Perfiles pergaminenses

Analía Barrera: una mujer que construyó su vida sobre la base de sus ideales


 Analía Barrera una mujer apegada a sus raíces y dueña de un sentido profundo de la libertad  (LA OPINION)

'' Analía Barrera, una mujer apegada a sus raíces y dueña de un sentido profundo de la libertad. (LA OPINION)

Es conocida por su trayectoria docente. Fue directora del Centro de Investigaciones Educativas. También concejal. Ama viajar y nutrirse de nuevos conocimientos. Preside la Asociación de Descendientes de Emilia Romagna. Defensora del legado transmitido por los inmigrantes, rinde culto a lo verdadero: el amor por la familia y los amigos.


Analía Beatriz Barrera es conocida por su trayectoria en el ámbito de la docencia y la política. Activa e inquieta por el conocimiento. Es una persona que supo rearmarse a partir de haber tomado decisiones valientes que le significaron torcer rumbos. Ella misma refiere en el comienzo de la entrevista que tuvo una vida hasta los 50 años y otra después. Hoy está jubilada de la docencia, divorciada, retirada de la actividad política y conectada con lo esencial: su familia, su amor por los viajes, los amigos y un universo en el que siempre tiene lugar la búsqueda de nuevos saberes. Se alejó de la docencia cuando sintió que “la educación era un ciclo cumplido en su vida”. En el mismo tiempo llegó su divorcio y el inicio de una nueva etapa.

Es elegante. Sabe contar y conserva el tono y la mesura del ejercicio docente. En la conversación la acompaña el mate amargo y la sonrisa. También la emoción cuando la memoria la lleva por el camino de lo entrañable. Es hija de Gladys Pegaz y Elis Barrera.  A sus 62 años disfruta de ellos y los acompaña. Tuvo un hermano, Daniel, que falleció a los 22 años a causa de un accidente de tránsito. Ese fue el hecho más desgarrador de su vida y lo narra en el comienzo: “Fue el episodio trágico de mi vida y el de mi familia. A pesar de que mis padres siguieron adelante, mi madre cada tanto me dice: ‘Yo estoy siempre triste, no te olvides’. Es un dolor con el que aprendimos a convivir”. 

Cuando habla de él lo refiere como un ser muy especial, de carácter agradable. Fiel a sus raíces, la familia ocupa para Analía un lugar central. Es mamá de dos hijos: Ignacio (33) y Luciana (30). Aunque ha sabido adaptarse a cada situación, de vez en cuando añora la familia reunida en torno a una larga mesa, con la pasta casera amasada con sus suegros. La vida y la muerte fueron modificando esas configuraciones familiares. Habla de sus padres con orgullo. “Mis padres tienen un negocio, que a estas alturas es el más antiguo del barrio Centenario”, comenta.  Y prosigue: “Mi mamá trabajó desde muy chica hasta que se casó a los 17 años. Mi padre por entonces trabajaba en ‘La Porteña’ y cuando lo indemnizaron armaron su propio emprendimiento comercial. Pudieron independizarse y vivir bien”.

Los escenarios de su infancia tienen que ver con la dinámica de ese negocio familiar: “Eramos una gran familia, vivíamos en esta misma casa, al lado vivían mis abuelos y allí estaba el negocio. Tengo un recuerdo hermoso de mi infancia. Crecí con mi abuela Elva”.

Fue a la Escuela Nº 77 y más tarde al Colegio Nacional. “Un colegio de varones” en el que aprendió mucho al egresar, aunque su intención era irse a estudiar a otra ciudad, el camino la acercó a la docencia. Optó por quedarse en la ciudad y guiada por la orientación que le dio su profesora Susana Sharry se inscribió en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 5. Allí  hizo los dos años de maestra especial y cursó el profesorado en Psicología y Ciencias de la Educación; más tarde rindió las materias para recibirse de psicopedagoga. “Me negaba a ser maestra, aunque siempre jugué a serlo”, afirma. Trabajó como asistente educacional y desde sus comienzos le tocó desplegar una tarea más vinculada a lo social.

 

Un largo camino docente

Su primera suplencia fue en 1974 en la Escuela de Educación Especial Nº 502 como maestra de deficientes mentales. También trabajó en la Escuela Nº 501 que era domiciliaria. “Ese fue un trabajo hermoso del que aprendí muchísimo”, afirma.

En 1979 la convocaron para trabajar como asesora pedagógica en una escuela técnica de Conesa. Era un cargo nuevo en el marco de las llamadas “escuelas piloto”. “Fue una experiencia muy significativa en un momento muy difícil de la historia”, refiere. En esa época llegó la posibilidad de titularizar, pero rechazó ese ofrecimiento para seguir vinculada a una tarea que por entonces le permitía “pensar una escuela distinta”.

Más tarde titularizó en la Escuela Nº 2, donde estuvo apenas un mes porque la convocaron a trabajar como capacitadora en el Centro de Investigaciones Educativas (CIE). Ejerció esa tarea hasta 1987 en que rindió y ganó el concurso que la transformó en inspectora de primaria. Su destino fue San Nicolás, ciudad a la que viajó hasta que la trasladaron a Pergamino por entonces ya tenía horas asignadas como docente de nivel superior.

