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Cuando Pergamino vivió una fiesta al paso de “La Calandria”


 Momento cumbre de la operación cuando La Calandria atravesaba el Arroyo Pergamino en un sobrepuente (ARCHIVO LA OPINION)

'' Momento cumbre de la operación, cuando La Calandria atravesaba el Arroyo Pergamino en un sobrepuente. (ARCHIVO LA OPINION)

En 1977 los pergaminenses vivían un suceso único e irrepetible: el paso del reactor nuclear que sería emplazado en Río Tercero, Córdoba, para armar la Central de Embalse Río Tercero. La mole pesaba 450 toneladas.


A principios de octubre de 1977 Pergamino vivió un suceso único e irrepetible: el paso del reactor nuclear que sería emplazado en la localidad de Río Tercero, Córdoba, para armar la Central de Embalse Río Tercero, hoy en plena actividad, siendo una de las tres de su tipo en el país. Las otras son Atucha I y II.

Era una mole imponente de 450 toneladas de peso, que tenía que ser llevada en un carretón especial (medía 70 metros y se apoyaba sobre 180 ruedas especialmente diseñadas) y a paso de hombre. Además, el convoy era fuertemente custodiado por efectivos del Ejército y de Gendarmería. El principal escollo eran los puentes, tanto los a nivel como los aéreos. Para sobrepasar arroyos, el Ejército colocaba sobrepuentes que pudieran soportar el peso. Para pasar bajo los aéreos, hubo que levantarlos, tal el caso del Puente La Virginia (así conocido desde hace décadas por los pergaminenses) ubicado en la ruta Nº 188 casi Marcelino Ugarte.

Los pergaminenses que pudieron vivir esa experiencia recordarán a la ciudad virtualmente invadida por uniformados y decenas de vehículos del Ejercito, la Gendarmería y de la empresa Roman (encargada del transporte), en los días previos al arribo del reactor y durante la estadía del mismo, porque según nuestros registros, la llegada del aparato se produjo el domingo 2 de octubre y la salida fue el jueves 6, después de sortear todos los obstáculos en el tramo urbano.

El operativo se llamó “La Calandria”, tal el nombre que se le da a una de las partes del reactor.

Crónica publicada el martes 4 de octubre de 1977

El domingo pasado, Pergamino vivió otra memorable jornada. La calandria del reactor nuclear en viaje para Río Tercero, llegó por fin. Tras algunas demoras imputables a lo novedoso del operativo -único en el mundo- que obliga a sus responsables, prácticamente a crear sobre la marcha, ya desde la mañana la zona del Cruce y sus aledaños palpitaba, por así decirlo, con su presencia. A la noche del sábado la iluminaron luces de reflectores en la cruz que forman las rutas Nº 32 y Nº 188. Se estaba armando el sobre puente modular para una prueba final. Luego ese mismo puente será tendido en toda su magnitud sobre el puente del arroyo Pergamino. Este constituye el máximo obstáculo que deberá superarse en la marcha. Para el miércoles o jueves ha de producirse el evento. En tanto la calandria permanece en el Cruce de Caminos, bajo estricta vigilancia.

El operativo

En la mañana del domingo, hombres de LA OPINION, con pases gentilmente provistos por la Comisión Nacional de Energía Atómica y ratificados por Gendarmería -sin olvidar la colaboración prestada por el titular y personal de la Policía Caminera local- nos desplazamos con absoluta libertad por toda la zona de operaciones, que mostraba tres fases, a saber: 1ª la marcha de la calandria, cercana a la curva de Peña; 2ª la preparación del sobrepuente modular en plena ruta Nº 188, como ya dijimos y 3ª la instalación de las grúas especiales sobre zonas del ferrocarril para levantar el puente de La Virginia. Consideramos que alrededor de 150 hombres entre técnicos y operarios se movían en las tres tareas, simultáneamente. Gente de la prensa, de la radio y la televisión -no menos de 50- decían bien a las claras de la importancia asignada al acto.

Alrededor de las 11:00, se produjo el arribo de una nutrida delegación de oficiales superiores, jefes y oficiales subalternos del Ejército, encabezados por el comandante de Ingenieros, general de brigada don Juan Carlos Camblor. Venían a comprobar sobre el terreno la bondad del sobrepuente modular. Todos los entrevistados (incluido el jefe del Batallón 101 de Ingenieros de Combate teniente coronel Saint Amant, también presente) que fueron varios, coincidieron en poner énfasis en lo excelente de la obra. Con las palabras de uno de ellos, que ostentaba las tres estrellas doradas de coronel, sintetizamos, con seguridad, el pensamiento de todos: "Como argentino, me siento orgulloso de lo que estamos viendo...".

