Especial 100 años

Verano del 88


 Jorge Sharry LA OPINION

'' Jorge Sharry. LA OPINION

Por Jorge Sharry.


Corría el verano de 1988, enero, estaba en Mar del Plata haciendo teatro callejero con mis compañeros de Juventud de Teatro, entre los que se contaba mi entrañable “hermana” elegida, Rosana Cura. Cómo me aviso Graciela Venini, ya no recuerdo; con tanta tecnología nueva, uno se olvida de la época de los teléfonos fijos y las cartas en papel estampillado, pero lo hizo y me contó ya era un empleado más del diario, un sueño que acariciaba de tiempo atrás.

Hacía algunos años que colaboraba con diversas notas para los suplementos Vida y Cultura que dirigía el inefable Tani Kessler; Cartelera, una instancia de Omar Re y alguna columna perdida para el que coordinaba Graciela dirigido a la mujer. Escribía y cobraba por nota, pero estar, pertenecer a esa redacción gloriosa, era un sueño largamente acariciado que sólo tuvo efímero eco cuando en 1978, me convoco Mario Lombari como integrante del staff de jóvenes periodistas en su retorno a Pergamino. Poco tiempo fue, porque Mario tuvo problemas de salud y no pudo seguir en su puesto de Jefe de Redacción. Con él nos fuimos los dos o tres jóvenes que había elegido en su reentre.

Pertenecer  a esa redacción mítica en la que revistaban tantos “monstruos” del periodismo pergaminense -no los voy a nombrar por temor a olvidar alguno- y bajo las órdenes de Roberto Veros, un verdadero maestro que me enseño el ABC de la profesión, era abrazar el Paraíso… Hago un impasse en mi narración, porque Roberto lo merece. Jamás voy a olvidar la presencia de ese “jefe” haciendo las editoriales frente a la mesita con la Olivetti y dos o tres mesas más en las que se repartían enciclopedias, libros y diccionarios mientras escribía el tema elegido. Apenas unos tres mil caracteres profundamente investigados y “chequeados” como se dice y no se hace ahora. Cada vez que le preguntábamos algo, nos alcanzaba el diccionario; si discutíamos con  el entrevistado, nos mandaba nuevamente al lugar de “la batalla”  “como un periodista de La Nación”; si íbamos a cubrir una nota que no existía como porque se había inundado un barrio que jamás se había inundado, no podíamos volver sin nada, a pesar de que la amenaza no fuera cierta. Ese era nuestro Jefe de Redacción, Roberto Veros, que jamás nos levantó la voz y siempre accedía a nosotros con la mejor sonrisa y la autoridad que le daba el conocimiento… en el medio comentábamos las últimas películas de Spielberg que veíamos en VHS porque los cines de Pergamino habían cerrado.

Los miércoles, Roberto tenía franco y me había dado la dura responsabilidad de estar a cargo del diario. Así empecé, con los cables hasta pasadas las doce de la noche; gacetilleos varios y las largas tardes en la redacción donde discusiones y alegrías se fundían en la felicidad de estar haciendo el mejor periodismo que podíamos hacer. Con Don Julio Venini reportando nuestro paso por el trabajo desde su oficina a medio piso.

De a poco fui logrando la página de Espectáculos y también la de Educación por mi trabajo como docente en el viejo Nacio.

Y llegaron los tiempos en que la economía y los avances tecnológicos superaron las posibilidades del diario y se bajaron  las persianas. Don Julio no pudo seguir y llego Hugo Apesteguia con un trabajo diferente que trajo la tecnología al diario. Y llego la noche del incendio del archivo que guardaba la historia de Pergamino en innumerables fotos y notas celosamente custodiados por el amigo Juan López. Y llego el segundo incendio que termino con la vieja casona de calle Merced y el diario continuo por otros lares conservando su cuidada prudencia y con los nuevos compañeros a los que recuerdo con un cariño que excede al de haber compartido momentos laborales.

Pero esos años en que la redacción era una “olla de grillos” como la profesora Ricardo Martínez hubiera pregonado en su docente castizo; en que todo se aprendía y se aprehendía; aquellos años de la redacción en calle Merced, han quedado en mí como el recuerdo má semotivo y preciado. Valga mi recuerdo al Flaco Raimundo, Pio Caldentey, Pedro Rivero, Ricardo Piraccini, José Luis Lanzillotta, Manolo Núñez, Marito Di Chiara, el Flaco Ríos, Maxi López, Paco Pérez. Omar Lizzi  y tantos otros que ya no están y que hicieron de esos días las jornadas más felices que recuerdo. Y valga nuevamente el agradecimiento por educarme en la profesión a mi querido Roberto Veros.

No puedo creer que sean estos jóvenes cien años de LA OPINION  los que nos convocan, pero les aseguro que, en el idioma más sensiblero, se me están escapando varias lagrimas mientras escribo; lo que hace aún más profundo mi amor por ese diario y como decía Pio: “lo que no se publica en la LA OPINION, no sucede en Pergamino”.

Por varios cien años más y un abrazo intenso a todos los que hoy lo siguen haciendo realidad.

Posdata: Abogo para que vuelva la Fiesta de la Cultura, que tantas satisfacciones ha dado a los artistas de Pergamino y que se convirtió en absolutamente necesaria e insustituible para el estímulo de la cultura local. Por favor.


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