Perfiles pergaminenses

Héctor Oppizzi: camionero y colectivero, dos actividades que abrazó con pasión


 Héctor Oppizzi dialogó con LA OPINION para contar su historia (LA OPINION)

'' Héctor Oppizzi, dialogó con LA OPINION para contar su historia. (LA OPINION)

 

Durante muchos años a bordo de una de las unidades de “El Aguila” hizo el recorrido Pergamino-Salto. Antes había andado por las rutas del país manejando camiones. Ser chofer ocupó buena parte de su vida. Hoy está jubilado y disfruta el tiempo libre con los suyos, lejos de las rutas, en rutinas sencillas.


Héctor Miguel Oppizzi tiene 75 años. Nació en Carmen de Areco el 13 de agosto de 1941. Vivió en ese lugar un tiempo, cuando su padre que estaba en la Policía dejó esa actividad para irse a trabajar al campo. “Era chico cuando nos fuimos, tendría dos años cuando nos mudamos a un campo de La Luisa, cerca de Capitán Sarmiento, donde mi papá quedó a cargo de un establecimiento rural”, cuenta este hombre que hoy está jubilado y disfruta del tiempo libre junto a sus hijos y nietos.

Sus padres fueron Tulio y Aída. Los recuerda como personas trabajadoras. “Viví con ellos hasta los 25 años”, refiere y recuerda su infancia. En esas postales está el recuerdo de la única hermana que tuvo: Susana, fallecida, que siempre vivió en Capitán Sarmiento.

“Como familia vivimos en varios lugares, por lo que fui a varias escuelas. En La Luisa hice hasta segundo grado; después mi papá se fue al norte y allí hice un año más y finalmente terminé en Manantiales en la Escuela Nº 26”.

La escolaridad primaria fue su último escalón en la educación formal. Todo lo demás que aprendió se lo dio la vida.

 

La llegada a Pergamino

Llegó a Pergamino cuando sus padres estaban en un campo en Acevedo. “Cuando ya tenía más de 20 años buscando mi propio camino me vine a Pergamino”. Por entonces estaba armando su propia familia con la mujer que fue su esposa: Nélida Rosa Raschia, de quien está separado hace varios años y con quien mantiene una buena relación. “Cuando me vine a Pergamino ya nos habíamos casado, el mayor de mis hijos tenía apenas un año”, cuenta. Fruto de su matrimonio tuvo dos hijos: Fabián Héctor Oppizzi, que tiene inmobiliaria y Verónica Analía Oppizzi que es ama de casa y ayuda a su esposo con las cobranzas del negocio que tienen en el rubro del seguro.

A su arribo a Pergamino alquiló una casa en Zeballos y Ecuador, donde vivió un tiempo. Después se fue a Capitán Sarmiento durante un tiempo para trabajar en una empresa de camiones. Allí se consolidó en su oficio de camionero. “Trabajé en una empresa algo más de tres años como camionero, era una firma que tenía como cien camiones”, relata.

Pasado ese tiempo regresó a la ciudad para seguir trabajando como camionero con un señor que tenía varias unidades de transporte y que trabajaba en la empresa Lucini. “Cuando llegué alquilé una casa en calle Maipú”, recuerda.

Finalmente construyeron su casa en calle Chile. Como tantos de una generación de trabajadores, primero consiguió comprar el lote y más tarde construir su casa. En ese lugar con el tiempo logró edificar otra vivienda donde una vez jubilados se trajo a vivir a sus padres.

 

El camión y el colectivo 

Fue camionero durante varios años. Cuando se bajó del camión adoptó la tarea de ser chofer de colectivos en la línea Pergamino-Salto. “En el colectivo estuve alrededor de once años y de hecho a los 55 me jubilé estando en esa actividad”.

Tanto el camión como el colectivo fueron aliados de una vida intensa. “Me gustaba tanto el camión como el colectivo”, confiesa y agrega: “En el camión se trabajaba muy tranquilo porque fue una época en la que no había tanta inseguridad como en el presente. Nadie te robaba.

“Con el colectivo la única responsabilidad que tenía era llevar a los pasajeros y cumplir con los horarios del recorrido. Nunca tuve inconvenientes, fue una tarea que me gustó siempre”, cuenta. Se refiere a los innumerables recorridos a bordo de una de las unidades de “El Aguila” que unía Pergamino y Salto, pasando por Rancagua y Arroyo Dulce.

Afirma que la gente que conoció en esa época fue para él como su familia. El hecho de manejar todos los días y recorrer cada vez el mismo camino hacía que el trato fuera estrecho con los pasajeros. “La relación con la gente fue muy buena. La gente que viaja en esas líneas es toda gente conocida, el que viaja a Rancagua o Arroyo Dulce lo hace todos los días para ir o venir de trabajar y establece con el que lo lleva o lo trae una relación de confianza”.

Las anécdotas que guarda de ese tiempo son innumerables. Hay rostros que recuerda, horas que jamás olvidará. “No había gente forastera. Era muy lindo manejar el colectivo, no había problemas. No había malas intenciones. Era otra época. Ahora no se puede manejar ni una bicicleta”.

Durante gran parte de la vida fue chofer y esa fue una tarea que le gustó. “Lo único que hice antes de comenzar a manejar fueron trabajos con mi padre en el campo, en la estancia que él estaba”.