El sobrepuente modular

Es único en el mundo; se lo construyó a pesar de la opinión desfavorable de los técnicos de Italimpianti, una de las firmas europeas que colaboran con tecnología atómica. Cuando tuvo en su centro el peso de las 450 toneladas del artefacto, cedió los 30 centímetros previstos. Estaban todos allí, mirando y sufriendo: Tate, Albarellos, Aldds y Cava de la Cnea, con su jefe el ingeniero Jorge Cosentino; el general Camblor y casi todo el personal de la plana mayor de Ingenieros; Alfredo, Oscar y Ricardo Román y César Escobar y Rubén García de la Empresa Román SCA y la masa anónima de los operarios cuya actuación movió el elogio general. Eran las 15:30.

El paso bajo el puente

Entretanto las grúas habían procedido a levantar el puente de La Virginia (despojado para la ocasión de su atuendo publicitario) a una altura de más de 15 metros. Un público entusiasta que apiñado ya desde la exferia Arbeleche, se compactaba más y más al lento paso de la calandria, hasta hacerse multitud. Aplausos entusiastas, gritos de "¡viva la Patria! y ¡ésto es obra de argentinos!" fueron vívidamente oídos por el cronista que, ubicado en inmejorable posición, podía observar. Eran las 16:20.

Seguirá viaje

El artefacto está ahora en el Cruce. El miércoles o jueves -nos informa la empresa Román- proseguirá su largo camino. Falta el cruce del Arroyo. Técnica -si no espectacularmente- es la prueba más ardua del trabajo. Aquí llegamos. Hemos cumplido. Por esta vez la crónica tiene el matiz amable que quisiéramos siempre para nuestro trabajo. Pergamino, culta y rica, ha gozado un inusitado espectáculo. Por esta vez, gracias a Dios, la crónica no versa sobre la muerte y el estrago.

Crónica del viernes 7 de octubre

La calandria partió ayer de Pergamino: Ya desde las primeras horas de la mañana de ayer el Cruce de Caminos y zona aledaña, daban muestra de febril actividad. Movimiento de camiones, elementos técnicos y operarios. Estrictísimas medidas de seguridad. La Calandria del reactor nuclear, se aprestaba a retomar su largo camino en busca de Río Tercero. La atención de Pergamino -y la de todo el país- estuvieron, largos momentos centrados en ella. Los hombres de LA OPINION, llegamos temprano. Alfredo Román (34 años, presidente de Román SAC) en su propio automóvil, nos lleva desde la Caminera al puente del Arroyo, donde el sobrepuente modular, ya tendido desde la víspera, aguarda a que se pueda superar el obstáculo más importante.

El pasaje se efectuó con absoluta normalidad. A nuestro lado -departiendo amablemente con nosotros- se hallaba el gerente de servicios Mack International, ingeniero Lester Waller, arribando de su país, los Estados Unidos, para ver el comportamiento de las unidades Mack, especialmente diseñadas por su empresa para Riyaián SAC. Se hallaba francamente entusiasmado. Tuvo palabras de sincero elogio para la tecnología argentina, llegando a decirnos: "Señor, yo desearía que hubiera aquí muchos ingenieros extranjeros y de mi país, para que pudieran aprender los que los técnicos e ingenieros argentinos están enseñando en este momento".

Luego nos acercamos al general Dalla Tea. Se presta cortésmente a nuestro requerimiento. "Esto que hemos visto -nos dice- es una muestra de lo que es capaz la inteligencia argentina. El Ejército tiene sumo interés en realizaciones como éstas”.

La despedida

El suave declive del sobrepuente -ya pasado el repecho- muestra a la calandria de espaldas, en despedida. Se espera que, vencidos los mayores obstáculos, en marcha regular, arribe a su destino sin mayores inconvenientes. Dado que se trata de una experiencia única nadie puede predecir la fecha exacta de arribo. Desde aquí, como pergaminense -que es decir, como buenos argentinos- les deseamos y les auguramos el mayor de los éxitos.


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