Su carrera docente solo se vio interrumpida en períodos determinados, motivada por la maternidad. En esa época se dedicó a otra de sus pasiones: la repostería. Luego fue un problema de salud la que la obligó a relegar la tarea y una vez superada esa contingencia se reintegró como secretaria de la Escuela Nº 2 hasta que concursó para ocupar la dirección del CIE, cargo que ejerció hasta que se jubiló.

“Fue un desafío y creo que obtuve el cargo porque tuve la capacidad de desprenderme de lo viejo, para crear una nueva estructura. Siempre me sentí muy amparada por el Estado, dimos luchas importantes.

“Me jubilé cuando sentí que el ciclo estaba cumplido”, afirma y confiesa: “Soy maestra de alma y nunca dejaré de serlo”. 

 

Una nueva vida

Junto con la jubilación llegó otra decisión trascendente: el divorcio. “Fue una experiencia difícil, un tiempo en el que todo estaba para reconstruir”, confiesa y dueña de una tenacidad que la distingue se valió de sus mejores recursos para rearmarse. Se conectó con lo esencial y logró redescubrirse en roles y necesidades. Volvió a vivir en la casa en la que nació, solo que hoy ese espacio tiene su impronta. 

Se nutrió de nuevos conocimientos. El primer verano después de la jubilación escribió el libro “La cucina della nonna” con recetas e historias de los inmigrantes, escritas en español e italiano. También volvió a estudiar: hizo la maestría en Desarrollo Económico y Social y se vinculó con la actividad política. Así llegó a ser concejal por el socialismo, un espacio al que define como “una filosofía de vida”. También realizó un post título en patrimonio cultural.

“La política me gustó siempre y de hecho siempre hice política desde mi rol, como profesora busqué hacer cosas que implicaran cambios para la sociedad y me preocupé por formar docentes para otra escuela”, reflexiona.  De su experiencia como concejal rescata el aprendizaje y el compromiso. Presidió la comisión de Cultura y Educación del Concejo Deliberante, labor legislativa que la acercó a los artistas. Su labor en el terreno de la política finalizó cuando cumplió su mandato.

El inventario de las actividades que realizó no se agota en la docencia o la política. Siendo directora del CIE tomó el desafío de producir un programa de televisión para hablar de educación. Más tarde tuvo un programa de radio y también escribió sobre turismo en un diario digital. Siempre optó por tomar nuevos desafíos. Antes había dado clases particulares y trabajó en una cooperativa de seguros.

 

Sus raíces italianas

En 2001 fue la presidenta fundadora de la Asociación de Descendientes de Emilia Romagna en Pergamino lo que le permitió vincularse aún más con sus raíces y vivir experiencias ricas en la conexión con lo verdadero. Su primer viaje a Italia había sido en la década del 70 junto a su prima Alicia Mastrandrea. Allí se reencontró con familiares y descubrió un amor entrañable por la historia de aquellos pueblos donde alguna vez habían estado los suyos y cumplió la promesa que le había hecho a su bisabuela Amelia de conocer su tierra. Se emociona cuando lo relata. En 2001 cuando Argentina atravesó una crisis severa, uno de sus familiares, Ennio, un primo de su abuela a quien no conocía personalmente, le mostró la generosidad de aquellos “tanos”. Le escribió una carta en la que se solidarizaba con lo que ocurría en Argentina y le ofrecía casa y comida si quería radicarse allá. Agradeció el gesto con profunda gratitud e inició con este hombre de 85 años una relación de familia estrecha y entrañable. 

Fruto de su compromiso, la designaron miembro de la Consulta Emiliano Romgnola en el Mundo. Cumplió su mandato durante cinco años y fue reelecta por un nuevo período. Eso le permitió durante diez años viajar a Italia con frecuencia. 

En 2015, como un modo  de devolver lo que le había dado la Asociación, organizó un viaje a Italia con gente de la entidad. Define ese acontecimiento como “una experiencia entrañable”.

 

El amor por viajar

Sobre la mesa, está la computadora encendida. Allí se observan los esbozos de un viaje que está planificando para un grupo de personas. “Me gusta organizar circuitos. No lucro, solo coordino itinerarios y disfruto de viajar con otros. El próximo será en octubre y luego haré otro con mi compañero de vida”, cuenta.

Lo que más le gusta de viajar es conocer culturas. “Me gusta recorrer calles, hablar con la gente, caminar los pueblos”.

En uno de esos lugares imagina la vejez. “Será en Córdoba, en el paisaje de las sierras”. Se siente “muy argentina” y también “muy italiana”.

“El legado que tenemos de la cultura que trajeron los italianos es muy importante. De ellos aprendimos el amor al trabajo”, refiere, esta mujer que se define como “muy trabajadora y responsable”. 

 

Una manera de mirar

Es una defensora de la independencia. Tiene una manera de mirar la vida propia de las personas optimistas. “Nunca me levanto deprimida. Lo más doloroso que me sucedió fue la muerte de mi hermano; después no he tenido grandes pérdidas, ni tampoco grandes expectativas. Soy feliz y he sabido adaptarme”, afirma.

Volviendo sobre la muerte de su hermano, refiere: “En ese accidente perdimos a mi hermano y un auto. Un año más tarde recuperamos el auto, pero a mi hermano no lo tuvimos nunca más. Aprendí que así de relativo es lo material”.

Rinde culto a la amistad y conserva relaciones incondicionales. “La amistad es una palabra importante”, enfatiza, esta mujer que supo construir la vida que soñó y la disfruta en las pequeñas cosas. 


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