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En LA OPINION del martes 27 de febrero de 1945 aparece una amplia crónica sobre el homenaje que se había rendido dos días antes, con motivo de los 167 años de su nacimiento.
Nuestro prócer máximo, el inmarcesible, el intocable José de San Martín tiene en la mente de todos el recuerdo de la fecha de su fallecimiento: 17 de agosto de 1850. Pero ocurre que no son muchos los que recuerdan la fecha de su nacimiento, ocurrido el 25 de febrero de 1778. En Pergamino, hace décadas, se lo recordaba también en esa fecha.
En LA OPINION del martes 27 de febrero de 1945 aparece una amplia crónica sobre el homenaje que se había rendido a San Martín dos días antes, con motivo de los 167 años de su nacimiento.
27 de febrero d 1945
Emotivo homenaje a San Martín se realizó el domingo en la Plaza Merced (en aquellos tiempos no existía el monumento ecuestre en la Plaza 25 de Mayo) y en la Escuela N° 16, que tiene el nombre del prócer.
En la Plaza Merced se encontraban las autoridades municipales, formadas cerca de la rotonda en donde se había colocado un mástil portátil. Presentes se hallaban las dos divisiones de los Boy Scouts General Lamadrid y la banda.
El comisionado Miguel Cirilo O'''' Brien llegó hasta el pie del mástil, depositando una ofrenda floral; luego se hizo escuchar el Himno Nacional Argentino y de inmediato se procedió al arrío de la Bandera.
La Escuela N° 16 había sido abierta ex profeso para ese acto, toda vez que se hallaba en período de vacaciones. Ahí se reunieron el inspector de Zona de la Dirección de Escuelas de la Provincia, Silverio F. Vázquez, autoridades y público.
Se colocó una palma de flores al pie del busto de San Martín, ubicado en el patio de la Escuela y se depositaron otras ofrendas florales. Se efectuó en izamiento de la Bandera y la banda del maestro Encarnación Concilio ejecutó el Himno Nacional.
Hizo uso de la palabra la directora de la Escuela, Everilda Mosto, quien dijo estas palabras: “Se cumple en la fecha un nuevo aniversario del natalicio de don José de San Martín.Estampa indeleble en los planos brumosos de la mente humana. Héroe cumbre y cumbre de toda una época de heroísmo, epopeyas y proezas dignas de recordación.
Concepción magna de un período memorable y austero de nuestro ayer heroico. Cíclope brazo que su esfuerzo, trocó esclavitud por libertad. Talla augusta de soldado ecuánime y de caballero nato. En la historia de la Patria es una reliquia imperecedera. En la historia de América, un grande; en la historia del mundo, un coloso. He aquí al general San Martín. Creador glorioso de la grandeza entre las grandes jornadas libertadoras.
“Hijo del Norte, su alma y su temple forjáronse ardorosos y bravíos por el rigor de un clima permanentemente cálido. Traía de las breñas misioneras lo avasallante y espontáneo de la fiereza; este innato de lo que nace en tierra virgen. Hombre de armas, establecía siempre conclusiones sin perder tiempo en sistemas ni teorías.
“‘Serás lo que debas ser o sino no serás nada''''. Fue esta frase la estrella polar que le sirvió de guía y así lo hacía en todos los instantes de su vida. Obrar con esa firmeza, esa convicción que no deja lugar a dudas o cavilaciones inútiles.
“Allá en España, la casa de sus padres y el teatro de sus primeras hazañas fue forjando ''''el concepto del deber''''. Debió alejarse para ir borrando poco a poco lo que la vida le ofrecía: grados militares, fama, honores.
“El amor a la libertad guió sus pasos y ya otra vez en nuestra tierra supo de glorias y también de desengaños torturantes. Subió a la enhiesta aguja andina, en donde entonan su canto los vientos helados y vio desde esa gigantesca cúspide a la patria toda, con su caravana agradecida, que al pie de su elevada plataforma entonaba himnos y en sumisa y digna actitud, inclinada reverente su cabeza, demostrando admiración por el Gran Capitán de los bravos Granaderos.
“La gloria no lo encegueció; comprendió que él ya no se pertenecía; que era un agente de su Patria, luchando por la libertad de América. Por ella se sacrificó otra vez como en sus años mozos y ahora, cuando en la brumosa costa francesa sentía menguar sus fuerzas, nublar la vista, adormecer su chispa y su genio, blanquear sus augustas sienes, pensó en remontar distancias de lejanías insondables; oír, velada por la distancia, una voz que le decía: ''''Tú eres el Señor de la Libertad de América; tú eres el crisol donde se fundió la tenacidad y el vigor de toda una raza''''. ''''Ahora, a descansar. Y el viento y el oleaje llévense la vibración de sus últimos momentos''''”.
