Pergamino

La Granja San Camilo hace visible la labor de la Iglesia Católica con los adictos


 La Granja San Camilo ubicada en la Ruta Nº 32 kilómetro 25 es un predio de ms de 13 hectreas (LA OPINION)

'' La Granja San Camilo, ubicada en la Ruta Nº 32, kilómetro 2,5, es un predio de más de 13 hectáreas. (LA OPINION)

En Pergamino este dispositivo asiste y contiene a los adictos en recuperación. En este informe el trabajo que a diario un numeroso grupo de personas despliega en el predio de la Ruta Nº 32. Dos jóvenes cuentan, en primera persona,  el infierno de la adicción.


En el transcurso de la semana, delegados de la Pastoral de Drogadependencia y referentes de organizaciones sociales vinculadas a este problema mantuvieron una reunión con legisladores en la Cámara de Diputados de la Nación, a quienes le reclamaron la urgente sanción de una ley de emergencia en adicciones. 

La petición se fundamentó en el decreto presidencial 1246/2016 que declara la emergencia nacional en adicciones hasta 2018, un período que consideraron “demasiado breve” para instrumentar un Plan Nacional en Prevención y Asistencia de las Adicciones. 

Por este motivo, los representantes eclesiásticos y sociales propusieron que se sancione el proyecto de ley autoría de la diputada Silvina Frana, en cuyo artículo primero se declara la emergencia en adicciones en “todo el territorio nacional por el período de cinco años”, a partir de la sanción de la norma. 

 

El compromiso de la Iglesia

Para la Iglesia el problema de las adicciones no es menor y son múltiples las organizaciones eclesiales y los sacerdotes que trabajan en pos de la recuperación de los adictos a las diferentes sustancias.

La adicción a las drogas y al alcohol lleva a la persona a perder la libertad sobre su propio comportamiento, a la destrucción de la familia y a la ruina social. Y en este contexto la Iglesia está comprometida en la recuperación de los adictos que experimentan una creciente dificultad para dejar la droga, sustancia o experiencia. 

Los programas de recuperación seculares ofrecen algunos medios positivos, pero solos no pueden llegar a la raíz espiritual del problema. El hombre es criatura y depende de Dios. Sin Dios el hombre queda vacío y termina dependiendo de otras cosas. Sólo un retorno a Dios puede verdaderamente liberar al hombre. El hombre sin Dios no tiene las fuerzas para liberarse. Dios puede actuar por medio de programas seculares para ayudar a la recuperación pero, sin una apertura a Su gracia, el alma seguiría vacía.

 

Granja San Camilo

En este marco, en nuestra ciudad el trabajo de la Iglesia con los adictos es visible en la Granja San Camilo, espacio inaugurado en septiembre 2015 y que cuenta con el aval de la Sedronar. 

Coordinada por el padre Juan Cabrera, llamado cariñosamente Juanito, la Granja es un ámbito para que el adicto a las drogas y al alcohol pueda “recuperar su dignidad”. Para ello un grupo de profesionales de las distintas ramas acompañan a los adictos en el camino de su recuperación en la que la fe es un pilar fundamental.

En el predio de 13 hectáreas, ubicada en la Ruta Nº 32, kilómetro 2,5, son ocho los chicos, de entre los 16 y los 25 años, que actualmente conviven y dos que están volviendo a sus hogares y en la última etapa de su recuperación.

En San Camilo, los jóvenes desarrollan diferentes tareas como mantener el terreno prolijo, cuidar animales, cocinar, y participan de diferentes talleres. También cocinan, se asean, duermen y rezan.

De lunes a viernes los chicos son participantes de los diferentes talleres, asimismo realizan terapia individua y grupal mientras que los fines de semana son días de visita siendo el domingo el día dedicado a la familia.

 

Terapia grupal e individual

Como se expresara anteriormente, los chicos reciben contención en la Granja a través de las diferentes actividades que desarrollan pero también haciendo una terapia grupal e individual. Las mismas están a cargo de las psicólogas Daniela Bottini y Laura Capdevila.

