Perfiles pergaminenses

Luis Conti: un hombre que supo encontrar su mayor capital en la profesión y los afectos


 Luis Conti abocado al desarrollo de su profesión y cultor de la familia (LA OPINION)

'' Luis Conti, abocado al desarrollo de su profesión y cultor de la familia. (LA OPINION)

Es contador y aunque tuvo alguna incursión en la función pública, siempre se desarrolló en el ámbito privado. Es hijo del conocido dirigente Marcelo Conti, de quien toma su ejemplo en distintos aspectos de la vida, entre ellos la ética en el trabajo, el cuidado de la familia y el compromiso con las relaciones más entrañables.

L

uis Alberto Conti es hijo de un importante dirigente de esta ciudad, Marcelo Conti, y aunque él reconoce no haber heredado esa vocación de su padre, hay algo en su manera de hablar y en la concepción que tiene de lo público, propio de quien ha crecido en valores que ponderan la política y el hacer comunitario como instrumentos de transformación de la sociedad. Se define como un hombre de carácter temperamental, de sangre “tana” y confiesa que el verdadero sostén de su vida es su familia. Es un profesional de las Ciencias Económicas que aunque tuvo una incursión en la administración pública en la primera gestión municipal del escribano Alcides Sequeiro, donde fue subsecretario de Hacienda de Horacio Stradolini, gran parte de su desarrollo profesional se dio en la esfera privada.

“Tengo 59 años, nací en Pergamino, en el límite del barrio Trocha, en Rocha y Castelli, y allí viví gran parte de mi vida, hasta que me casé y en la actualidad sigo viviendo cerca. Soy hijo de Marcelo Conti (87) y María Rosa Sinelli, fallecida hace un año y medio. Estoy casado con Stella Maris Albani, abogada que trabaja en el Poder Judicial y tengo tres hijos: María Valeria (28), María Belén (27) y Juan Pablo (25). Tengo una hermana, María Teresa, casada con Manuel, que es bioquímica y vive en Buenos Aires. También, nueve sobrinos, cuatro por parte de mi hermana y cinco por parte de los hermanos de mi esposa, y a quienes me une un afecto inmenso”, cuenta en el comienzo de la entrevista, en lo que constituye su carta de identidad.

Conoció a su esposa hace 45 años, llevan 30 de casados. Los une un vínculo fuerte, consolidado en el arte con el cual han sabido acompañarse en las distintas etapas de su vida. En la conversación aparecen las referencias a sus suegros, personas a las que menciona con entrañable cariño. También resalta las anécdotas de su niñez. “Fui a la Escuela Nº 2, en el mismo edificio en que funciona actualmente, así que la infancia de aquella época era sinónimo de ir a la escuela, hacer la tarea guiado por el acompañamiento de mi madre que siempre fue ama de casa, y luego compartir la calle con amigos, bicicleta y fútbol, rutinas muy distintas a las de ahora.

“Siempre estábamos entre amigos y de hecho hay gente conocida de aquel tiempo, que por el hecho de nunca haber salido del barrio, nos seguimos viendo”, refiere con el orgullo de haber crecido en un ambiente confortable y propiciador de afectos verdaderos, capaces de perdurar en el tiempo”, agrega.

De aquella época de la infancia, además de innumerables afectos, conserva a un amigo a quien define como “un hermano”: Adolfo ‘Fito’ Sparza. “Nos conocimos cuando yo tenía 6 años el primer día de clases y compartimos toda la vida hasta hoy que tenemos una relación muy cercana”.

Es un cultor de la amistad y aunque no menciona a todos los amigos que tiene, posee con ellos un hilo que lo conecta con lo mejor de la vida. “Por suerte soy afortunado de tener muchos amigos que fui cosechando en la vida y en el trabajo”, refiere.

 

Su pilar

Cuando habla de su familia en el tono de la voz y en el relato demuestra que ese núcleo es el pilar a partir del cual se sostienen las otras cuestiones de lo cotidiano. “A mi esposa la conocí en el barrio cuando tendría 15 años, llevamos 30 de casados y nuestros hijos son el motor de nuestra vida.

