Perfiles pergaminenses

Jorge Bourdá: un trabajador y militante radical que cree en la política desde el llano


 Jorge Bourd la humildad de un hombre de bien que supo comprometerse con sus sueños (LAOPINION)

'' Jorge Bourdá, la humildad de un hombre de bien que supo comprometerse con sus sueños. (LAOPINION)

Durante 50 años trabajó en la misma fábrica, hoy está jubilado. Desde la recuperación democrática milita en el radicalismo, partido con el que identifica sus ideales. Fue concejal y se abocó a las cuestiones vecinales. Hoy disfruta de su paseo cotidiano por la Peatonal, un ritual urbano que respeta para tomar un café, leer los diarios y charlar con amigos.

Jorge Marcelo Bourdá, de 68 años, es un vecino de esta ciudad que vivió hasta los 18 años en Francisco Ayerza, lugar del que guarda los más entrañables recuerdos. Es también un hombre que durante 50 años y diez meses trabajó en la fábrica Ropaco, donde se inició como aprendiz y recorrió diversos puestos hasta jubilarse. Es un militante de la Unión Cívica Radical y fue concejal, un cargo al que considera “un honor” y una experiencia que define como “la posibilidad de haber hecho mi aporte para poder resolver cuestiones vecinales”. Acepta delinear su perfil pergaminense con la modestia de las personas que aún habiendo tenido trayectoria en lo público, siente que tiene “una vida común, con los intereses de cualquier persona”.

Tiene los valores de los militantes que entienden que la participación es la herramienta de transformación de la realidad. Y despliega en su vida privada los valores que aprendió de sus abuelos y de sus padres. Se define como “un nostálgico” y recrea la herencia francesa e italiana de sus ancestros.

“Viví en Ayerza hasta los 18 años, en la famosa quinta de los espárragos, una quinta que había sido de mi abuelo cuando vino de Francia, allí existía una esparraguera, recuerdo que durante la temporada mi viejo viajaba al mercado Dorrego en Buenos Aires,  a llevar espárragos”, cuenta y asegura que tuvo una infancia feliz.

“Hice la primaria en la Escuela Nº 11, la misma a la que había ido mi padre y después mi hermana, tres años menor que yo; además de otros Bourdá que se criaron en Ayerza; la familia de mi papá, Marcelo, era numerosa, mi mamá se llamaba Teresa Zoppi, hija de José Zoppi venido de Italia y mi abuela materna era María Cesarini, nacida en Argentina. Mis abuelos eran franceses puros: Luis Elías Federico Bourdá y Gemina Lanthaume de Bourdá”.

Respetuoso de sus raíces y de la historia, cuenta: “Me crié en el campo jugando en la Estación, mi casa estaba a un kilómetro, así que íbamos allí a jugar, estaban los chicos de Pelourson, Ballestrasse y se sumaban Boldrini y Cogo”.

Finalizada la escuela primaria, fue tiempo de cursar el secundario en el Colegio Industrial. “Los dos primeros años me quedé a vivir en la casa de un hermano de mi papá, en  Luzuriaga y Echevarría, donde tenía un taller de elástico; el tercer año que fue el último que hice porque no me gustaba estudiar, lo hice viajando todos los días desde Ayerza, en una vieja moto por camino de tierra”.

A los 15 años llegó el primer y único empleo que tuvo durante su vida: la fábrica Ropaco, de Roberto Pagoto, que falleció hace poco. Se inició como aprendiz y en 50 años fue pasando por distintas funciones, todas de manejo de la fábrica. Las experiencias allí son innumerables. 

A las anécdotas del trabajo le sobrevienen en el relato otras, vinculadas a una juventud en un Pergamino diferente al actual. “Soy medio nostálgico”, reconoce y cuenta que en aquella época no había tantos vehículos y la gente se movía con tracción a sangre. “En el campo se araba con caballos y se realizaban las tareas con sulky y jardinera; nosotros nos veníamos en sulky al cine, lo dejábamos en un corralón que estaba en Lagos y Luzuriaga y que tenía una entrada por Doctor Alem. Ibamos al Cine Monumental, al Ideal o al San Martín que se abrió después”.

 

Su vida en la fábrica

Jorge asegura que haber tenido un solo trabajo de algún modo lo benefició porque tuvo los años de aporte y la antigüedad cuando quiso jubilarse. Eso ocurrió en noviembre de 2011. Asegura que no le costó tomar la decisión porque consideraba que “ya había trabajado suficiente” y que era tiempo de disfrutar “sin horarios”.

“Hice de todo en la fábrica, entré como aprendiz con los conocimientos que tenía del Industrial; soldé,  trabajé en matricería, en modelo y terminé en el torno, recorrí toda la fábrica; coseché infinidad de amigos, relaciones con personas que iban pasando a medida que transcurría el tiempo; algunos ya no están y otros aún siguen trabajando”.

Refiere que Pergamino siempre fue una ciudad que lo recibió, desde que con sus padres y su hermana decidió establecerse en una casa de calle Paso. También recuerda su tiempo del Servicio Militar en Junín de los Andes, las carreras hasta el volcán Lanin y una experiencia que valora y un lugar al que tiene prometido volver.

 

Superar la adversidad

La vida lo golpeó varias veces. En 1983 falleció su primera esposa, Norma Bustos, con quien tuvo a sus dos hijos: Marcelo (41) es radiólogo, vive en Rojas y está casado con Mariana Russo; y Débora (38), vive en Pergamino, trabaja en un comercio y está casada con Gustavo Tenaglia.  Se quedó solo hasta 1990 en que se volvió a casar con Corina Mendoza, que falleció en 2007. “Fueron cosas que me pasaron, dolores que no me hubiera gustado experimentar, pero traté de salir adelante y sobreponerme a esa adversidad. Hoy vivo solo, pero no me siento solo, disfruto de mi familia y de los amigos”.

