Perfiles pergaminenses

Eugenio Gastaldo: un vendedor que cosechó muchas amistades con su oficio


 Eugenio Gastaldo un hombre al que siempre le gustó el trato con la gente (LA OPINION)

'' Eugenio Gastaldo, un hombre al que siempre le gustó el trato con la gente. (LA OPINION)

Conocido por su sobrenombre “Cachorro” encontró en su trabajo como vendedor para distribuidoras de productos alimenticios, no solo un empleo sino la posibilidad de establecer relaciones que perduran. Jubilado ya, disfruta de su familia y de un presente en el que vive tal como lo soñó.

Eugenio Juan Gastaldo es un vecino de Pergamino que disfruta de su presente junto a su familia, ya retirado de su actividad como vendedor en el rubro de productos alimenticios. La mayoría lo conoce por su sobrenombre “Cachorro”, un apodo que le pusieron sin que conociera las razones, pero que adoptó y que hoy entiende como un símbolo de afecto de tanta gente conocida.

Acepta delinear su “perfil pergaminense” con humildad, convencido de que es una oportunidad más que de relatar las anécdotas de su historia de vida, de agradecer a tantas personas que lo ayudaron a ser quien es hoy, un hombre que disfruta “de las cosas simples de la vida”, junto a su esposa, hijos, nietos e infinita cantidad de amigos.

“Nací en Acevedo, pero cuando tenía 4 años mis padres se establecieron en Pergamino. Allá ellos alquilaban un campo, pero se vinieron para acá, así que el recuerdo de mi infancia lo tengo aquí, en la casa de Echevarría 1573. Mi padre era brasileño de descendencia italiana y mi mamá era argentina”, cuenta y refiere que fue el menor de seis hermanos. “Mi hermano mayor, ya fallecido, igual que una de mis hermanas; las demás viven en Pergamino”, refiere.

Estudió en la Escuela Nº 22 y parte de los recuerdos de su infancia tienen que ver con la cancha del Club Argentino en donde jugaba con sus amigos. “Conservo muchos amigos de mi infancia”, sostiene lo que marca el carácter de este pergaminense que siempre privilegió la relación del afecto en cada ámbito en el que estuvo.

Cuando terminó la escuela primaria fue tiempo de comenzar a trabajar. Su primer empleo fue en un taller metalúrgico en el que estuvo hasta los 15 años. “A la noche estudiaba en una academia dactilografía, teneduría de libros y mecanografía. Esa formación me permitió conseguir empleo como cajero en la ferretería Garrote”, señala y recuerda que el contador era Diego de la Fuente “una persona muy conocida en Pergamino que me llevó a trabajar con él en el escritorio.

“A mí no me gustaba estar encerrado porque siempre me gustó el contacto con la gente”, cuenta. Trabajó allí hasta los 23 años.

“A la par de  la labor en el negocio que ocupaba media manzana en el centro mismo de la ciudad, fue un tiempo para mí de mucha actividad y de muchos amigos. Ahí conocí a Lorenzo Trebino, presidente del Club Sports, comencé a frecuentar el club y me relacioné con mucha gente, son años que recuerdo con mucho cariño, porque fueron los tiempos de mi juventud”.

Más tarde comenzó a trabajar en Insausti y Federici, una empresa que tenía  la representación de Sancor. Confiesa que con ese empleo encontró la posibilidad de desarrollarse en lo que era su verdadera vocación: las ventas.

“Ahí comencé con lo que me gustaba hacer, que era vender, andar en la calle y tratar en forma permanente con la gente”, afirma y cuenta innumerables anécdotas de sus primeros tiempos en la calle. “Coseché infinidad de amigos, yo era vendedor para almacenes, trabajaba con ellos, hacía toda la zona, y a diario viajaba a localidades vecinas como Capitán Sarmiento y Arrecifes”.

Ese fue su trabajo hasta 1978 en que se retiró para formar una sociedad en la que reconoce que no le fue muy bien. Luego se fue a trabajar con Roberto Barros, que era representante de Mil-kaut. “Trabajé allí hasta el 2000 y después entré a trabajar con la gran familia que tengo que son los Gatelet, representantes de La Salteña y Alijor”, cuenta.

“Ahora estoy jubilado, pero me gustaba mucho mi trabajo y tuve la suerte de trabajar siempre con gente muy buena y de mantenerme en el mismo rubro de la actividad comercial”. A partir de esa tarea se hizo muy conocido y no hay quien no lo sorprenda llamándolo por su apodo cuando camina por la calle. “Siempre tuve muy buen trato con la gente y fui muy sincero. En los pueblos los gerentes de las cooperativas con los que hablaba siempre me recibieron muy bien”.

De temple amable, se jubiló hace cinco años y fue tiempo de “descansar”. “Ya no trabajé más y me dedico a hacer de todo en casa”. Asegura que la vida de jubilado “es linda”.

 

Una linda vida en familia

“Yo reconozco que me gusta hacer de todo, que con mi esposa Marta somos muy compañeros y compartimos juntos nuestras actividades”.