“María Valeria es contadora, está casada con Maximiliano Della Done y vive en Buenos Aires. María Belén es comunicadora social y está en el exterior, se fue a Inglaterra para hacer un perfeccionamiento, actualmente está circunstancialmente en Italia, pero su idea es volver a Inglaterra para desarrollarse profesionalmente allí. Y Juan Pablo es contador y trabaja conmigo en el estudio”.

 

La profesión

Luis es contador y eligió ese camino después de debatirse, al finalizar el Comercial, entre la Medicina y las Ciencias Económicas. “Siempre me gustaron los números, así que elegí ser contador. En aquel tiempo fuimos varios compañeros de colegio los que seguimos ese rumbo y nos fuimos juntos a estudiar a la Universidad Nacional de Rosario. Fue la única época en que estuve fuera de Pergamino, aunque venía todos los fines de semana”, señala.

“Soy contador”, reafirma  y enseguida bromeando agrega: “Todos tenemos un karma”. Lo dice porque considera que los cambios que se han generado en el campo de su actividad profesional le han ido quitando la alegría del comienzo. Sin embargo, ejerce su profesión con vocación y dedicación incansable. “Es una actividad que me gusta y soy un agradecido porque siempre he tenido una estabilidad laboral y he logrado buenas relaciones con mis clientes, que más que eso, son personas conocidas a las que me une un afecto.

“Siempre ejercí en la órbita privada, exceptuando una participación que tuve como subsecretario de Hacienda en los dos primeros años de la intendencia de Alcides Sequeiro”, menciona y destaca que aunque fue “una experiencia positiva porque con Horacio Stradolini que era el secretario habíamos logrado un buen equipo de trabajo, transcurrido un tiempo se me hacía difícil porque no había dejado la actividad privada. Finalmente decidí no incursionar más en lo público y me aboqué a la actividad en el estudio”, agrega.

Sus primeros pasos como contador habían sido en la Cámara de Comercio e Industria, durante la presidencia de Roberto Jure y en la actualidad sigue vinculado como asesor de la entidad. “Después mi tío José Conti, me vinculó con lo que era la Cooperativa Lisandro de la Torre que explotaba el Matadero municipal y en ese tiempo conocí a quien hoy es un cliente de los que tengo, Amadeo Carballo, que en ese momento reparaba máquinas, era ya un gran emprendedor; hoy es uno de los accionistas de Inpla y con él sigo vinculado”.

En la descripción de sus comienzos, aparecen referencias a gente que fue incondicional y le permitió forjarse un camino. “Gracias a Dios he tenido y tengo clientes muy buenos, sería injusto nombrar a unos y no a otros, vaya el reconocimiento a todos simbolizados en los hermanos Pratissoli que fueron mis primeros clientes”, refiere en la continuidad de la charla que transcurre por la profesión y por los avatares de un campo de ejercicio profesional siempre sujeto a cambios y transformaciones.

También agradece a sus colaboradoras, en la actualidad,  Valeria y Liliana y confiesa: “No he tenido mucha gente trabajando conmigo, pero quienes han estado lo han hecho durante mucho tiempo y han sido muy importantes en que yo haya podido desarrollarme en esta actividad”. 

Consolidado en su rol profesional, se visualiza en el futuro dedicado al desarrollo de trabajos que lo gratifiquen. “Lamentablemente estamos muy presionados por cuestiones impositivas y cambios de normas que agobian en lo cotidiano. Yo quiero abocarme a una tarea más de gestión, sin retirarme, administrar mi tiempo de otra manera”.

 

La impronta de su padre

Las referencias a su padre, Marcelo Conti, aparecen varias veces durante la entrevista. “Reconozco en mi padre a un hombre que ha tenido grandes amores en su vida, la familia, su trabajo como ebanista y su actividad comunitaria. Lamentablemente no me ha marcado su impronta para la política, no me disgusta, pero no he seguido sus pasos. Sí admiro que cuando estaba en la política y en la actividad comunitaria lo hizo con un sentido de servicio digno de imitar por muchos de los que hoy están actuando en política.

