Perfiles pergaminenses

Daniel Freggiaro: un hombre comprometido con la gestión del desarrollo y con sus raíces


 Daniel Freggiaro hizo un recorrido por su historia de vida (LA OPINION)

'' Daniel Freggiaro hizo un recorrido por su historia de vida. (LA OPINION)

Proviene de una familia de inmigrantes que llegaron alentados por la posibilidad no solo de trabajar sino de tener acceso a la tierra. En la agronomía desplegó una nutrida profesión. Ocupó cargos públicos y consolidó su perfil de “administrador gubernamental” como se define. Es papá y abuelo. Hoy sigue ocupándose del campo en el que creció.


Arturo Daniel Freggiaro nació en Colón y vivió en la zona rural desde pequeño junto a su familia, integrada por su padre Daniel;  su madre Esther Reybet; y su hermana Ana Ester. “Vivíamos en el Cuartel 2, Colonia La Perla, hice la primaria en la Escuela Rural Nº 11 y luego continué mi educación secundaria como pupilo en la Escuela Salesiana de Ferré”, cuenta en el comienzo de la entrevista que se desarrolla en la redacción de LA OPINION.

Sus recuerdos de la niñez tienen que ver con el escenario rural. De hecho su casa del campo en una época funcionó como sede de la escuela para facilitar el acceso a la educación de los chicos que vivían en esa colonia. Cuenta la anécdota con una ternura entrañable hacia la figura de su abuelo y la vocación de ese inmigrante por propiciar la educación: “Mi abuelo había comprado el campo en 1921 y construyó la casa, cuando la terminó como era una colonia de sesenta lotes le escribe al ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires diciéndole que era una colonia de inmigrantes que necesitaban una escuela. Desde el Ministerio de Educación le contestan que estaban muy agradecidos por la inquietud, pero que no tenían manera de satisfacer esa necesidad, que si ellos construían la escuela, el Gobierno asignaba una maestra. No lo dudó un instante y comenzó a construir la Escuela Nº 11 y mientras estaba en obra en 1924, para no perder el año, avisan que la escuela estaba lista y que mandaran la maestra. Cuando eso sucede como el edificio no estaba concluido, los chicos concurrían a la casa del campo, de día la habitación de los varones se transformaba en el aula, ponían y sacaban las camas para hacer lugar”.

Ya siendo casi adolescente, se estableció en Ferré como pupilo. Rescata la rigurosidad de la formación que recibió en lo que define como “un pupilato típico de los años 60 en los que se entraba al colegio a comienzos de año, se tenía una semana libre en julio y se volvía a ingresar hasta diciembre.

“Egresamos como bachilleres agrotécnicos y las materias se aprobaban con nueve. Teníamos clases de lunes a sábado y por las tardes hacíamos las prácticas”, menciona y señala que eran un grupo de chicos de origen básicamente rural que tenían claro que si querían estudiar tenían que asumir un desarraigo que era inevitable.

 

La agronomía y su campo de acción

Estando en el último año del colegio secundario le realizaron un test vocacional, algo novedoso para la época y ese estudio le dio información sobre su inclinación hacia la biología y el área social. Se inclinó por la agronomía y se fue a estudiar a La Plata. 

Hizo la carrera en cinco años y al egresar consiguió trabajo en el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires y estuvo allí hasta 1985. “En La Plata viví durante diecisiete años, formé mi familia allí y en esa ciudad nacieron mis hijos”.

En 1984, durante la gestión de Armendáriz, el doctor Adolfo Coscia asumió como ministro de Asuntos Agrarios, fue colaborador de él y del gobernador. En 1985 cuando Coscia renunció para  continuar con su trabajo en el Inta, lo convocó para trabajar en Pergamino. “Tenía un cargo de director provincial en el Ministerio y me vine a trabajar con el doctor Coscia, un segundo padre para mí, en la Estación Experimental Pergamino en un proyecto basado en la descentralización y regionalización”, cuenta.

“En este marco se crearon las direcciones regionales y comencé a trabajar en el área de planificación y diseñamos el proyecto de agricultura conservacionista que fue la iniciativa del Inta para promover la siembra directa”.

A raíz de eso, cuando se concursó la dirección de la Experimental, ganó ese concurso y en 1997 aplicó para la dirección nacional, cargo que desempeñó durante un tiempo hasta que, por diferencias con el presidente del organismo, regresó a Pergamino en 1999 y en 2000 se sumó a un retiro voluntario.

“Yo me autodefino como un administrador gubernamental”, refiere y admite que el rol que siempre desempeñó en la administración pública fue de gestor.

 

Una tarea más técnica

Al dejar el Inta comenzó una etapa de trabajo más técnica y se centró en su perfeccionamiento. “Yo había hecho un primer posgrado en 1986 en el Instituto de Desarrollo Económico del Banco Mundial para el diseño y evaluación de proyectos agrícolas, en 2000 hice un posgrado con la Politécnica de Madrid en Organización y Gestión de la Innovación Tecnológica y en 2013 hice un posgrado a nivel de especialización en producción de granos”.

A nivel agropecuario, señala que su actividad nunca fue la del asesoramiento, sino la del trabajo en el campo, fundamentalmente a partir de la muerte de su padre en 1988.

 

La gestión local

Daniel Freggiaro militó desde la recuperación democrática en el seno del Partido Radical. Eso lo vinculó con personalidades por las que guarda un profundo respeto. Trabajando en la órbita privada y ya retirado del Inta realizó un trabajo de consultoría para el Gobierno español en proyectos específicos y en 2008 el entonces intendente Héctor Gutiérrez le propuso ocupar el cargo de secretario de Producción. En 2010 fue secretario de Gobierno; más tarde en 2012, secretario de Modernización; en 2014, secretario general y después fue secretario de Obras y Servicios Públicos.