En contacto con LA OPINION, las profesionales explicaron cómo se efectúa el abordaje de una persona adicta. “En la Granja trabajamos con los chicos individual y grupalmente. El abordaje individual tiene varias etapas a cumplir, la primera de ellas tiene que ver con la desintoxicación en la que analizamos desde cuándo el chico consume, cuáles fueron los motivos que lo llevaron a consumir, intentamos que el adicto en esa etapa se desintoxique desde los físico, los psíquico y los espiritual a través de la palabra, es decir de lo que cuenta”, contaron las psicólogas. 

La primera etapa es la más complicada porque es cuando los chicos empiezan a experimentar la abstinencia y es cuando registramos deserciones porque ellos se quieren ir.

 

Vínculos sanos

La segunda etapa tiene que ver con el restablecer vínculos sanos, es decir, que se pretende que los adictos “aprendan a perdonarse a sí mismos y perdonar a los demás. Es en ese momento en que se realiza la revinculación con sus familiares y cuando los chicos deben proyectar cuáles son los vínculos que quieren tener el día de mañana, que instamos que sean sanos. No obstante en todo momento le pedimos a sus familiares que acompañen en el proceso de la recuperación”.

 

Reinserción social

La tercera etapa es la de reinserción social que es cuando los chicos comienzan a realizar salidas a su casa, a su barrio, a Pergamino en general. Las salidas, durante esta etapa, son paulatinas hasta llegar al alta definitiva. El objetivo de la terapia es empoderar y fortalecer a los adictos para cuando salga a la realidad. “Quien ha sido un adicto, cuando se recupera y retoma su vida habitual se va a enfrentar a situaciones y en determinados contextos en los que tendrá que decir que no”, explicaron las profesionales.

Cada una de las situaciones con los chicos es muy enriquecedora para las profesionales. “Nosotros obtenemos un aprendizaje diario tanto en lo profesional como en lo personal”, aclararon las expertas.

 

Por propia voluntad

La Granja es un espacio al que se asiste voluntariamente. “Quienes vienen a la Granja es porque están predispuestos al cambio, además al aceptar solo pergaminenses si uno de los adictos se retira de la Granja nosotros establecemos contacto con sus familiares, se dialoga con ellos y se determina si se quiere continuar o no con el tratamiento pero no hemos tenido episodios violentos a causa de la abstinencia”.

 

Un Dios que no abandona

Cuando se habla de fortalecimiento también se hace alusión a la fe en Dios. 

El 6 de enero en la Granja fue inaugurada la Capilla en la que cada domingo, a las 11:30, se celebra misa. “Nosotros pretendemos hacer un abordaje integral del adicto y en ellos la espiritualidad es una herramienta más. La idea es que los chicos no se sientan solos y se apoyen en Dios, que es nuestro padre y que nunca nos abandona”, explicó Juanito. 

Por último el sacerdote señaló que “uno de los objetivos de este espacio es potenciar la capacidad del joven adicto que la sociedad terminó condenando”, señaló Juanito.

Juanito flanqueado por las psicólogas: Laura Capdevila y Daniela Bottini. (LA OPINION)

 

La historia de Ezequiel un luchador de la vida 

Ezequiel (se utiliza un nombre ficticio para no revelar la identidad de la persona) es uno de los chicos que asiste a la Granja San Camilo. SE encuentra atravesando la tercera etapa de la recuperación, la de reinserción en la sociedad. Han pasado ocho meses desde aquel 1º de junio cuando Ezequiel llegó a Granja con una gran adicción al cigarrillo de marihuana, conocido en la jerga como porro.

En dialogo con LA OPINION, Ezequiel contó que probó el primer porro a los 14 años. “Reconozco que uno de los motivos por los que empecé a fumar fue porque mi papá era alcohólico y a me costaba mucho entender esa situación”, contó Ezequiel.

