ( no puede ser que de Centenario al barrio Acevedo se tarde más que desde El Cruce al pueblo de Acevedo), ya que los recorridos en avenidas alivian la circulación en las calles angostas y agilizan los traslados en transporte público, de las ambulancias y autobombas.

 

No hay dudas que el problema es cultural; no respetamos la más elemental señal de tránsito. Pero el “cambio de cabeza” por el momento no es posible. Mientras tanto podríamos comenzar con el paso a una sola mano de las avenidas que encierran el centro de la ciudad, que es una medida para la que solo hace falta girar los semáforos y pintar carteles. Confiamos en que mejorará la circulación urbana en lo inmediato. Y si no, siempre es posible y sencillo revertir la medida.


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