Tiene cuatro nietos: Nicolás Marcelo (6); Máximo Andrés (4); Norma Débora (14) y Morena (4) de los que disfruta. Dedica tiempo a prepararles asados, a cultivar la quinta para “no olvidarme de lo aprendido en el campo”. Se lleva bien con la idea del transcurso del tiempo y se define como “un hombre de fe” que aunque no encuentra las palabras para describir a Dios, lo siente en la certeza de la existencia de algo superior que va marcando el camino de las personas. Acepta su destino con serenidad. Disfruta de viajar y de vez en cuando lo hace a Brasil donde vive su hermana Mirta Teresa, su cuñado Horacio Pega y sus sobrinos Víctor y Natalia. “Ellos están cerca de Porto Alegre, un pueblo industrial pero pintoresco, al que voy siempre que puedo”.

Asegura que no tiene grandes ambiciones. “No me costó para nada jubilarme, consideré que había trabajado demasiado, me pidieron que me quedara, pero por unos pesos más iba a seguir resignando mi libertad”.

Con la jubilación estableció un nuevo hábito: “Me levanto todos los días y me voy al Centro, tomo un café, leo los diarios y camino; a la tarde me entretengo en casa”.

 

Un militante

Lo que nunca abandonó fue la militancia en la Unión Cívica Radical. “Mi mamá tenía una hermana,  Silvia Zoppi que estaba casada con Santino Servi, eran muy amigos de los Illia, así que yo desde chico participé de reuniones y sentí que me identificaba con la UCR, pero no milité hasta 1982, cuando se abrió la democracia quise hacer un aporte y me afilié al partido. Desde ese momento nunca dejé de militar, sin pretensiones porque nada me gusta más que militar desde el llamo; ahora estoy con ‘Cachi’ Gutiérrez, pero por sobre todas las cosas estoy con el radicalismo”.

Cuenta con la experiencia que le ha dado su pertenencia al partido radical, su participación como autoridad partidaria y también el ejercicio de su labor como concejal, cargo que ocupó en dos oportunidades: la primera en 1992 por dos meses cuando entró a reemplazar al concejal Raúl Rossi que pidió una licencia; y luego en el período 1993-1997 cuando asumió junto a Luis Sued, Hugo Tamer y Onilda Alegre.

“Haber sido concejal es una experiencia que valoro, yo siempre decía que los proyectos vecinales eran lo mío y eso hice. Si lo hice bien o mal que me juzgue la gente”, refiere con la humildad de quien siguió trabajando “desde las bases” cuando terminó su mandato.

Se considera ante todo un militante y asegura que “en la actualidad cambió la forma de militar, antes se estaba más en la calle, siempre milité en el subcomité del barrio Trocha y también en el Comité de Distrito, donde siempre asumí cargos partidarios; ahora ha decaído un poco la militancia, pero no solo en el radicalismo y creo que eso es lo que habría que recuperar porque la militancia no solo sirve para repartir boletas, sirve para acercar inquietudes a la conducción partidaria o política”.

Guarda buenos recuerdos de la actividad política y hoy alimenta su espíritu militante, participando. “Nunca fui sectario, si tengo que sentarme a dialogar con un peronista lo hago y de hecho en mi gestión tuve total apoyo del bloque justicialista y de los funcionarios del Ejecutivo de aquel tiempo cuando el intendente era Alcides Sequeiro, nunca me pusieron palos en la rueda”.

 

Los rituales cotidianos

Esa capacidad de aceptar la diversidad de criterios es lo que lo hace un hombre sociable, al que es común verlo compartiendo el café con amigos de diversos ámbitos. “Siempre me gustó la Peatonal y mi café allí es sagrado,  soy de barrio, pero de vez en cuando una vueltita por el Centro me gusta dármela”. Ese ritual es cotidiano y allí se habla de realidad, de política, de recuerdos. También de proyectos.

“Siento que soy parte de una generación que creció con proyectos, algunos los logré, otros no, pero es la vida la que te marca la línea”, afirma y con esa templanza recorre las pérdidas afectivas. “Me tocó atravesar momentos difíciles, pero la vida es así, a veces te castiga”.

“Pero en mi familia no hay flojos de carácter, todos somos de superar las cosas y seguir para adelante y yo no soy la excepción”, afirma y se emociona. Enseguida se sobrepone y lleva la conversación hacia los sueños cumplidos. “El sueño que yo tenía era conocer la vieja Europa, lo logré el año pasado, desde chico decía que algún día iba a ir, quizás influenciado por las películas de época y por mi gran pasión por la historia; fue una experiencia extraordinaria”.

En el recorrido por los aspectos más profundos de la vida, Jorge Bourdá es “un hombre común”, como él mismo se define. Padre, abuelo, amigo, jubilado, exconcejal, militante. Ante todo un hombre de bien que ejerció y siente la política como una herramienta transformadora de la sociedad y que hoy la vive desde el llano, con las preocupaciones de cualquier vecino. La charla termina con una reflexión que sella su perfil: “Me considero un hombre común, que no tengo ningún gusto extraordinario y que creo en la política; no soy un descreído de la política y mientras se mantenga la democracia y se respeten sus valores, vamos a ir por el buen camino, tarde o temprano vamos a andar bien; es un destino inexorable”


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO