Editorial

Un balotaje con aroma a plebiscito


Tal y como lo habían pronosticado las encuestas, la ultraderechista Marine Le Pen y el socioliberal Emmanuel Macron disputarán la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia el próximo 7 de mayo. Los franceses hicieron el domingo una elección rupturista: optaron por el liberal de centro Emmanuel Macron y por la nacionalista de derecha Marine Le Pen para el balotaje y dejaron fuera de la carrera por el Elíseo a las dos fuerzas que por cuatro décadas han dominado la política del país. Ahora, el escenario implica que el 7 de mayo Francia también, de cierta forma, decide si se queda o deja la Unión Europea.

Triunfaron dos candidatos antiestablishment: la líder de extrema derecha y antieuropea convencida, Marine Le Pen (21,42 por ciento) que ha batido su campaña en torno al levantamiento de fronteras, y el socio liberal, y el europeísta convencido Emmanuel Macron (23,96), que se presenta por encima de divisiones partisanas.

Los tres grandes perdedores de la noche fueron el conservador François Fillon y el neocomunista Jean-Luc Mélenchon, virtualmente empatados en un tercer puesto, y evidentemente el candidato socialista, Benoît Hamon, que con apenas un 6 por ciento, fue el primero en tomar la palabra tras el comicio para asegurar que “la izquierda no está muerta” a pesar de que recibieron “una sanción histórica”, y pidió el voto para Macron “aunque no pertenezca a la izquierda ni pueda representarla”, pero con el objetivo de frenar al Frente Nacional.

Nadie puede negar que el triunfo del candidato independiente Macron en la primera vuelta es una proeza. El antiguo banquero de negocios reconvertido en consejero económico del presidente de la República ha pasado en dos años y medio de ser un perfecto desconocido a convertirse en un personaje popular, crear un nuevo partido y colocarse en el epicentro de la política francesa con todas las probabilidades de convertirse en el próximo presidente. Su mayor desafío -si es elegido en la segunda vuelta- será encontrar en las legislativas de junio una mayoría con la que poder gobernar. Se propone conseguir este objetivo con el planteo de que para el resto de los partidos políticos es “un deber” apoyarlo para hacer frente a la extrema derecha.

Para Le Pen los resultados del domingo son “históricos” y ha plantado las bases de los debates para la segunda vuelta “entre la desregulación total y la gran alternativa” presentándose como “la candidata del pueblo”. 

Tras esta primera vuelta comenzó lo que puede ser considerado la descomposición del mapa político francés, con el surgimiento de una izquierda antisistema, como la de Mélenchon que da la espalda a lo que el Partido Socialista ha construido en los últimos 40 años; con el surgimiento de una balbuceante centro-izquierda y con un debilitamiento de las dos familias políticas que se han repartido el poder en el último medio siglo.

Fillon, conservador que ostenta un considerable 18 por ciento de las adhesiones, pidió el voto por Macron. Mélenchon, por el momento, se negó a dar una consigna y colocó a los dos ganadores en el mismo saco. 

La segunda vuelta será el escenario de la confrontación entre dos visiones de Francia totalmente antagónicas: la optimista de Macron, de una Francia tolerante y una Europa unida con fronteras abiertas, y la de Le Pen de una plataforma más oscura y aislacionista de “Francia primero”, que prevé cierre de fronteras, endurecimiento de medidas de seguridad, menor inmigración y el abandono de una moneda común para restituir el franco francés.

Los últimos días de campaña demostraron la fragilidad de Francia frente a la amenaza yihadista, con la muerte de un policía y otros dos agentes heridos en el atentado del Elíseo, a pesar de que el país está en estado de emergencia. Esta situación, en términos de política interna, favorece la postura de Le Pen. Porque lo que alimenta el populismo no solo tiene que ver con un malestar económico sino con factores culturales, como el miedo a la islamización y a los atentados terroristas.

