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El equipo de Manuel Ocampo, con Dante Mírcoli como director técnico, se quedó con el título el 8 de octubre de 1989 al vencer 2 a 0 a Racing con goles de Carlos Ferreyra Marrone. La campaña incluyó 14 triunfos, cuatro empates y dos derrotas.
El domingo 8 de octubre de 1989 y luego de realizar una estupenda campaña, Juventud Obrera de Manuel Ocampo (Jomo), gritaba campeón del fútbol local luego de derrotar como visitante a Racing por 2 a 0 con goles de Carlos Ferreyra Marrone. El equipo verde y blanco, que tenía como entrenador al exIndependiente Dante Mírcoli, lograba el campeonato con 32 puntos producto de 14 partidos ganados, cuatro empatados y tan solo dos perdidos, anotando 46 goles y recibiendo tan solo 12.
El plantel de Jomo lo conformaron Domingo Nanini, Juan Carlos Ermini, Claudio Serafini, Luis Valentini, Daniel Polo, Fabián Dominicci, Aldo Molinari, Omar Dominicci, Carlos Ferreyra Marrone, Héctor Bengolea, Rodolfo Luján, “Bachi” Alvarez, Marcelo Jáuregui, Marcelo Carozo, Ríos, Alejandro Astudillo y Dardo Cabito; DT, Dante Mírcoli; PF, Alfredo Galarza; utilero, “Beto” Ibarra y masajista, Lucio Gómez.
10 de octubre de 1989
LA OPINION reflejaba en su página 15 el logro obtenido por el equipo de la vecina localidad bajo el título “Y el grito de campeón lo nombra a Ocampo”. La crónica: “Se estremeció la tarde en el barrio Ameghino luego del cotejo con Racing, pero ya se había estremecido antes, al aparecer en el campo el equipo de Juventud Obrera; como ya se había estremecido una semana antes cuando el conjunto jugó por última vez en su cancha, y sus adictos ya lo presentían campeón.
El domingo rindió la última prueba y nadie puede negar la justicia de este laurel que llega por primera vez para adornar la frente de estos campeones que se impusieron por mejores; porque conforman un elenco homogéneo; capaz y brioso; dúctil y aguerrido; con condiciones técnicas y tácticas. Y con un estado físico como no lo mostró ninguno de sus oponentes. Juventud Obrera fue un equipo que jugaba en el minuto 90 con la misma intensidad que lo había hecho en el minuto 1.
Por eso fue fiesta la tarde de Racing. Porque el conjunto ocampense había tenido el privilegio de despertar el entusiasmo y la simpatía a todo su pueblo. Por eso tan prieta fue la multitud. Por eso el gozo inefable de su gente que dio la “vuelta olímpica” embriagada por un gozo inenarrable. Muy justificado está el cetro en manos de Juventud Obrera. Porque todos colaboraron y crearon la mística necesaria para que naciera en el pensamiento y en el corazón de cada uno, la idea cierta de esta conquista. Por eso fue emocionante ver a las mujeres confundidas en la algarabía de la “Vuelta olímpica”. Por eso la emoción del cronista al ver correr a un hombre ya entrado en años, con paso inseguro, haciendo tremolar una gran bandera con los colores verde y blanco. Por eso la emoción del cronista al ver, cuando los jugadores volvían para los vestuarios, a un hombre morocho, de aspecto curtido, que con los ojos dilatados y los brazos en alto, como petrificado; sin palabras, parecía agradecer a los futbolistas que le habían emborrachado el corazón con tanta dicha.
Juventud Obrera consigue el título de campeón por primera vez en su trayectoria futbolística oficial, que comenzó el 7 de marzo de 1958, cuando ingresó en la Liga de Fútbol de Pergamino. No es este de 1989 el primer año en que los ocampenses habían armado un equipo para clasificarse campeones. En alguna otra oportunidad lo habían intentado, aunque sin suerte. Pero este año 1989 les ha sido propicio, pero para ello pusieron capacidad y dedicación, como quedó demostrado en todos y cada uno de los cotejos en donde dejaron la evidencia de su responsabilidad.
Dentro de dos días Juventud Obrera celebrará sus primeros 40 años de existencia (se fundó el 12 de octubre de 1949) y entonces podrán alzar las copas con justiciero júbilo; podrán entonar la canción de la victoria con inoculta propiedad. Porque son los legítimos campeones, que han arribado a la meta triunfal con la gallardía de los verdaderamente capaces.
Honras, entonces al equipo, honras a quienes estuvieron en la infraestructura del elenco; honras a sus dirigentes de ahora y de antes. A los que soñaron un simbólico podio en el ámbito del deporte; y honras al pueblo de Manuel Ocampo, que tuvo confianza en su equipo; tuvo fe en su triunfo y lo apoyó sin ambages; positiva y estruendosamente.
Con aliento, con aplausos, con vítores, con la presencia. Con amor. Que todo ello hace más trascendente la victoria. A la que le rendimos el homenaje de nuestra admiración y nuestro aplauso.