Lo que empezó siendo una diversión terminó en una gran adicción.  “Mi hermano me ofreció el primer porro pero él nunca tuvo adicción. En esa época yo no fumaba cigarrillos comunes ni consumía alcohol, era muy chico tenía 14 años y me aventuré en esto de fumar un porro. Hoy, a la distancia, me doy cuenta que uno empieza a consumir porque quiere pero después consume porque lo necesita”, agregó Ezequiel.

 

La adicción que destruye

Día tras día el porro logró dominar la vida del joven, una vida signada por el deporte, la escuela, los amigos y la familia, una estructura que comenzó a desmoronarse. “Iba al club, jugaba al fútbol, cursaba mis estudios secundarios pero todo eso perdí cuando empecé a fumar porro, cuando me hice adicto porque el adicto pierde la noción de sus sentimiento. No sabía lo que era llorar, no sabía lo que era reír, prácticamente te quedas sin sentimientos porque al consumir sentís que te podés escapar de la realidad, una realidad dura muchas veces”, relató Ezequiel.

Para ese entonces, el joven ya había establecido contacto con sus proveedores. “Unos amigos, más grandes que yo, me dijeron dónde podía conseguir porros y empecé a comprar cada vez en mayor cantidad”, cuenta el entrevistado y aclara que “es muy fácil conseguir drogas en Pergamino. La droga ha dejado de ser un problema de las clases sociales más bajas, hoy cualquier persona, joven o adulto, te vende”.

 

Hacer lo inimaginable

El problema de la adicción en los jóvenes muchas veces está determinado por el costo que tiene el consumir. “Yo no tenía mucha plata para consumir pero te aseguro que si tenía 15 porros me los fumaba a todos en un día. De todos modos solo podía fumar 5 cigarrillos de marihuana por día, a un promedio de 20 pesos que sale cada uno. El problema que tenía era que los porros no se compran de a uno sino que se compra de a 200 pesos o más”, dijo Ezequiel y agregó que “cuando la adicción se afianzó en mí ya no me importaba sacarle plata a mis viejos a escondidas, no me importaba comprarme ropa, no me importaba nada”.

Y en este no importarle nada, Ezequiel llegó a robarle a sus propios padres para satisfacer la demanda de su cuerpo, la de fumar marihuana. “A escondidas de todos revolvía  la casa para encontrar plata. Y todo el dinero que conseguía me lo gastaba en porros”, afirmó Ezequiel. Y añadió que “mis viejos se daban cuenta de que yo les robaba y me castigaban dejándome encerrado para que no pudiera consumir pero yo me escapaba por la ventana y salía a buscar porros.

 

Sin cocaína

La adicción del joven fue solo al porro. La decisión de no incurrir en el consumo de cocaína fue parte de una enseñanza de su tío. “Mi tío estuvo internado en una clínica para recuperarse de su adicción a la cocaína y él me dijo: ‘Si querés ser feliz no tomes nunca cocaína’. Tuve oportunidades para consumir cocaína pero siempre me negué”.

 

Perder casi todo

Ser adicto generó importante pérdidas en Ezequiel, perdió a su grupo de amigos, el contacto sano con su familia, dejó de jugar al fútbol y fue expulsado de la escuela. “Mis amigos hablaron conmigo y me dijeron que no querían que fuera más parte del grupo porque fumaba porro, y en ese momento yo elegí  seguir con mi adicción”, señaló Ezequiel.

 

Su ingreso a la Granja

En su anecdotario se encuentra aquella vivencia sobre cómo llegó a la Granja. “Una mañana me fui a la escuela de Rancagua pero no ingresé, estaba desesperado por fumar y no tenía plata, entonces decidí caminar para el lado de Pergamino, solo quería llegar a mi casa, buscar dinero y comprar porros. En el camino me encontré con el vicedirector que me llevó hasta la escuela y acto seguido llamó a mis padres para que me fueran a buscar porque ellos decidieron expulsarme del colegio. Ese mismo día, mis viejos me trajeron a la Granja y culminó el período en que fui consumidor por espacio de un año y ocho meses”, señala Ezequiel.