Del otro lado del océano, Donald Trump ha revivido en Europa el aislasionismo, el proteccionismo y el debilitamiento de la Otan, justamente cuando esta última vuelve a estar en el centro de Europa ante las políticas expansionistas de Rusia. En este contexto, es vital que Europa refuerce la lucha contra el terrorismo pero a la vez retome sus valores fundamentales para dar un trato humanitario a los refugiados que llegan al continente; Europa debe cumplir con su compromiso de acogida y reparto de refugiados. Lo anterior no implica que se subvalúen los riesgos de seguridad implícitos en las oleadas de migrantes; estos se deben de enfrentar de manera global entre todas las naciones europeas y en coordinación con otros países fuera de Europa. Tal es la plataforma de Macron, quien sostiene que el terrorismo internacional y los ciber riesgos no se puedan afrontar de manera eficaz solo desde el ángulo de la soberanía nacional.

La integración europea ha sido uno de los procesos más exitosos del mundo ya que le ha permitido a los países adaptarse a la globalización y potenciar a sus economías a la esfera supranacional; sin embargo, a la vez se ha inmiscuido en ámbitos radicados en el propio corazón de la soberanía e identidad nacionales, de allí que surgieran iniciativas como el Brexit. Por eso la Unión Europea precisa renovarse en términos de políticas y procesos, seguramente descentralizando más la responsabilidad sobre las estrategias en el plano nacional para lograr una mejor representatividad de los ciudadanos. Al final de cuentas cada uno de los miembros de la UE tiene una idiosincrasia y cultura propias. No obstante, el riesgo de fragmentación europea puede alentar más el populismo; hoy Europa tiene que mantenerse unida a la luz de que Donald Trump la ve como un rival y no como un aliado como fue desde el término de la Segunda Guerra Mundial. “El destino de Europa está en manos de los europeos”, ha expresado la canciller Angela Merkel, en respuesta a Trump contra el futuro de la Otan y de la UE.

La campaña que empieza ahora tendrá novedades. La primera es que ninguna fuerza heredera del pensamiento gaullista ni otro partido tradicional estarán liderando los debates, pero todos ellos estarán detrás de Macron para tratar de frenar el avance del nacionalismo de Marine Le Pen, según han expresado los líderes de las fuerzas derrotadas. Apenas se conocieron las proyecciones de los resultados, uno a uno, las grandes figuras políticas de derecha e izquierda dieron públicamente su apoyo a Macron y pidieron votar por él. A Fillon, le siguieron  el otro candidato Hamon, el presidente François Hollande, varios ministros y exministros, parlamentarios y eurodiputados. El argumento es que el extremismo no puede traer más que desgracia y división a Francia.

El candidato liberal sabe que los apoyos son un préstamo que tendrá que pagar.  Es que Macron sabe que su movimiento, En Marcha!, aún no es lo suficientemente sólido como para conseguir una cantidad suficiente de diputados en las elecciones legislativas de junio, que podrían darle la gobernabilidad que necesita para avanzar en sus promesas.

Las encuestas previas pronostican una victoria de Macron en el balotaje del 7 de mayo. Y en esta primera vuelta, los sondeos demostraron ser certeros, a diferencia de lo ocurrido con algunas de las últimas votaciones a nivel internacional, como el Brexit y el plebiscito para refrendar el acuerdo con la guerrilla de las Farc en Colombia, por ejemplo.

La otra gran novedad de esta campaña es que el balotaje es visto también como un referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea. Le Pen, quien se definió como la “candidata del pueblo francés”, dijo a sus seguidores que en esta elección “está en juego la sobrevivencia de Francia”, en referencia a lo que ella considera la amenaza a la seguridad y los valores nacionales que trae la inmigración. La candidata populista quiere que Francia deje el euro y el bloque europeo.

 

Era ese debate sobre el futuro del país dentro o fuera de la UE el que se vivía ayer en las calles y los locales de votación. Y esa será también la decisión que incline la balanza por uno u otro candidato.


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