 

Manejar, una pasión

Cuando la entrevista lo lleva a recordar quién le enseñó a manejar, viene a él la certeza de haber sido casi un autodidacta. “Prácticamente arranqué solo, porque en la estancia en la que estaba mi papá tenían cuatro vehículos y a mí me encantaban los fierros. Me habían dado la tarea de controlarlos, cambiarles el aceite y mantenerlos. Empecé a manejar con una chata Ford A y así me fui haciendo solo y como me gustaba tanto aprendí bien y nunca tuve problemas para sacar un registro”.

Hoy ya no maneja. “Cuando me jubilé dejé de manejar. Hoy me cansaría si me toca manejar. Los huesos no son los mismos que los de la juventud.

“Ya manejé mucho. En una época hacía 13 mil kilómetros por mes, ya sea en el colectivo o con los camiones. Con el camión me tocaba ir a Salta, Jujuy, manejé camiones tanque también. Hoy ya no manejo,  ya aflojé y creo que si me tocara volver a manejar me cansaría”, refiere y asevera que tuvo un trabajo que le gustó mucho. “Soy un agradecido porque lo que tengo fue fruto de ese esfuerzo”.

 

Jubilado y tranquilo

Su presente lo tiene lejos de la actividad laboral. No extraña. Más bien aprovecha para disfrutar de las cosas que no pudo hacer antes, como compartir tiempo con los suyos planeando rutinas sencillas. Con el alejamiento de la actividad laboral también cambió algunos hábitos como el dejar de fumar. “Cuando manejaba fui muy fumador, un día después de una gripe fuerte y una recomendación severa del médico, dejé y nunca más volví a agarrar un cigarrillo”, sostiene. Hace dos años que no fuma.

“Lo dejé de un día para el otro. Me mentalicé que tenía que dejar y lo logré”, refiere orgulloso de una decisión que le devolvió salud.

Con más tiempo libre comparte vivencias con sus nietos y disfruta a pleno de su, por ahora, única bisnieta. “Mis nietos son Agustín, Florencia, Lucía y Valentina; y tengo una bisnieta: Francina, de un año y cinco meses”, relata emocionado por la mejor recompensa que le ha dado la vida.

Habla con orgullo de sus hijos, y se siente tranquilo de verlos realizados en sus actividades y cumpliendo sus proyectos. 

Se lleva bien con la idea del transcurso del tiempo y reconoce que hoy está abocado a poder disfrutar de “lo que no pude antes” porque “vivía laburando”.

“Una gran parte de la vida fue trabajo y trabajo porque había que comprar una cosa o la otra. Hoy uno tiene una mirada diferente y va a otro ritmo”, señala este hombre que hoy vive solo, en el mismo lugar donde construyó su hogar. “Mi exmujer vive adelante y yo vivo atrás. Nos llevamos bien. El trato entre nosotros es muy respetuoso. Hace ya varios años que estamos separados”.

Confiesa que no volvió a tener una pareja estable después de su separación y se lleva bien con la soledad. Bromea con la idea de la vejez, pero no se detiene a hablar de ella. Se centra en el presente, ahí donde está contenido por sus amigos y por su familia.

“Trato de andar bien, de caminar y de las cosas que puedo disfruto”, afirma. Le gusta mucho mirar televisión y es un amante de las carreras de automovilismo. 

 

Una experiencia “fierrera”

Apenas se jubiló durante un tiempo colaboró con el equipo de “Nacho” Cordich, una experiencia que recuerda como muy productiva. “Anduve hasta hace dos años cerca del automovilismo gracias a mi vinculación con Cordich. Yo le manejaba el colectivo para ir a las carreras cuando él corría”, comenta.  “La vinculación vino a través de mi yerno y coincidimos en necesidades parecidas. Yo me había jubilado y estaba sin hacer nada y él necesitaba a alguien con experiencia en el manejo que pudiera resolver algunas cosas. Fue muy lindo, viajábamos mucho”.

Por fuera del automovilismo le gusta el fútbol. Siendo joven jugó como aficionado. “Hoy ya no podría jugar ni como arquero”, bromea. Y se reconoce hincha de Douglas Haig. “Siempre voy a la cancha”.

 

Su lugar y lo que quedó pendiente

Afirma convencido de que Pergamino es un lugar en el que le gusta vivir. Y valora la tranquilidad de la zona en la que habita. Observa con preocupación que en la ciudad proliferen asentamientos y villas, pero reconoce que a pesar de una realidad que parece inevitable, Pergamino sigue siendo  un lugar en el que los chicos pueden andar por la calle, aunque cada vez con más cuidado.

Con el temple que confieren los años tiene una mirada reflexiva de la realidad y de su propia vida. Confiesa que su única asignatura pendiente tiene que ver con algo “muy personal” vinculado a la dinámica de familia. Lo dice y se emociona al referirlo, casi cuando termina la entrevista: “Pendiente lo único que tengo es que me hubiera gustado que hubiéramos quedado todos juntos en familia. Eso es lo único que no pude conseguir y me afectó mucho que no pudiera ser así, pero son cosas del destino o de Dios.

“Eso es lo que me quedó pendiente de la vida”, insiste y vuelve sobre la referencia a sus hijos y nietos y le agradece a Dios que ellos estén bien. Eso lo deja tranquilo y lo hace feliz. Se define como una persona creyente que siempre respetó mucho a Dios. Tomó esa impronta de su madre a la que recuerda como “una persona muy religiosa”.

 

“Siempre le pido a Dios el bienestar de los míos”, afirma y reconoce que no anhela nada más porque con eso es suficiente.


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