Editorial

Verdades de Perogrullo en una Argentina sin reglas


Hemos analizado en otras oportunidades que somos una sociedad claramente tolerante; nos quejamos de las cosas que nos indignan pero reconocemos que son parte del folklore, de modo que terminamos por aceptarlas y practicarlas. Tan naturalizadas están ciertas cuestiones indebidas y reñidas con la ley y la sana convivencia, que las hacemos parte de la mesa del café, de la charla en la puerta del supermercado, en la cena con amigos. Nos pasa con la política y así nos va, nos pasa con el tránsito, con el deporte y con todo aquello que parece imposible de cambiar en la Argentina.

¿Podemos sorprendernos que el ciclismo argentino, que había vivido una verdadera fiesta en el 33º Panamericano que se celebró en San Juan el fin de semana pasado, se haya visto envuelto en un problema de doping?

En su mejor resultado histórico la Argentina, completó una actuación notable con una medalla dorada y tres plateadas. Sin embargo, el doping vuelve a golpear a un deporte que está especialmente en la mira de la Agencia Mundial Antidopaje y ahora en la Organización Nacional Antidopaje. Porque dos competidores argentinos, ganadores ambos, dieron positivo en un primer análisis. Además, se detectaron al menos cuatro casos positivos entre competidores de una carrera que es un clásico argentino, como lo es la Doble Bragado. Y al menos tres de los implicados habrían ocupado el top ten de la clasificación general.

¿Alguien realmente se puede sorprender? Es sabido que es un deporte de alto rendimiento donde los estimulantes de todo tipo juegan ampliamente. Se sabe en el ambiente y fuera de él. ¿Vamos a jugar a qué dirigentes y organizadores de los certámenes no lo saben? ¿Es que antes del Panamericano el doping no existía o es que no se realizaban los debidos controles? La realidad es que siempre supimos que en el ciclismo se usaban estimulantes y fue uno de esos deportes que no hizo controles y esto ocurrió durante los años 2014, 2015 y 2016. El problema es que la situación fue tolerada, diríamos asumida como un hecho, desde siempre; los controles no se ejercían nunca y cuando, por cualquier circunstancia, por ejemplo participar en una carrera internacional, la situación se expone.  

Y esto sucede porque los deportistas argentinos, que no competían internacionalmente, se acostumbraron a esta situación irregular, a tomar sustancias prohibidas, estimulantes o drogas porque al fin nadie controlaba. Y hasta en muchos casos se tomaba como una picardía el que rendía mucho más que otro porque se había dopado para ganar.

Sin embargo ahora que participamos de estas competencias internacionales quizá haya llegado la hora de encauzar este deporte sin sustancias prohibidas y con los debidos controles. Aprovechar para hacer docencia sobre hacer lo que se debe, buscar el entrenamiento sano. En fin lo que corresponde.

¿Podemos impresionarnos porque se descubrió en Independientes cheques para viajes de la barra brava? Otra verdad de Perogrullo: los clubes “bancan” a los barras. Como vamos a considerar entonces que es una noticia, una novedad, que estos sujetos recibieron cheques de los directivos del club de Avellaneda. Si todos sabemos de las relaciones carnales entre la dirigencia de los clubes y los barras, históricas, las que se desarrolla a la vista de todos y son toleradas por propios y extraños.

La causa por lavado de dinero que inició a raíz de las acusaciones de Pablo “Bebote” Alvarez, complica cada vez más a Hugo y Pablo Moyano. El expediente en manos del juez federal de Quilmes, Luis Armella busca reconstruir un circuito financiero y societario y tras una serie de allanamientos se secuestró documentación que confirma, entre otras cuestiones, el pago de más de cincuenta cheques firmados por el gremio para viajes de corta y mediana distancia de la barra brava de Independiente. Pagos que van desde 500 mil pesos a más de un millón de pesos. Es que los muchachos son caros, en todos los clubes.

Si la AFA no fuera el reducto del continuismo de un fútbol degradado por los negocios, con financieras donde se lavan fondos del deporte, con clubes a los que nadie controla y donde los dirigentes y los barras hacen negocios un día y al otro también, es probable que esta otra verdad frente a la que estamos ya sería historia.

Sin embargo la falta de controles en la Argentina que se repite en todas las instituciones políticas, deportivas, entidades de la comunidad, parece parte de nuestro ADN y eso es lo preocupante, porque no se trata de que desconozcamos la corrupción, los negociados, los estimulantes en los deportistas, la incidencia de los barrabravas. Todo lo sabemos. El problema es que aceptamos mansamente esta Argentina sin reglas y nos indignamos en la mesa de café demostrando cuánto conocemos de nuestro propio desasosiego.

Sin embargo nos cuesta imaginar una nación con reglas claras, con controles, con buen funcionamiento de las instituciones. Nos cuesta creer que de ese modo nos iría mejor a todos, porque en el fondo desconfiamos de la normalidad, estamos tan acostumbrados a que todo sea en el marco del descontrol, que es muy probable que tengamos temor a cambiar.

Cuando la realidad es que cuánto mejor estaríamos si fuésemos un país normal, serio, con controles, sin verdades de Perogrullo y con reglas. Pero primero debemos convencernos nosotros mismos de lo que nos conviene.


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