 

En la tercera etapa

Nueve son los meses que lleva el joven en la Granja. Contando cómo es su estadía, Ezequiel sostiene que “al principio me la pasaba llorando pero luego asumí mi problema, empecé a creer en Dios, en mí mismo y ahora creo en los demás”.

Por ahora Ezequiel está realizando salidas transitorias y está muy cerca de obtener el alta definitiva. “Estoy feliz de poder regresar todas las noches a mi casa a dormir, de poder ver a mis viejos, a mi hermano, abrazarlos, me siento una persona segura de sus decisiones, me siento preparado para enfrentar la realidad, estoy ansioso de volver a la escuela para terminar mis estudios, quisiera recuperar a mis amigos y quiero volver a hacer deportes, rugby precisamente”, expresó con una sonrisa Ezequiel.

 

La importancia de valorarse

Hoy Ezequiel sueña con empezar una nueva vida, palpa el volver a ser un adolescente con numerosos proyectos que concretar, entre ellos, el de ser en un futuro psicólogo para brindar ayuda a los adictos.

Desde su cuerpo, mente y espíritu sanos, Ezequiel se ha convertido, con apenas 17 años, en un luchador de la vida que aconseja a sus pares: “Crean en ustedes mismos y valórense”.

 

El infierno de la adicción, primera persona

 

Mateo es un joven de 23 años que por su adicción a la marihuana, la cocaína, las pastillas y el alcohol, llegó a conocer el infierno ya que tras perder todo y a todos se vio obligado a vivir en la calle. En un mano a mano con el Diario, Mateo, un nombre ficticio que se ha elegido para que no se sepa su identidad verdadera, contó su historia.

-¿Cómo empieza tu conexión con las drogas?

-Mi tío es quien me acercó a las drogas, con él empecé  a consumir cuando tenía 15 años. Primero fue porro, a los 17 años empecé con la cocaína y también con el alcohol y las pastillas. Después de haber consumido cocaína mezclada con alcohol y con pastillas, el cigarrillo de marihuana deja de surtir efecto así que continúe con las drogas más potentes hasta hace tres meses.

-¿Por qué empezaste a consumir?

-No sé si hubo un motivo, quizá era porque quería alejarme de mi realidad, si sé que el porro fue la puerta de ingreso a la cocaína, al alcohol, a las pastillas. Llegué a fumar hasta 5 porros por día. La sensación después de haber consumido es inexplicable.

-¿Cuándo comenzaste con la cocaína?

-Empecé a aspirar con unos vecinos y después lo hacía junto a mi tío. He llegado a consumir 5 gramos por día que me permitieron estar 34 horas despierto. Para que tengas una idea, la línea de cocaína no llega a pesar un gramo.

- ¿Cómo conseguías la plata para obtener la droga?

-Trabajo desde los 12 años en la construcción. Todo lo que ganaba me lo consumía. Por lo general ganaba 9 mil pesos la quincena y ese dinero me duraba 3 días como máximo, me la gastaba todo en drogas.

-¿Qué fue lo máximo que llegaste a hacer para obtener dinero que te permitiera comprar drogas?

-Muchas veces hice el cuento del tío. Iba a ver a las personas que sabía que les podía interesar por ejemplo las herramientas, a ellos les decía que podía obtener herramientas nuevas robadas a muy bajo costo pero que tenía que ir a buscarlas yo solo con el dinero. La gente confiaba, me daba plata y en realidad todo era mentira. En otra oportunidad le saqué el teléfono a mi tía y se lo vendí para tener plata para consumir, le robaba cosas a mi viejo, por ejemplo la cocina, y se las vendía.

-¿Es difícil conseguir la droga?

