El actor Roberto Iriarte vuelve con sus unipersonales en vivo

“Yo por ahora me conformo con despertar sonrisas más que carcajadas, hay que trabajar con poco público y desparramado, y para que el espectador se suelte hace falta lo contrario”. Así describió el artista las dificultades que se presentan hoy a la hora de brindar un show. Este domingo a las 22:00 ofrecerá el suyo en el bar Ritmo Club.

A poco de cumplir 43 años con el teatro, y después de un año de inactividad a causa del confinamiento, el actor Roberto Iriarte volvió con sus unipersonales en forma presencial. Y este domingo a las 22:00, vuelve a presentarse en Ritmo Club, ubicado en avenida Alsina 950.

-Durante el confinamiento muchos artistas acudieron a la tecnología y, de alguna manera, siguieron vinculados con su público, ¿cómo fue tu caso?

-Lo que hice fue meter mano a un material filmado en VHS en 2005 de las funciones que el Circo Papelito realizó en su carpa instalada en el terreno frente al Club Argentino. Para el trabajo convoqué a tres amigos muy buenos con la cámara y filmamos el espectáculo y las reacciones del público, un laburo que me dejó contento porque si bien hay muchos videos filmados de ese Circo, este tiene el valor documental de toda una función y el de dejar expresado lo bien que la pasaban los espectadores, un espectáculo auténticamente familiar y una de las últimas funciones del último circo criollo. Los que quieran verlo pueden buscar en YouTube como “Circo Papelito Hoy función”.

- Se dice que la risa es una potente herramienta curativa y que una buena carcajada fortalece el sistema inmunológico del cuerpo y reduce las hormonas que pueden causar tensiones, ¿crees que tus espectáculos llegan en el momento justo?

-Lo que decís sobre lo curativo de la risa es así, en un espectáculo la risa libera al espectador, lo predispone bien, lo relaja, y de ese modo puede sentir y entender mejor el contenido. También te digo que la risa tiene demasiada buena prensa, si nos reímos mucho – entre un montón de razones- es porque tenemos necesidad de descargarnos de problemas y tensiones, y ante eso en vez de buscar las maneras de reírnos más, sería interesante alivianar los problemas sociales y económicos que padecemos. Un gran escritor y humorista uruguayo, el Señor Wimpi, escribió un ensayo sobre la risa y lo termina diciendo que “si viviéramos en un pueblo feliz no sería tan necesaria la risa”.

En cuanto a si mis historias llegan en un momento justo, no lo sé. El domingo pasado volví a actuar después de un año (estaré todos los domingos en “Ritmo Club” el bar de avenida Alsina) y te digo que hay que ir de a poco hasta con el humor. Yo por ahora me conformo con despertar sonrisas más que carcajadas, hay que trabajar con poco público y desparramado y para que el espectador se suelte hace falta lo contrario, que se yo, estoy probando como es esto ahora donde todos andamos por la vida expresándonos con el freno de mano puesto.

-Hiciste teatro convencional, experimentaste el circo criollo, pero te quedaste con el unipersonal, ¿por qué?

-Con teatro convencional, te referís a teatro de sala, cuando en los comienzos de la democracia salimos a actuar en calles y plazas nos definíamos como “Teatro no convencional”, pero esa definición solo servía para diferenciarse del teatro de sala, lo cierto, y menos mal que nos dimos cuenta enseguida, es que así se actúe en una calle o un baldío siempre tiene que estar la “convención teatro” aunque el teatro de calle se maneje con otras leyes y se acerque al circo.

Circo criollo propiamente dicho yo no hice, en todo caso soy un pariente cercano. Sí tuve una carpa donde hacíamos obras de teatro; la “Joselito Bembé”, así se llamaba la carpa, y la suerte de haber tenido la amistad de algunos cirqueros admirables: José Cadile y Carlos Blasi que ya no están por estos pagos, y de ‘Pucho’ Holmer, integrante del dúo cómico “Duodeno” y de familia de circo, y Chacho Ríos, otro gran artista.

Los espectáculos unipersonales los comencé por necesidad, había decidido dedicarme por entero a la actuación y no conseguía a nadie que me acompañara a viajar, salvo unos años que con el ‘Negro’ Fernando Crespi metimos funciones por todos lados. Después le tomé la mano y agarré el gustito, y si bien los unipersonales me dieron muchas satisfacciones, andar solo tiene sus bemoles.

-¿Qué autores te inspiran a llevarlos a tus obras?

-Todos los textos que elegí fue porque “me calzaban muy bien” y todos fueron importantes en el momento en que los hice y también te digo que los mantengo. Cuentos sobran, falta público. Los autores que me iluminan y guían son Haroldo Conti y Zuhair Jury, y junto con ellos están: Aníbal Ford, Daniel Moyano, “Juceca”, Elías Castelnuovo, Roberto Fontanarrosa, Rafael Restaino, Alejandro Cantarela, Marcelo Iannuzzi, “Viti” Correa, Laureano Riera, Darío Fo, Humberto Costantini y un montón de paisanos de los que fui tomando fragmentos, formas de hablar, anécdotas, decires.

Su trayectoria

Roberto Iriarte comenzó en 1978 junto a Juventud de Teatro y siguió con el grupo hasta el año 1981. Después se lo llevó para sus huestes otro tipo de teatro: el que anda por los barrios. 

Como actor desde 1987 viene representando cuentos del gran autor rosarino Roberto Fontanarrosa: “El Mayor de mis defectos”, “El Baile”, “Medieval Times,Te digo más”, “Elige tu propia aventura”, “ Mi primer milagro”, “Sardina”, “Sueño de Barrio”, “No sé si he sido claro”, “Mamá” y “El mundo ha vivido equivocado”. Escribió e interpretó los unipersonales "Corazón a que no me caigo" y "Fabulador". Adaptó dirigió e interpretó "Soñar Soñar", sobre el guión cinematográfico de Leonardo Favio y Zuhair Jury y "El Glorioso Velorio de la Juana Pájaro" de Zuhair Jury. Interpretó varios cuentos de Aníbal Ford, Daniel Moyano, Julio César Castro (“Juceca”), entre otros. Presentó en numerosas oportunidades su clásico “Los títeres del Gran circo del Arca”, el más chico del mundo (que nace del seno de la Compañía Nacional de Autómatas “La Musaranga”). Además, dirigió varias obras en Pergamino.

“Tengo siempre presentes a todos los compañeros y compañeras con las que he trabajado y a los pibes (ahora no tan pibes) de la “Murga de los Angelitos” del barrio 12 de Octubre”, concluyó el actor.