Cuenta que a su mujer la conoció de muy joven en los bailes a los que concurrían. “Ella tenía 14 años y yo 19, pasamos gran parte de nuestra vida juntos, ya llevamos unidos 51 años”, señala y encuentra en el compañerismo la clave de la permanencia.  

Ella se dedicó al rubro de la confección, así que siempre trabajaron a la par para construir la vida que disfrutan. Tienen dos hijos Fabio Gustavo (49) que es contador de la Afip en Rosario, está casado con Gabriela Fernández que es psicóloga; y María Eugenia (39) que es soltera y trabaja como groupier en el City Center de Rosario desde que se inauguró.

Tiene nietos que son “la luz de sus ojos”: Jerónimo (20), Alfonso (19) y Josefina (13). “Nuestros hijos y nietos viven en Rosario, así que estamos yendo permanentemente para allá, viajamos seguido y ellos también vienen”.

Cuando no están con ellos, el resto del tiempo es de rutinas sencillas. “Tanto a mí como a mi mujer nos gusta mucho cocinar, y ambos lo hacemos muy bien”, relata y confiesa que no hay “un manjar” que sea el preferido. Ultimamente la elección la hacen los nietos, a los que tratan de consentir para “mimarlos”.

“Disfrutamos mucho de ellos y somos felices de poder cocinarles y agasajarlos”, refiere en la continuidad de la charla en la que cuenta que además les gusta viajar.

Eugenio tiene 75 años, le gusta andar, le gusta vivir la vida plenamente. No piensa mucho en el transcurso del tiempo. Disfruta de cosas simples como mantener el parque de un terreno que es del barrio Ferroviario donde viven. “Al final de la calle del barrio hay un predio que parquizamos, no es nuestro, es del barrio, pero con mi esposa tenemos el hobby de mantenerlo y cualquiera que pase puede verlo lleno de plantas”.

Viven en su casa de ese lugar desde hace 47 años. Comparten lo cotidiano con vecinos de toda la vida y con otros que han ido llegando. Es un defensor de los afectos. Destaca el valor de la amistad y con nombre propio menciona a alguno de sus amigos de la juventud: Carlos Ferramondo, Rubén Bonano, los Palaversich, Amadeo Carballo y  los Pascot. En ellos reconoce a tantos otros de un tiempo del que guarda “recuerdos maravillosos”.

También se muestra agradecido con sus clientes. “Más que eso para mí han sido amigos, no podría mencionarlos a todos, pero es muy importante para mí la amistad.

“Con los amigos de la barra nos reunimos una vez al año. Soy parte de una generación en la que era muy común andar siempre ‘entre amigos’ y celebramos el poder encontrarnos, lamentablemente algunos van faltando, pero reunirnos es confirmar en cada encuentro que la amistad permanece intacta”.

 

Su época del fútbol

De la mano del relato de las vivencias con amigos llegan los recuerdos de su tiempo como jugador de fútbol en el Club Tráfico’s Old Boys. “Jugué hasta los 16 años y por un tema de pase me retiré, jugaba de 10 y lo hacía bien, pero en ese tiempo me gustaba mucho andar y tenía claro que no me interesaba jugar profesionalmente ni tener que irme de Pergamino para poder jugar al fútbol.

“Tengo buenos recuerdos de aquel tiempo, el último año jugué en una cuarta especial con jugadores que fueron de primer nivel”, menciona. Y confiesa que conserva las fotos de aquel tiempo.

Hoy mira el  fútbol como espectador y sigue a Douglas Haig, acompañando una pasión de sus hijos. “Ellos son los fogoneros de Rosario y andan con una bandera que sale en todas partes.

“Una vez estábamos en Costa Azul, ya nos conocíamos todos porque era un lugar pequeño, aparecíamos y los vecinos nos decían ahí viene Douglas, porque mis hijos andaban con la camiseta y el gorro para todos lados”.

 

Bien pergaminense

Sobre el final se define como “bien pergaminense” y reconoce que este es el lugar en el que le gusta vivir. “De lo contrario por la realidad de mis hijos ya tendríamos que estar viviendo en Rosario.

“Pero nosotros somos de acá, a mí me gusta ir a tomar mi cafecito al Bar de la Estación del exFerrocarril Mitre, donde charlo con José Luis Picarelli y tanta gente conocida; y me gusta andar por estas calles en donde todo el mundo se conoce; me gusta mi barrio”.

Se considera “un triunfador” y define ese sentimiento por el hecho de haber podido siempre “elegir” lo que quería para su vida. “Tengo la vida que soñé y no tengo asignaturas pendientes, soy un agradecido porque a mis 75 años ando bien.

“Tuve grandes oportunidades de cambiar de trabajo y hacer cosas muy importantes, pero siempre tomé la opción que me permitiera priorizar a mi familia. 

“Hice buenas elecciones en la vida, y lo único que espero es poder seguir estando bien, rodeado de mi familia, andando, porque no quiero estar en la vejez sentado esperando la muerte”, concluye.


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