Cultura y Espectáculos

Marta Giacopetti dejó su sello en la Casa de la Cultura


 “Me empecé a involucrar en cada proyecto porque yo soy así todo o nada” (LA OPINION)

'' “Me empecé a involucrar en cada proyecto, porque yo soy así; todo o nada”. (LA OPINION)

Acaba de dejar la secretaría de la Fundación, tarea que desempeñó durante 10 años con total compromiso. “Fui por tres meses y me quedé 10 años”, sintetizó “Martita”, que también recordó su relación con los actores y contó dos graciosas anécdotas.


Fueron 10 años y parecen pocos. Pero si los comparamos con los 22 que marcan la historia de la Casa de la Cultura, es un tiempo importante y trascendente, sobre todo si se deja una impronta. Marta Beatriz Giacopetti se hizo querer por su simpatía y amabilidad, pero fundamentalmente por ser expeditiva en su tarea. “Fui por tres meses y me quedé diez años”, sintetizó en diálogo con LA OPINION.

“Juana de la Fuente, a la que voy a estar eternamente agradecida, me llamó por tres meses para que pruebe si me gustaba y me quedé 10 años”. Marta no fue una simple secretaria, por el contrario, en poco tiempo se comprometió con su tarea a tal punto que llegó a ser identificada como la cara visible de la Casa de la Cultura. “Me involucré en todo”, aseguró nuestra entrevistada, quien “venía de otras luchas totalmente diferentes a la cultura” antes de comenzar con esta actividad, con participaciones en organizaciones relacionadas con el campo, y llegó a tener un micro sobre las mujeres cooperativas de AFA, en un programa radial con Eduardo Mario Costamagna.

“Estuve siempre relacionada con los medios y me capacité en computación y en oratoria, que después me sirvió para el trabajo en la Casa de la Cultura. Me ayudó a todo el cambio en mi vida que tuve en esa época. Voy a estar eternamente agradecida a Miguel Basualdo que fue la persona que me ayudó en el comienzo como también a Claudia Martínez, y por supuesto, a Juana (De la Fuente) y Edna (Pozzi)”, dijo Marta, quien le puso su impronta al lugar.  “Lo hice diferente”, al tiempo que recordó que “Edna Pozzi me permitió la cultura del mate en la Casa de la Cultura”.

“Me empecé a involucrar en cada proyecto, no solo vendiendo entradas, porque yo soy así; todo o nada”, sostuvo al tiempo que confesó: “Es algo que estoy tratando hoy en terapia porque me ha traído dificultades en la vida”.

Esto, por supuesto, a la postre conlleva un desgaste físico y mental que termina pasando factura. “A fines del año pasado empecé a sentir que ya me costaba y me superaba, porque, como dije, no sé hacer las cosas a medias, entonces me dije que llegó el momento de dar un paso al costado”, sostuvo.

Giacopetti agradece a la comisión la confianza al haberle dado “amplio manejo” de la administración. Cada invierno la temporada teatral llegaba a su máxima expresión. “En julio con los infantiles, con dos obras por día, pero siempre tuve colaboradores, primero mi hija Florencia y estos últimos cuatro años Marisa Trepol, Graciela Mitni y Claudia Martínez”, mencionó.

Su jubilación y su retiro de la Casa de la Cultura no le significan a Marta una vida pasiva, por el contrario, ya está proyectando su nueva vida. “Tengo otros proyectos que voy a analizar y voy a ver qué hacer porque tampoco se puede parar de golpe”, aseguró. Cerrando la nota Marta Giacopetti agradeció a toda la comisión de la Casa de la Cultura y aseguró “que nunca va a cortar el vínculo” y que “voy a seguir apoyando a este lugar que es mi segunda casa”.

Muchas personalidades

Entre las múltiples actividades que Giacopetti desarrolló en la Fundación que presidió Edna Pozzi hasta el día de su fallecimiento, una de las más placenteras fue sin dudas la de relacionarse con personalidades nacionales e internacionales de la cultura.

“Aprendí que las personalidades más importantes que han venido de Buenos Aires fueron las más humildes”, sostuvo. Y mencionó como ejemplos a China Zorrilla, Norma Aleandro, Julio Chávez y al Pampa Larralde, “creo que la foto que tiene conmigo es la única en que aparece riéndose”, aseguró entre risas al referirse al folklorista.

“Nunca disfruté las obras pero sí el poder charlar con los actores antes y después de la obra”, refirió.

Pero también hubo desilusiones. “Amaba a Rodolfo Ranni, pero cuando lo conocí en la Casa de la Cultura no lo miré más ni por televisión. Lo mismo me pasó con Emilio Disi. Los dos se escondían y renegaban de su público”.

Dos anécdotas

Una graciosa anécdota marca a las claras el grado de compromiso que “Martita” tuvo en su tarea. “Lito Cruz y Rubén Stella hicieron en Pergamino la obra ‘El encuentro de Guayaquil’ -contó-. Esto pasó un domingo, y compartimos todos el día en la Casa de la Cultura porque Lito (Cruz) daba un taller para actores. En el momento de armar la escenografía faltaban dos candelabros y Raúl Notta -entonces director de Cultura- me dice ‘llamá al párroco de la Iglesia La Merced para ver si lo conseguimos’. Pero al final fuimos él, mi mamá y yo a la bóveda de mi familia en el Cementerio y nos trajimos los dos candelabros de bronce que había con las velas que parecían del año del Encuentro de Guayaquil. Y encendieron en el escenario. Ellos se quedaron encantados”.

Otra anécdota es la que vivió junto a los actores Arnaldo André y Eugenia Tobal. “Venían de hacer la obra en San Pedro y habían comido pescado frito al mediodía -contó-. Tobal dijo: ‘Me siento tan mal, quién curará el empacho’ y le respondí: ‘Yo’. Y se los curé a escondidas” (risas).


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