-Tanto la marihuana, como  la cocaína y las pastillas se consiguen tan fácilmente como ir a comprar un alfajor al kiosco. Ahora hay más cocaína que marihuana y las personas que menos te imaginás, incluso profesionales y gente de la alta clase, se drogan y te venden la droga. Conozco a muchas personas que comercializan la cocaína a un valor de 500 pesos los 100 gramos.

-¿Cuándo comenzaste a ser adicto también al alcohol?

-A los 19 años más o menos, cuando comencé a vivir en pareja y ya era padre de una beba. El alcohol era parte de mi vida, desayunaba con alcohol y después iba a trabajar aunque tuviera el cuerpo a la miseria. Llegué a tomar 30 cervezas por día.

Para ese entonces ya era consumidor de cocaína, una sustancia que te deja sin corazón, sin sentimientos, hace que no te importe más nada. Por eso me separé de mi mujer y de mi hija, vendí todo y el dinero me lo consumí. Volví a buscar a mi mujer, le pedí una segunda oportunidad, volví a alquilar una casa, compré todo pero estaba en cualquiera y me separé nuevamente porque mi mujer me dejó, no aceptaba esa vida.

En ese momento empecé a consumir, cocaína, pastillas y alcohol, cualquier bebida, todo junto, un combo explosivo. Primero tomaba alcohol, cuando veía que me estaba emborrachando aspiraba cocaína y eso me levantaba y me mantenía despierto. Y con las pastillas me perdía, desconocía a todos.

-¿Cuándo sentiste que tocaste fondo?

-Tres meses antes de ingresar a la Granja. Ya había dejado de ir a trabajar, le mentía  a mi abuela, le decía que iba a trabajar pero en realidad seguía drogándome. Consumía día y noche, no dormía. En ese momento perdí el contacto con todos: con mi mujer, con mi hija, con mis viejos, con mi abuela, con todos. Hasta llegué a vivir en la calle porque nadie me quería cerca y nadie me quería dar trabajo.

-¿Cómo fue esa experiencia de vivir en la calle?

-Horrible, estuve seis meses viviendo en la calle, dormía en cualquier lado, casi siempre arriba de un cartón, a veces en el predio donde estaba la Linotex (al ingreso de las 512 viviendas), pedía comida. Una sola vez me llevaron a la comisaría estando empastillado y me escapé de la Comisaría Primera.

-¿Cómo llegaste a la Granja?

-Una kiosquera a la que yo le compraba alcohol me contó de este lugar pero yo no le di bolilla. Después me quiso traer mi papá y tampoco accedí. Una semana antes de entrar a la Granja me empastillé con rivotril y alcohol, perdí la noción pero cuando me recuperé me dije a mi mismo: “Basta”, ¿Qué estoy haciendo? Perdí todo, estoy solo, no pudo ver a ni a mi hija, quiero cambiar. Así que un domingo me vine solo, caminando, hablé con Juanito y a la semana ingresé. Hace tres meses que estoy acá, desintoxicándome, nunca más consumí. La Granja me cambió la vida,  esto es maravilloso, volví a recuperar a mi familia, a mi mujer, a mi hija. Vamos a empezar de cero una vez que me den el alta.

-¿Cómo te sentís con la idea de empezar una nueva vida?

-Muy bien, la verdad es que quiero volver con mi familia, volver a trabajar. Vine solo a la Granja para cumplir con un propósito: el de cambiar mi vida y eso estoy haciendo,  porque malviví 8 años de mi vida, perdí mucho y ahora solo pienso en recuperarme. Muchas cosas lindas me están pasando, recuperé mi conciencia, veo las cosas de otra manera, estoy recuperando la felicidad gracias a Dios y a todas las personas buenas que trabajan en este lugar. Quiero seguir por este camino.

-¿Qué mensaje te gustaría darle a los jóvenes que están tan expuestos al consumo de drogas?

-Les pido que no prueben siquiera un cigarrillo, nada que genere adicción.


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