“Durante ocho años hice un ejercicio profesional increíble. No hay nada más intenso que la administración municipal, nada que te exija mayor cantidad de tiempo y dedicación plena y absoluta, además de un fuerte compromiso con la gente porque la demanda del vecino es en el cara a cara, lo cual lo transforma en una experiencia única”, señala y considera que fue una vivencia satisfactoria. “Fue dificultoso porque tuve una actividad muy técnica en la Secretaría de la Producción y muy política en el área de Gobierno, un terreno que para mí no era tan conocido”.

Asegura que fue un tiempo de profundo aprendizaje y eso le resultó “muy motivador”. Respecto de la tarea realizada en el área de Servicios Públicos admite que fue una labor muy intensa en un nivel de demanda alto. 

De su impronta personal le puso dedicación a cada tarea. El tener formación en el diseño y planificación de proyectos facilitó el desafío porque le brindó herramientas para poder pensar políticas de mediano y largo plazo. “En el trabajo de gestión yo no hice política porque mi vocación no es política”, afirma e insiste en señalar que su paso por la gestión pública en los ámbitos en los cuales le tocó interactuar, le permitió ser testigo y protagonista de acontecimientos que marcaron la historia y significaron grandes transformaciones a nivel social. “Los últimos cuarenta años han sido muy vívidos, dinámicos y de muchísimos cambios. Yo inicié mi vida profesional en los años 70 y recorrí tiempos de cambios monumentales en la dimensión que uno mire. En todo este lapso me han pasado cosas magníficas como la posibilidad de haber interactuado con dos premio Nobel: Norman Borlaug, premio nobel de la Paz que venía a trabajar a la Estación Experimental de Inta; y Oscar Arias a quien conocí en una cena de gala cuando me eligieron el mejor del grupo de estudio en el Banco Mundial.

“Para una persona salida de la pampa húmeda tener acceso a este tipo de cuestiones es un privilegio que valoro significativamente”, resalta.

 

Nuevos desafíos y una anécdota

Siempre en la búsqueda de asumir nuevos desafíos, se anotó para cursar la Maestría en Energías Renovables de la Unnoba, una institución a la que lo une una anécdota que rescata: “De manera casi fortuita me tocó participar como integrante del Foro de Entidades Productivas de aquella histórica reunión con el presidente de la Cámara de Diputados en la que se decidió la creación de la Universidad a través de un decreto del entonces presidente Eduardo Duhalde. Fui parte de ese encuentro del que participaron Héctor Gutiérrez, Manuel Elías, Rosa Tulio y Julio Courtial.

“Era tan intensa la cuestión que el secretario de la Presidencia nos señalaba que se trataba de un hecho inédito porque las comisiones de Diputados ya estaban trabajando en la creación de la Universidad de Junín y la de Chilecito. Dar vuelta esa realidad era algo titánico”, recuerda.

 

Apegado a las raíces

A sus 68 años, asegura que se lleva bien con la idea del paso del tiempo y lo deja transcurrir tratando de mantenerse activo mentalmente y planteándose nuevos desafíos. 

Continúa su militancia en un grupo de Medio Ambiente siempre en el seno del radicalismo. Profesionalmente está jubilado y se dedica a trabajar el campo. Le gusta leer y está incursionando en el golf. Es padre de dos hijos Leandro (41) y Marco (38). Está divorciado hace más de veinte años, vive solo y es abuelo de cuatro nietos: Lucas, Matías, María José y María Catalina. “Compartimos los viajes al campo, trato de que sigan manteniendo el espíritu rural, algo que se da casi naturalmente.

“Nosotros mantenemos la casa original que tiene 95 años y eso supone un trabajo intenso que realizamos todos. Los fines de semana es el lugar de encuentro, arreglamos, pintamos y cortamos el pasto”, refiere.

Con orgullo señala que ir con los nietos y enseñarles a manejar el tractor en el que él mismo aprendió, le causa enorme satisfacción y en una reflexión más general agrega: “Me parece que el espíritu que caracteriza a nuestro sector tiene esa impronta del contacto con la naturaleza, algo más sosegado y en la medida de lo posible reflexivo y en nuestro caso hace a la historia de mi vida porque mi abuelo, Angel vino al país en 1880 y contrariamente a lo que uno supone la razón que lo motivó como inmigrante a desembarcar en Argentina tuvo que ver con la posibilidad de ser dueños de la tierra. Donde vivían, en el Piamonte, trabajaban para el señor feudal y sabían que nunca iban a poder acceder a la propiedad. Cuando escucharon que la política de Sarmiento ofrecía al inmigrante no solamente el trabajo sino la posibilidad del acceso a la tierra dejaron todo y se vinieron”.

Aferrado a sus raíces de nieto de inmigrantes, es respetuoso de esa historia familiar que honra en la transmisión de valores que tienen que ver con el respeto a la naturaleza y al prójimo y con el amor al trabajo como herramienta para construir los sueños. Hoy muchos de esos anhelos los ve realizados en sus hijos y nietos. Sobre el final lo refiere: “Cuando los miro me siento más que conforme. Creo que he cumplido con el mandato natural de tener una vida plena,  y tuve la fortuna de haber generado seres que son aptos para la sociedad que es lo más importante de todo”.


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