“Mi padre nunca concibió la política como un modo de subsistencia, sino como un compromiso y una verdadera vocación. Cumplía su trabajo y hacía política”, refiere hablando de un hombre al que admira y con el que sigue compartiendo la vida. “Admiro a mi padre”, confiesa.

“Solía acompañarlo en bicicleta hasta su taller en Joaquín Menéndez 615 cuando no podía colaborar en algo, tengo el recuerdo de verlo a las 4:00 de la mañana ir para encolar”, relata.

Y ese recuerdo trae aparejado otro que tiene que ver con su madre: “Ella fue una mujer dedicada a pleno a su familia, se llevaba muy bien con sus hijos, con su yerno y con su nuera. Vivió muy bien hasta hace un año y medio y en un tiempo muy corto falleció. De ella tengo el testimonio de la entrega y la dedicación y aún extraño el ritual de pasar todas las mañanas por su casa a leer el diario y tomar mates, era una rutina muy placentera”.

 

Afectos incondicionales

Por fuera de la profesión Luis se define como una persona sociable a la que le gusta compartir el tiempo con amigos y familia. “Hace más de veinte años nos reunimos con un grupo de amigos que conocí a través del trabajo. Lamentablemente dos de los mentores de esas reuniones: ‘Pepe’ Corona y ‘Pitino’ Graziani, fallecieron a muy temprana edad pero nos dejaron en la idea de continuar, así que en honor a eso nos reunimos semanalmente en una peña en la que hablamos de fútbol, de política con discusiones prefabricadas, compartimos viajes y la vida”.

Con la misma dedicación durante años jugó al fútbol también entre amigos, en un equipo de la Asociación de Cooperativas. “Hace dos años que el cuerpo me pidió dejar esa actividad pero sigo en contacto con un grupo de gente muy buena”.

Cuando la conversación lo lleva al plano del deporte se confiesa simpatizante de Tráfico’s: “Fui siempre simpatizante de ese club porque con mi padre íbamos caminando desde casa, cruzábamos el puente de hierro para ir a la cancha y después nos íbamos hasta la esquina de San Nicolás y Alsina donde pasaban los resultados por un altoparlante.

“Seguí al Club hasta cierta edad y soy simpatizante y en alguna oportunidad he colaborado con Douglas”, agrega.

 

Valores que perduran

En el tiempo libre disfruta de hacer “pequeñas cosas”. “Estoy incursionando en la jardinería y en los trabajos manuales, aunque no tengo el talento de mi padre”.

Su actividad predilecta es reunir a la familia. “Con mi padre y en la época en que vivían mis suegros Angélica y José Inocencio, nos reuníamos todos los domingos y estos son valores que tratamos de mantener y de hecho mantenemos con nuestros hijos y sobrinos. Es el día de hoy  que nos juntamos y aunque los chicos salen, no importa a la hora que se acuesten, para ellos es natural levantarse para compartir el almuerzo”.

Para Luis estos son los valores que perduran y los que realmente le dan sentido a la vida. “En la familia fue una actitud de vida que hemos tenido, el reunirnos en cumpleaños de tíos, primos, al margen de las tradicionales fiestas de fin de año. Obviamente que cuando la familia se empezó a agrandar por ahí ya no era tan común pero en el ambiente familiar directo somos de reunirnos ante cada acontecimiento. Es el verdadero sostén de nuestra vida.

“No me desvela el transcurso del tiempo, me voy dando cuenta por la gente que me rodea, que empieza a hablar de retiro; ojalá cuando llegue ese momento pueda seguir los pasos de mi padre que nunca se quedó quieto, que cuando dejó su trabajo de ebanista se dedicó a la tarea social, la idea es no sentarme en un living a ver televisión”, agrega y prosigue: “Ojalá la vida me dé nietos e hijos que continúen sanos y cumpliendo sus sueños, yo creo que cumplí los míos y sin grandes lujos pero sin privaciones, tengo una vida que me gusta”, afirma y concluye: “Lo único que me desvela es que ellos puedan desarrollar sus proyectos y forjarse un pasar haciendo lo que a cada uno le gusta. Descanso en el deseo de que alguno de mis hijos tenga la vocación de servicio de su abuelo”.


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