Cultura y Espectáculos

“Sin Rubén Albarracín Pergamino no sería la misma ciudad”


 Rubén Albarracín y Carlos Barbarito en la puerta de la Fundación Casa de la Cultura de Pergamino (CARLOS BARBARITO)

'' Rubén Albarracín y Carlos Barbarito en la puerta de la Fundación Casa de la Cultura de Pergamino. (CARLOS BARBARITO)

Por Carlos Barbarito (*) para la Redacción de LA OPINION


Trato de recordar el día en que conocí a Rubén Albarracín. Imposible. Me rindo ante la evidencia: la memoria es frágil; me resigno: a Rubén lo conozco desde siempre. Reviso fotografías, desde aquellos días de artista cachorro -perdón, querido Dylan Thomas- e, invariablemente, lo veo presente a Rubén, no importa la hora, el clima, la circunstancia. Creo que no faltó jamás a nuestros encuentros, reuniones, muestras. Pero, claro, Rubén no fue, ni es, un mero espectador; es, sobre todo, un artista. Pintor, dibujante, actor y director de teatro, periodista, escritor y dramaturgo, además de un gran lector y cinéfilo. Sin Rubén Pergamino no sería la misma ciudad. Sin su conversación, su obra tan denodada como silenciosa, su generosidad, habría, estoy seguro, un vacío en cada calle, en cada galería, en cada sala teatral.

Dibujos. “En Albarracín hay un dejarse llevar, libre, amoroso, una labor compuesta de sucesivas curvas”.

(CARLOS BARBARITO)

Me toca hablar de un aspecto de Albarracín como creador, sus dibujos. Hace treinta y ocho años le pedí uno de sus dibujos para la tapa de un cuadernillo de poemas del que no quiero recordar salvo, precisamente, ese dibujo. Por supuesto, yo había visto otros dibujos suyos, pero quiero detenerme en ese porque, me parece, revela un modo de expresión, un estilo o característica, que se ha mantenido a lo largo del tiempo sin dejar de evolucionar. En Albarracín hay un dejarse llevar, libre, amoroso, una labor compuesta de sucesivas curvas. Aunque haya en su obra dibujos en color, para mí Rubén es el blanco y el negro; no sé con exactitud la razón de mi preferencia, tal vez porque durante años sólo vi dibujos suyos en blanco y negro o, quizás, por alguna cosa más profunda que no alcanzo a explicar.

Pero Rubén Albarracín no es, como ninguno, el producto de una generación espontánea. Cochet, Benjuya y Medici, en Pergamino, Urruchúa, en Buenos Aires, lo tuvieron en sus talleres y clínicas. A sus dibujos hay que sumarles collages, técnica mixta, el uso del óleo y la témpera, ya sea en figuración como en no figuración. Algún día, alguien emprenderá el análisis, la crítica del arte de Albarracín en su conjunto. Que esto sirva como un paso más hacia una labor que aguarda, justa y necesaria, en el futuro.

(*) Poeta y crítico de artes plásticas nacido en Pergamino en 1955.


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